Por Julia A. Cricco, Victoria Alonso y Pamela Cribb*
La enfermedad de Chagas, también conocida como tripanosomiasis americana o enfermedad de Chagas-Mazza, es causada por el parásito Trypanosoma cruzi y una forma de transmisión es a través de la materia fecal de insectos (triatominos), conocidos en Argentina como “vinchucas”. Estos insectos adoptan otros nombres según las regiones del continente americano donde habitan, desde el sur de Estados Unidos hasta la Patagonia. Su transmisión se denomina «vectorial» y debido al hábitat y conductas de los insectos, la enfermedad de Chagas está asociada a la pobreza, a la ruralidad, a una población que, generalmente, es invisibilizada.
La enfermedad no produce síntomas visibles salvo en la etapa aguda o cuando ya se manifiestan las lesiones cardíacas muchos años después de haberla contraído. Eso lleva a que muchas personas no perciban que viven con Chagas y no puedan acceder al diagnóstico y tratamiento temprano.
El Chagas presenta dos fases. Primero, una aguda donde los síntomas son similares a una gripe por lo que es difícil el diagnóstico clínico y muchas veces pasa desapercibida. Segundo, una fase crónica que puede permanecer sin síntomas durante muchos años. Al cabo de 15 a 20 años el 30 % de las personas infectadas presentan manifestaciones clínicas donde se afecta principalmente al corazón, órganos del sistema digestivo y del nervioso.
Existen otras tres vías de transmisión: la materno-infantil, también llamado «connatal», que se produce durante el embarazo desde la mamá al bebé; y la «vía oral» por ingerir comidas o bebidas contaminadas; y la que ocurre a través de transfusiones sanguíneas o trasplantes de órganos. Por esas tres vías, que no necesitan de los insectos, y los movimientos migratorios de las últimas décadas la enfermedad llegó a Europa y Asia, transformándose en un desafío global.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) habría entre 6 y 8 millones de personas infectadas. Unas 70 millones de personas viven en regiones donde están en riesgo de contraerla. Se registran 30 mil nuevos casos cada año y 12 mil muertes en promedio. Alrededor de 8 mil recién nacidos y nacidas se infectan durante el embarazo.
Un dato crítico es que aproximadamente el 10% de las personas infectadas son correctamente diagnosticadas y sólo el 1% recibe el tratamiento adecuado. Los tratamientos actuales son efectivos en niñes, adolescentes y, en general, en etapas tempranas de la enfermedad. Por eso es importante un diagnóstico precoz a través de un análisis de sangre específico. También es importante el tratamiento de mujeres en edad fértil porque disminuye la carga parasitaria bajando la probabilidad de transmisión connatal.
La fase crónica de la enfermedad de Chagas se considera una enfermedad incapacitante responsable de la morbilidad y mortalidad más importantes entre las enfermedades parasitarias en América, lo que lleva a un costo global estimado de 627,5 millones de dólares por año en atención médica. Si bien la prevalencia en América Latina bajó en las últimas décadas por el control del insecto y de los bancos de sangre, la transmisión de madre-hije y la oral han cobrado relevancia. La enfermedad de Chagas es hoy un problema de salud pública mundial y el acceso al diagnóstico y al tratamiento es crítico.
¿Libres de Chagas?
Muchas provincias lograron erradicar la transmisión vía insecto. Santa Fe fue declarada libre de transmisión vectorial por la OPS en 2012. Otras 9 provincias tienen el mismo reconocimiento: Corrientes, Jujuy, Tucumán, Misiones, Entre Ríos, San Luis, La Pampa, Río Negro y Neuquén. Pero el Chagas no ha desaparecido. El control vectorial, de los bancos de sangre y de los movimientos migratorios produjeron un cambio en el mapa. Hoy en Argentina aproximadamente 1 millón y medio de personas viven con Chagas. La mayoría está en el AMBA.
En Santa Fe hay personas afectadas por Chagas. Desde la salud tenemos dos problemas fundamentales. Uno es la evolución de la enfermedad y los problemas cardiológicos que crea y que deben ser periódicamente monitoreados. Otro problema es la transmisión madre-hije. Hoy esta transmisión es la responsable del mayor número de nuevos casos a nivel global. El diagnóstico, control y tratamiento temprano ayudan a vencer la enfermedad.
Agenda
En tiempos de Covid-19 no podemos dejar de hablar de la enfermedad de Chagas. No solo porque es un problema vigente sino porque muchas de las personas que la padecen son parte de la población vulnerable en la pandemia.
El Covid-19 es una enfermedad relativamente nueva. Aún no hay suficientes evidencias científicas sobre cómo interactúa con la de Chagas. Sin embargo, sabemos que las personas con cardiopatías -causadas o no por la enfermedad de Chagas- o con sistemas inmunes más débiles tienen más riesgo de sufrir los síntomas más graves del Covid-19. Pero personas con Chagas que no han desarrollado cardiopatías tienen el mismo riesgo que personas sanas. Y, como el Chagas puede transmitirse a través de sangre, si una persona con Chagas se recupera de Covid-19 no puede ser donante de plasma.
Manos a la obra
En la Universidad Nacional de Rosario (UNR), diferentes grupos de docentes investigamos sobre la enfermedad de Chagas y/o sobre el parásito. En los últimos años se acreditaron más de 10 proyectos al respecto, todos dirigidos por docentes-investigadores de las Facultades de Ciencias Médicas y de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas. Son proyectos de las llamadas disciplinas «bio» «químicas» y «médicas», que son muy necesarios. Pero el Chagas no es solo un problema relacionado con la biomedicina: investigar sobre el parásito, la enfermedad, búsqueda de mejores tratamientos, diagnóstico y vacunas. El Chagas debe ser mirado integralmente desde un punto de vista social, cultural, económico, ambiental y de la salud.
*Cricco es investigadora de Conicet, docente y directora de Promoción Científica de la UNR. Alonso y Cribb también son investigadoras de Conicet y docentes de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la UNR.