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“Por mandato del cielo”, una nueva serie que pone el ojo en el fundamentalismo religioso

El thriller que se conoció la semana pasada en Star+ cuenta con la actuación protagónica de Andrew Garfield en la búsqueda de “ayudar a entender cómo funciona una creencia fundamentalista desde sus raíces”, aseguró el creador y guionista de la tira, Dustin Lance Black

El thriller dramático Por mandato del cielo, miniserie que se estrenó la semana pasada en la plataforma Star+ con el protagónico de Andrew Garfield en el rol de un detective mormón que ve su propia fe en jaque cuando debe investigar el homicidio real de una madre y su pequeña hija pertenecientes a esa comunidad religiosa en los 80, se presenta como una propuesta que “puede ayudar mucho a entender cómo funciona una creencia fundamentalista desde sus raíces”.

“Creo que meternos de una manera auténtica en la cabeza de alguien que pasa a ser una persona estimada en su comunidad a un asesino, quizás nos permita prevenirlo en nuestros propios círculos”, consideró en diálogo con Télam y otros medios internacionales el creador y guionista de la tira, Dustin Lance Black, conocido por su trabajo en aclamados films como Milk (2008) y J. Edgar (2011).

Es que en esta oportunidad, Black -que fue criado en una comunidad mormona y hoy en día es un activista por los derechos del colectivo LGBTIQ+- se basó en la novela homónima de no ficción de Jon Krakauer, que explora el crimen de Brenda Lafferty y su bebé para establecer paralelismos con la formación de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, la principal denominación del mormonismo.

Desde ese lugar de partida, el guionista agrega una tercera línea temporal que redobla la reflexión sobre los principios y costumbres de esta corriente cristiana a través del ficcional agente Jeb Pyre (Garfield), quien junto a su colega Bill Taba (Gil Birmingham), un nativo americano no mormón, debe desentrañar un caso con motivaciones que tienen sentido únicamente en ese conservador discurso religioso y que lo lleva a cuestionarse a sí mismo y a su forma de relacionarse con su entorno.

“Mentiría si dijera que no traje mi propia experiencia como mormón al proyecto, pero intenté no poner mi historia ahí, aunque fue de mucha ayuda haber crecido en ese contexto. Era inevitable, pero hablar ese mismo lenguaje terminó siendo un recurso increíble en mi caja de herramientas”, comentó Black sobre cómo abordó la adaptación del libro original.

Justamente, fue su contacto con esa comunidad lo que le permitió acercarse a los Wright, la familia de la víctima, para averiguar más sobre ella y situarse una vez más en el ambiente que planeaba llevar a la pantalla: “Prefiero las entrevistas de primera mano, y fue genial poder estar ahí para ver sus tradiciones. Me enamoré de esa familia, me confió los diarios y cartas de Brenda, es información que no se conocía y que viene de sus propias palabras”, agregó.

Con todo ese material en su poder, el creador consolidó las tres líneas que componen la narrativa, situada en Salt Lake City y que se desata con la llegada de Brenda (Daisy Edgar-Jones) -hija de un obispo de la zona- a la populosa familia Lafferty tras su casamiento con el menor de los hermanos, Dan (Billy Howle), y la pronta y sospechosa mirada que otros integrantes del clan posan sobre ella.

Mientras la serie reconstruye con una destacada producción artística los orígenes de la llamada Iglesia de Cristo, fundada en 1830 por Joseph Smith, también devela a través del personaje del policía la manera en que se produjo el terrible doble homicidio de la mujer y su hija en manos de dos de los hermanos de su esposo, Ron (Sam Worthington) y Dan Lafferty (Wyatt Russell), luego de que el primero, un autoproclamado profeta, asegurara haber tenido una revelación que implicaba “eliminarlas”.

En cuanto a la adaptación de la novela y a su experiencia tanto en cine como en el formato televisivo, Black consideró que “si no fuera porque las miniseries se volvieron populares otra vez, esta historia no podría haber sido llevada a la pantalla”. “Intenté durante muchos años escribirla como una película, pero fallé. No había suficiente tiempo para contar las líneas que la propuesta necesitaba y de alguna manera replicar la sensación que genera leer el libro, de sentirse como el investigador”, explicó.

Pero su objetivo no era únicamente darle espacio a los múltiples relatos para “desarrollarse y llegar a una conclusión” mediante una trama seriada, sino también utilizar la oportunidad para poner en práctica el ejercicio narrativo tanto “desde el activismo como desde la realización, que son, en su mejor expresión, formas de contar historias”.

“Francamente no me gusta la forma en que muchos activistas se están comportando actualmente, porque se siente como si estuvieran lanzando granadas hacia las trincheras de la oposición. Eso no nos lleva a ningún lado, nadie escucha algo así. Si querés que las cosas cambien, no apuntás a la cabeza: contás una historia, porque eso apunta al corazón. Ese es el camino para cambiar una mentalidad”, aseveró Black.

“Creo -siguió- que eso funciona cuando hablo sobre política pero también sobre las historias que contamos en la ficción, porque pueden cambiar la forma en que la humanidad ve el mundo, a su familia y a sus vecinos. Esa es una buena narrativa”, subrayó el realizador.

En esa línea, señaló que “algo importante sobre este caso es que estos no eran criminales comunes y corrientes, estos eran chicos de una familia estimada, cuidados”.

“Algunas personas, y es algo que vemos hoy en día, piensan que hay una seguridad en las creencias fundamentalistas, que es una forma de regresar a ciertas bases. Pero son reglas claramente desactualizadas, y espero que el público reconozca que esas reglas no nos van a salvar, hoy sabemos más, podemos hacer mejor las cosas”, dijo.

“Esa vuelta hacia el fundamentalismo está sucediendo a lo largo y ancho del planeta, y es muy peligroso. Creo que es hora de apuntar a la misoginia, y no solo en la Iglesia mormona. Es hora de una introspección y que tanto hombres como mujeres se alcen y comprendan que no hay valor en un Dios que no valora a las mujeres como iguales. Es hora de tener esa conversación”, concluyó.

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