Desde hace dos décadas Noemí trabaja como costurera. En la parte de arriba de su casa de zona sur armó un taller con máquina de coser, mesa, bordadora y sublimadora. Hasta el año pasado cosía a pedido y confeccionaba ropa infantil para una marca local. Pero cuando bajó la demanda tuvo que buscar una alternativa fuera de su casa. El aislamiento la obligó a cambiar nuevamente el rumbo. Supo por las redes sociales que un grupo de militantes habían empezado a confeccionar barbijos y se unió con su familia a la iniciativa. Hoy hacen cerca de 150 por día y esta semana comenzaron a hacer batas. Noemí es una de las de 50 personas que sumaron su mano de obra y en total llevan hechos más de 1500 barbijos desde que empezó la cuarentena. El objetivo es juntar insumos para luego repartirlos entre quienes hacen tareas de voluntariado y no cuentan con ayuda del Estado.
“Con mi hijo mayor y mi marido dejamos de trabajar afuera por el aislamiento, así que aprovechamos que tenemos el taller y nos pusimos a colaborar. Me gusta porque ayudamos a otras personas y además nos distraemos”, contó Noemí a El Ciudadano.
“Trabajamos con mi familia. Mis hijos de 18 y 15 años aprendieron a bordar en estos días. Mi marido marca y corta la tela y nos deja todo preparado para coserla. Hacemos cerca de 150 barbijos por día y ya empezamos con las batas”, agregó.
Hacedores
Sandra es docente y militante barrial y es otra de las integrantes de la iniciativa. Enseña a estudiantes de 6° grado de una escuela en barrio Las Delicias y hace tareas voluntarias en barrio La Guardia. “No hay nada peor que quedarme quieta cuando estaba acostumbrada a hacer actividades todo el tiempo. Esta propuesta es una forma de sentir que estoy haciendo algo para todos”, señaló.
“Tengo máquina eléctrica pero solo por gusto. La usaba cada tanto. En un grupo de Facebook pusieron las medidas y un modelo para hacer el barbijo. Es sencillo. Lleva tiempo cortar la tela y en eso me ayuda mi marido”, detalló. “Hay momentos donde me angustio, pero me superan los sentimientos positivos. Destaco la solidaridad de la gente ya que entre los docentes se están armando otros grupos”, agregó.
Silvia tiene 62 años, es enfermera, periodista, ama de casa y docente de corte y confección. También es militante y gremialista. Sabe por su profesión la importancia de los insumos y descartables. Hace unos años dejó de ejercer, pero esta iniciativa la volvió a conectar con el oficio que no olvida.
“Me sumé desde el principio porque me pareció que podía aportar mi granito de arena en esta crisis. Lo ideal es que el personal de salud pueda descartar los barbijos varias veces por día. Así que se necesitan muchos”, dijo la mujer que ya hizo cerca de 80.
“Creo que la iniciativa me aportó más a mí, que yo a la sociedad. Me dio la satisfacción de cumplir con el deber de todx militante de lograr una sociedad más justa para todos y todas. Sigo trabajando desde mi casa, pero hacer los barbijos me deja pocas horas muertas ya que de lo contrario me aburriría. Todo lo que tengo en casa ya lo leí. Estaba por empezar a bajar libros, pero esto me pareció realmente bueno. Nos divertimos mucho con mi compañero experimentando la forma de hacerlos más rápido y que rinda más la tela”, contó.
A la obra
El día siguiente que el presidente Alberto Fernández anunciara el aislamiento preventivo y obligatorio por la pandemia, un grupo de militantes pensó cómo colaborar sin moverse de sus lugares. Pensaron en hacer barbijos y compartieron la inquietud en las redes sociales. Ese día se sumaron las primeras 10 familias y hoy ya son más de 25 grupos que confeccionan barbijos solidarios.
Desde la Corriente Nacional de la Militancia hablaron con proveedores quienes les abrieron los locales donde compraron fiselina, hilo y los insumos básicos. Armaron un circuito de distribución en el cual un día a la semana reparten los materiales en cada casa y otro día buscan la producción. El objetivo es que nadie salga.
“Invitamos a quienes tenían máquina de coser a cumplir la cuarentena y hacer una producción solidaria de barbijo sin trasladarse de sus casas. Les hacemos llegar los insumos y luego pasamos a buscar los barbijos que vamos acopiando para entregar a voluntarios que no trabajan para el Estado”, contó el diputado Germán Martínez, al frente de la iniciativa.
Entre quienes colaboran hay personas de todas las edades, profesionales que suspendieron las tareas por la cuarentena y jubilados. Siguen los diseños de la sastrería militar y a través de las redes sociales comparten los moldes para trabajar, consejos y modelos terminados para colaboran entre quienes más saben y quienes están aprendiendo. “Todos tenían un conocimiento previo. Algunos trabajan de eso y otros lo hacían en sus tiempos libres. Se fue sumando gente, incluso por fuera de la militancia. Sabemos que no somos los únicos, pero es nuestra forma de aportar a la causa”, agregó Martínez.