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Como se viene viendo desde hace unos cuantos años, el cine coreano continúa produciendo películas de elaborada factura que muchas veces quedan solamente atrapadas en el circuito de festivales, o apenas tienen un casi invisible estreno en alguna sala artística. De Lee Chang-dong prácticamente no se vio nada en salas comerciales, por lo tanto el estreno de Poesía para el alma, premiada en Cannes en 2010 por su guión, es una buena nueva para la alicaída cartelera rosarina.
Ya la última película de Lee Chang-dong (Sol secreto, 2007), confirmó una inobjetable madurez como cineasta de su autor, algo que en Poesía para el alma volverá a constatarse. El film se centra en la cotidianidad de una anciana que vive con su nieto en una pequeña ciudad coreana y que, a pesar de su edad, mantiene viva la ilusión por el descubrimiento y la iniciación en la vida. Esta cualidad le lleva a asistir a cursos de poesía en un espacio cultural de su barrio y a escribir su primer poema en busca de una belleza que cree que se le escapa.
Sobre estos pilares narrativos, el realizador coreano despliega su talento en un guión lleno de matices y nada obvios. También dedicó un enorme trabajo en la confección de los personajes que pueblan una trama compleja y bien construida.
Mija, la anciana mencionada, decide anotarse en las clases de poesía para tratar de conocer lo realmente sustancial de la vida, tratando de paliar la desesperación cuando su mirada se queda en la superficie de las cosas. Un terrible suceso la introducirá en una espiral de sentimientos difíciles de asimilar, que harán brotar de su alma las más complejas preguntas: ¿Qué hacer cuando lo justo no es lo más cómodo? ¿Cómo sobrellevar el dolor? ¿Dónde está la felicidad en un mundo que, frente a la violencia salvaje, se queda sin palabras?
Así, secuencias como el diálogo del personaje principal con una campesina o la llegada final de la policía a la residencia de la anciana se erigen como muestras de un cine marcadamente lírico en las que el realizador surcoreano exhibe su destreza. Su puesta en escena, que prescinde de cualquier lectura moralista, es sencilla y luminosa y una fotografía delicada transmite el tono austero y preciso que el film requería. Jeong-hie Yun, Nae-sang Ahn y Da-wit Lee animan los roles principales.
Sala: Cines del Centro