El Tribunal Oral en lo Criminal Nº22 de la ciudad de Buenos Aires condenó a 11 años de prisión a una pareja que, en julio de 2004, luego de ingresar a la casa de un matrimonio en Recoleta, intoxicó y robó a las víctimas. Como resultado de la droga que colocaron los imputados en las bebidas, Oscar Manti falleció. El fiscal Marcelo Martínez Burgos había solicitado durante su alegato la misma pena.
La abogada Silvina Maquiera y el ex policía bonaerense Diego Di Bella estuvieron prófugos durante diez años. Fueron detenidos en la ciudad rionegrina de Bariloche, en enero de 2014. Ambos fueron condenados por el Tribunal Oral Federal de General Roca por la tenencia ilegítima de documentos de identidad.
Maquiera había adulterado los DNI de uno de sus hijos para poder inscribirlo en el jardín de infantes. Luego de esa condena, en noviembre de 2014, fueron trasladados hacia Buenos Aires.
El hecho por el que se los condenó ocurrió el 30 de julio de 2004. Maquiera y Eva Leonor García, célebre rosarina penada en 2006 por este crimen y que registra varias condenas por hechos similares, ingresaron en la ferretería que la víctima tenía en Recoleta. Se presentaron como “viejas clientas” y uno de los empleados les dijo que el matrimonio estaba tomando un café en una confitería cercana. Hacia allí, se dirigieron las dos mujeres y los saludaron con efusividad: “Hola Leticia. ¿Cómo estás, Omar?”. Leticia Botta, esposa de la víctima, dijo a los jueces que en ese momento creyó que ambas eran conocidas de su marido.
Maquiera y García lograron que el matrimonio las invitara a cenar esa misma noche. A esa reunión, se sumó quien aparentó ser el hijo de García, pero que en realidad era Di Bella. Los tres cenaron junto con las víctimas y le ofrecían constantemente bebidas alcohólicas. Botta, según su testimonio, no tomó “casi nada”, pero su marido sí. La mujer declaró que, terminada la cena, García se ofreció a lavar los platos y a preparar un té y que a partir de allí no recordaba nada. En las bebidas, los imputados habían colocado benzodiacepina, un medicamento que actúa sobre el sistema nervioso central y que tiene un efecto sedante.
Cuando las víctimas quedaron inconscientes, los tres se llevaron de la vivienda 30 mil dólares, un revólver, una videocasetera, un teléfono celular así como carteras, tapados de piel, relojes, cosméticos y hasta un juego de cubiertos. Al día siguiente, un hombre que debía hacer unas mediciones en la casa del matrimonio se presentó en el edificio. Si bien tocó varias veces el timbre, nadie le contestó. Cuando estaba por irse, por el portero eléctrico le habló la víctima: “No puedo bajar porque me siento mal, mi esposo está tirado en el piso, no sé qué le pasa”.
El hombre se dirigió hacia la ferretería para avisar lo que sucedía. Un empleado fue el que ingresó a la casa de Uriburu 1276 y encontró a Manti sin vida en el living, que se encontraba todo desordenado. Botta fue trasladada al Hospital Alemán, donde se le diagnosticó “sobredosis de benzodiacepinas”.
El fiscal Martínez Burgos consideró que los condenados se aprovecharon de la situación de vejez de las víctimas y de la confianza ganada por mencionar al hijo del matrimonio, que había fallecido recientemente. Con esos datos, trazaron una estrategia para llevar adelante el robo que terminó con la muerte de Manti. Tanto el representante del Ministerio Público como los jueces Ángel Nardiello, Sergio Paduczak y Cecilia Maiza ponderaron el testimonio de Botta, quien en la audiencia de juicio reconoció a Maquiera como una de sus agresoras.
Una vieja conocida
Eva García es una célebre viuda negra que solía operar en Rosario y que cuenta con un historial sorprendente.
A mediados de los años 70, Eva era una adolescente que vivía en el barrio de la Carne cuando decidió hacer un curso de taquigrafía. Para la misma época ganó una beca para ir a Montevideo a estudiar para azafata. Allí conoció a un siciliano varios años mayor con el que se casó y quien le enseño el arte de la estafa. Vivían en Miami pero dieron la vuelta al mundo varias veces. Eva fue detenida en Holanda y en Noruega por hurtar joyas, pero siempre logró zafar. Trabajaba como azafata en la aerolínea Panam, hasta que la empresa quebró. Entonces Eva volvió a Rosario. Desde el 87, acumuló aquí más de dos decenas de antecedentes, la mayoría con el mismo modus operandi: ganaba la confianza de jubilados de ambos sexos y tras suministrarles un somnífero les arrebataba objetos de valor. Fue condenada a tres años y medio de cárcel por la Justicia provincial, pero en junio de 2002 se escapó de la cárcel de mujeres de barrio Refinería.
Juicio
La abogada y el policía declararon que no tuvieron nada que ver con los hechos. Sin embargo, los jueces no tuvieron en cuenta sus dichos: “No puede sostenerse que la imputada haya estado diez años prófuga de la Justicia con todo lo que ello conlleva, incluyendo perjudicar a sus propios hijos si la imputada no tuvo nada que ver en el hecho”. El fiscal afirmó que mintieron “en todas sus facetas”.
Debido a que ya habían sido condenados por el Tribunal Oral Federal de General Roca a tres años de prisión en suspenso, el Tribunal unificó las penas y le impuso una condena única de 13 años de cárcel, tal como había solicitado Martínez Burgos.