“Años sirviendo a Rosario. Hoy les decimos adiós”, fue el cartel que los dueños de la tradicional panadería Lucana, de Entre Ríos entre San Luis y la cortada Ricardone, pegaron este sábado en la vidriera detrás de las persianas bajas. La panadería tenía más de 40 años de antigüedad y era conocida por sus tradicionales ensaimadas y madrileños. También porque todas las noches un grupo de personas hacía cola en la puerta para esperar que le regalaran el pan que había sobrado de ese día. El sorpresivo cierre se suma al de la Panadería Alcorta, de Necochea al 1700, y al de otros 60 locales que bajaron las persianas en el último año y medio.
La noticia generó un revuelo en las redes sociales. “Cerró panadería La Lucana. Que tristeza. Mis mejores recuerdos junto a mis compañeros de trabajo que comprabamos las medialunas para el desayuno. También cerró la zapatería Cheney después de más de 70 años de puertas abiertas. Estamos en el país de la vergüenza y la desolación. Si tenés dignidad Mauricio Macri y no podes manejar este país, salí por la puerta grande”, publicó Viviana en Facebook.
“La panadería La Lucana cierra y se suma a otras 60 perdidas en Rosario. El daño que hace Macri no tiene fin”, posteó Fabi.
El ex secretario de Gobierno de la Municipalidad, que es vecino de la zona, Fernando asegurado opinó: “Otra casa tradicional que cierra. Años de compañía. Hoy compré las facturas y el pan como siempre y ahora esta sorpresa. #LaLucana abrazo amigos”.
La peor crisis
A mediados de mayo el presidente de la Asociación de Industriales Panaderos, Gerardo Di Cosco, dijo que estaban viviendo la crisis más grande de los últimos 50 años. Para Di Cosco, el aumento del precio de la harina, atado a la suba del dólar, junto con los tarifazos en los servicios fueron un combo letal para las panaderías.
“La situación económica está cada vez más difícil. No somos la excepción de las Pymes, pero en nuestro caso son empresas familiares. Es triste que hablemos de panaderías tan tradicionales. El agobiante tarifazo, la baja del consumo y el último aumento de la harina en un 140 por ciento fue la frutilla del postre”, señaló Di Cosco a El Ciudadano.
El precio de la bolsa de harina de 50 kilos costaba a fines de febrero 250. Cuatro meses después pasó a costar 650 pesos. El aumento repercutió en el precio del kilo de pan, que en algunos lugares subió un 20 por ciento. El problema es que los molinos tienen que pagar el trigo a precio de exportación, el cual varía según los vaivenes del dólar.
Según señaló Di Cosco, hasta mediados de mayo las ventas habían bajado entre un 20 y un 40 por ciento. “El tarifazo nos afectó doble: desde los costos de producción y desde la baja de consumo. La gente no tiene plata para comprar”, agregó y dijo que otro problema es que muchos locales trabajan a puertas cerradas y venden a las granjas en los barrios, sin registrar el local ni a sus empleados.
“Muchos colegas están complicados. No pueden pagar la luz, el gas, los aportes o a los proveedores. Hay empresas que dejaron de entregar mercadería y suspendieron las ventas”, contó Di Cosco.
El otro factor decisivo fue el aumento en los precios de las tarifas de luz y gas. Di Cosco contó a <El Ciudadano< que en diciembre de 2015 pagaba 15.000 pesos de luz en su panadería de zona sur. En la última boleta bimestral le llegaron 55.000 pesos. Durante el mismo período, el gas pasó de 1.000 a 8.000 pesos.
“Esta historia ya la viví. Estos procesos económicos terminaron siempre mal en el país. Es muy oscuro el panorama”, concluyó el presidente de la Asociación de Industriales Panaderos.
Alcorta
A mediados de mayo los vecinos de Necochea al 1700 encontraron con sorpresa que la tradicional panadería Alcorta, con más de 60 años de antigüedad, había bajado la persiana. Quedaron 17 personas en la calle a través de una modalidad similar a la que una semana atrás habían usado los dueños de la vinoteca Rey de Copas. Persianas bajas, un cartel de reformas y el vaciamiento del comercio fue la fórmula que se repitió para no afrontar las consecuencias de la crisis del sector.
En la firma trabajaban 17 personas entre panaderos, confiteros y personal que atendía al público. Tenían entre 20 y 60 años y hasta 30 de antigüedad. También atendían dos locales de la cadena de supermercados Dar.