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¡Por fin llegamos a Caracas!

Por Daniel Chiummiento

Antonio prepara un revuelto de huevos y aguacate para el desayuno. Mientras lo hace detrás del mostrador nos empieza a «platicar».

– ¿Asi que se van pa’ Caracas?-

– Uhh vaaale, ¡que lindo!- y al decirlo se le iluminan sus ojitos de purrete bueno recién salido del cascarón.

– ¿Y hace cuánto que vives acá en Bogotá, Antonio?

– Uyyy, ya van pa’ cinco años-

– ¿Extrañas?-

– Si claaaro, sobretodo a mi mamá.

El jovén venezolano de poco más de veinte años, se fue de su pais apenas terminó la escuela secundaria. Según contó, sin que se le preguntara, en Valencia, ciudad donde nació y se crió, sólo quedó su madre, ya que sus dos hermanas tambien emigraron.

– Es que en el dos mil diecisiete la cosa se puso bien fea. No había nada, comíamos una vez al día 

– ¿Y tu madre, como está?- Me dio curiosidad por saber.

– Ah no, ella está bien, su pareja trabaja para el gobierno-

La escala obligada en Bogotá, de más de un dia (no hay vuelo directo Buenos Aires – Caracas), nos permitió conocer al alegre y servicial Antonio quien se gana la vida como cocinero en el hotel donde pasamos la última noche 2024 y las primeras horas de este 2025.

Ya en el aeropuerto Maiquetias Simon Bolivar, después de casi tres días de haber salido de Rosario, una sensación de intranquilidad e incertidumbre se apoderó de mí.

Al fin y al cabo uno no es inmune al bombardeo informativo que lo atraviesa a diario.

Con Alejandra, mi compañera, hace años queríamos conocer Venezuela. Único pais, desde el rio Bravo hacia abajo, que no habíamos pisado nunca. Por una u otra cuestión el viaje se fue postergando. El clima de crispación permanente que se vive en el país caribeño nos hacía desistir una y otra vez de la idea. Hasta que a mediados del año pasado cuando empezamos a bosquejar el destino de las vacaciones, no dudamos. Este era el momento de poner la última ficha en el tablero. La situación estaba tranquila, todo parecía estar en orden. No se escuchaban noticias alarmantes. No se hablaba en los medios de Maduro, ni de Chávez, ni de nada relacionado con el país más rebelde de America del Sur. 

Esta vez sí, dijimos. 

Ahora es el momento de comprar los pasajes.

Pero…pasaron cosas.

Las elecciones presidenciales de fines de julio generaron mucho revuelo…demasiado.

El gobierno se declaró ganador, pero nunca mostró las actas que todo el mundo le reclamó.

Lo paradójico es que la oposición también cantó victoria y hasta se animó a dar el porcentaje de ese triunfo.

– Fue por el sesenta y siete por ciento de los votos- declaró en conferencia de prensa Corina Machado, su principal dirigente. 

Pero…tampoco mostró las actas.

Sobre el final del año, la frutillita del postre. 

Un gendarme argentino fue detenido por el gobierno de Maduro acusado de espía. 

¡Cartón lleno!

– No vayas, te van a secuestrar – Me decían.

– ¿A mi por qué me van a secuestrar si yo no soy espía?- respondía para salir del paso.

Alejandra también dudó

– ¿Y si no podemos entrar?

Ahora, parado en la fila de extranjeros para hacer los trámites migratorios de rigor, la paranoia también se apodera de mí y borro presuroso algunos mensajes en mi celu, por si las moscas.

No pasó nada, el trámite fue de rutina. La única diferencia con respectos a otros lugares fue que antes de acceder al cubículo donde sacan la foto y toman la huella dactilar, un uniformado nos revisó el pasaporte y nos hizó las mismas preguntas que cinco minutos después nos hizó la empleada que está en el box y que sella burocráticamente el pasaporte dandote el ok final para ingresar al país.

El regateo para tomar un taxi que nos lleve al hotel es el mismo que en todos los aeropuertos. Después de varios minutos de consulta entre truchos y oficiales, subimos a uno manejado por una mujer que resultó ser ex Guardia Nacional del ejército. Se quejaba hasta del embotellamiento en la autopista de acceso a Caracas. 

Maduro y el chavismo, nos aseguró, son responsables de todo lo malo que pasa en el pais. 

-¡Lo destruyeron!- vociferó

Ya en Caracas, nos mostró Plaza Francia en Altamira, escenario del primer levantamiento contra Chávez. 

-Vean, los tres militares que encabezaron la revuelta, hoy exiliados en Miami, fueron camaradas míos-

Y al decirlo se le infla el pecho de orgullo. 

 

En los días que llevamos en la ciudad, sólo Pedro, un marxista casi septuagenario, confesó estar dispuesto a dar la vida por la revolución.

En un encuentro casual, como todos los que se dan cuando uno está atento y dispuesto a escuchar a quien quiera hablar, nos trenzamos en una cordial tenida.

En la charla, Pedro tomó impulso y no resultó fácil hacerle preguntas para encauzar su monólogo. Con la partcular verborragia caribeña historizó al chavismo desde sus inicios hasta hoy. Nos contó con lujo de detalles la noche del golpe en que detuvieron al presidente Chávez y su posterior aparición ante una multitud en el Palacio Miraflores. Admitió qué aún no supera la muerte del comandante y defendió a capa y espada los años de la revolución bolivariana en sus diferentes etapas.

– La revolución se construye en cada acto, con cada actitud- proclamó este ex embajador en Haití.

Mientras su hijita de siete años le reclamaba atención, se largó a contar una anécdota reciente que echa luz, según dijo, sobre las dificultades que se presentan a diario por consoldar la justicia social en el país. 

Habló sobre un juicio celebrado en la comunidad de Paracoto, próximo a Caracas por la tenencia de unas tierras entre campesinos y un pool agroganadero.

En la audiencia que él presenció como designado asesor de cooperativas del municipio, comparecieron un grupo de agricultores minifundistas habitantes históricos del lugar, el representante de la corporación económica y una funcionaria del gobierno central.

La sorpresa se la llevó Pedro al escuchar de boca de la enviada del poder ejecutivo nacional argumentar a favor de los beneficios que traeria para el lugar el aumento de una rápida y mayor productividad de esas tierras. O sea, un argumento que le caía como anillo al dedo a la postura de la corporación.

Por fortuna, en este caso el juez le dio la razón a los más débiles. Qué, contradiciendo la lógica que expuso el periodista Tenembaum en aquella recordada entrevista con el recientemente fallecido Lanata, no son las corporaciones.

Al salir del bar, donde por espacio de más de dos horas escuchamos una clase magistral sobre el proceso politico en curso, se empiezan a ver como se van desarmando las ornamentaciones preparadas para los largos festejos de Navidad y año nuevo que se iniciaron con los decretos de Maduro allá por octubre del año pasado.

En las calles de Caracas, entre el voceo permanente de los vendedores de arepas y los que cambian dólares en cada esquina, se percibe un aire de incertidumbre, como de respiración contenida, sobre lo que pasará el diez de enero, fecha fijada por la Constitucion de la República Bolivariana para la asunción del nuevo presidente.

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