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Poéticas de una ciudad indeleble

El fotógrafo Gustavo Villordo presenta un recorrido fotográfico por graffitis que expresan la pasión que los rosarinos sienten por el rock. "Nadie va a escuchar a tu pared", se presenta este jueves a las 20 en El Café de la Flor.

Por Javier Hernández

Foto de Leonardo Vincenti.

Se sabe: el rock como cultura se manifiesta de formas diversas; se impregna en la geografía urbana y con sus propios signos reconfigura la ciudad, se apropia de ella y deja su mensaje indeleble, poético. Registro de esas pasiones, el fotógrafo Gustavo Villordo inaugurará esta noche, a las 20, una muestra que ofrece un recorrido caprichoso de lo que Rosario expone en sus fachadas públicas, es decir sus paredes.

Bajo el título Nadie va a escuchar a tu pared, en una simpática alegoría a la famosa canción de Los Redonditos de Ricota “Ya nadie va a escuchar tu remera”, la muestra de fotos permanecerá abierta al público hasta el 18 de agosto en el Café dela Flor(Mendoza 862).

La exposición, que favorece el ejercicio de la mirada para ayudar a ver lo que está ahí, afuera, con otros ojos, permitirá dejar registro histórico de un comportamiento que, si bien se expresa jurídicamente como “contravención”, puede encuadrarse, también, como hecho artístico.

Entendiendo consumo como el acto de apropiarse de algo, quien indagó sobre estos temas fue el historiador y filósofo francés Michael De Certau, quien se interesó, en los años 80, por la práctica del hombre para gestionar opciones cotidianas partiendo de la relación producción-consumo (consumo de la ciudad).

Hace dos años que Villordo recorre las calles rosarinas en busca de las huellas indelebles del rock y dice que registró más de cuatrocientas, “pero quedan muchas aún sin fotografiar”. Y la ciudad cambia, vertiginosa cae y renacen nuevas fachadas, nunca es igual a ayer. “Muchas pintadas que saqué ya no están. Una vez dejé una pared sin fotografiar y al día siguiente ya no estaba”, contó el fotógrafo rosarino a El Ciudadano.

Con frases que hablan de una urgencia social, de escapar de un laberinto postmoderno con reglas poco claras y justas, el autor de esta muestra citó a este medio algunas de las estampas que más lo sorprendieron: “El futuro llegó hace rato”, “Violencia es mentir” –algunos son parte de letras de Los Redondos–; del mismo modo que otros como “Atrapado en libertad” o “Preso en mi ciudad”.

Sin distinción de técnicas que van desde el graffiti y esténcil hasta pintadas a brocha y murales artísticos, para Villordo, lo importante es dejar constancia de un hecho social: “Yo digo que no es un mérito fotográfico mío, esto es un registro documental que ojalá quede a futuro como una expresión del rock de la ciudad. Lo que hice yo es juntarlos y ponerlos ahí, casi como un homenaje a la gente que realmente hizo ese laburo; es algo de la historia del rock que está ahí afuera y sólo hay que verlo”.

Villordo inició el registro como una suerte de ejercicio de señalamiento urbano: “El proyecto comenzó de casualidad –relató–, recorriendo la ciudad como lo hace cualquiera. Veía nombres de bandas y empecé a pensar en hacer algo con eso”. Los signos están en las paredes, camuflados entre otros, lo que muchas veces los hace invisibles al ojo “arrutinado”. “Tras un tiempo de empezar el registro comencé a mirar más, a detenerme en la calle y mirar en detalle”, expresó. Y así descubrió –según contó– verdaderas obras de arte como un mural con la cara del indio Solari, la tapa de un disco de Los Vándalos o de Almafuerte, y algunos esténciles de bandas pequeñas”.

 

10 años lleva Gustavo Villordo como fotógrafo del portal de noticias Rosariorock, que está dedicado a ofrecer información especializada referida al panorama local y regional del género.

 

Curador y artista

Nadie va a escuchar a tu pared expone un centenar de fotografías montándolas a partir de pensar las paredes de la sala como fachadas de la misma ciudad. “Es lo mismo que hacen los que pintan. En el espacio que tengo ubico todo en una pared y amontono las cosas”. Para esto, Villordo armó dos hileras principales con fotos de 30×40; una secundaria, debajo, de 20×30, y una final más pequeña con retratos de 15×20, “buscando poner fotos para leer y otras para que eso no pueda ocurrir”, adelantó.

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