Nota base de Agustina Lima (Agencia CTyS UNLaM)
Los macroplásticos, o bien objetos de plástico con un tamaño mayor a 5 milímetros, son uno de los principales desechos de las actividades humanas. Se esparcen por tierra y agua, y son uno de los principales contaminantes de los ambientes por su volumen y características. En particular, su presencia aumenta considerablemente en el mar, y ahora especialistas de la Argentina desarrollan un sistema satelital para detectarlos, medirlos, clasificarlos y con esa información aportar a mitigar el problema y construir normativas que lo minimicen.
Especialistas de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) buscan aportar soluciones a una problemática que sigue creciendo en las costas y el Mar Argentino. Junto al Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (Inidep) y a la Prefectura Naval (PNA), llevan a cabo campañas en Mar del Plata para desarrollar un producto satelital capaz de monitorear la presencia de macroplásticos en el agua.
Ya se realizaron pruebas con un espectro-radiómetro, instrumento que permite medir la radiación que emiten los diferentes elementos de la superficie. Esos son los datos necesarios para avanzar en la validación de la información brindada por los satélites.
“En primer lugar, depositamos a modo de referencia, una serie de cajones plásticos para que floten y luego capturamos imágenes con satélites ópticos, con el objetivo de desarrollar un algoritmo para poder identificar y hacer un seguimiento de los restos plásticos existentes en el agua, a través del escaneo satelital y contribuir a la planificación de campañas para la extracción de los mismos”, explicó Sebastián Heredia, integrante de la Gerencia de Vinculación Tecnológica de la Conae.
“La idea es luego sumar imágenes del satélite Saocom, ya que con información conjunta de lo que son los radares de aperturas sintéticas y los satélites ópticos se va a poder obtener mayor información articulada”, agregó a la Agencia CTyS-UNLaM.
El problema es mayúsculo: se producen más de 380 millones de toneladas de plástico anualmente en el mundo. Las tres cuartas partes se descartan como basura, que solo en un pequeño porcentaje se recicla. El resto se desecha, acumulándose en vertederos, ríos, y océanos.
El principal problema es que los diferentes tipos de plásticos no son en general biodegradables, es decir que no hay organismos que los puedan transformar en materia orgánica. Y no se trata del polímero solo, sino de los aditivos que contiene según los usos. Por ejemplo, los retardantes de llama, que según estudios toxicológicos con animales y humanos son potencialmente cancerígenos, tóxicos para las neuronas y para el sistema endócrino humano. Además, los plásticos pueden adsorber y acumular otros compuestos tóxicos y contaminantes, que terminan en los organismos animales que los ingieren una vez reducidos a microplásticos.
Los investigadores argentinos observaron en el mar desechos provenientes de la actividad pesquera, como cajones de pescado, redes y tanzas, y residuos derivados de la actividad turística, como botellas y bolsas plásticas. Son parte de una basura costera que se expande mar adentro.
El ingeniero agrónomo Pedro Rivolta, integrante del equipo, destacó que “este tipo de campañas son importantes porque los descartes plásticos son cada vez mayores, y la idea de este monitoreo no sólo es aportar soluciones, sino que se puedan aplicar normas o leyes para poder controlar esta situación”.
Además del trabajo con macroplásticos, en el país se llevan a cabo campañas de medición de microplásticos (partículas menores a 5 milímetros). “Encontramos que estas cifras están aumentando con el tiempo. Se estudian los restos de plástico que tienen los peces y otras especies en sus estómagos y se han encontrado que presentan hasta 100 tipos de microplásticos, que es una cantidad enorme, porque, además, termina siendo ingestado por el ser humano”, alertó Rivolta.
Que no haya mares de plástico
El trabajo se inscribe en el marco del proyecto Plastic-Less Society (PLESS), impulsado por la Agencia Espacial Europea (ESA), en cual también participa la empresa de servicios tecnológicos europea GMV, con acciones en distintos mares del mundo para reducir el impacto ambiental de la basura marina mediante la percepción remota satelital.
Esta iniciativa, a su vez, responde a un interés de la comunidad internacional en relación a la creciente problemática de la contaminación de los mares y océanos con plásticos, debido a que constituyen la mayor parte de los desechos que afectan estos recursos hídricos a nivel global.