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Por una ley de agroquímicos

Por: Medardo Álvarez Vázquez

En la Argentina viven 12 millones de personas en áreas que se fumigan con 300 millones de litros de agroquímicos. Ese es el estado de situación actual del país en relación al uso de herbicidas y pesticidas en la producción agrícola, productos químicos con altos niveles de toxicidad para la salud humana y el medio ambiente.

Trabajo como voluntario en la organización Médicos de Pueblos Fumigados, integrada por un conjunto de  profesionales de diferentes áreas de salud,  antropología, trabajo social y otros campos relacionados. Esa organización surgió para dar contención a los equipos de salud de los pueblos del interior, que están aislados y que atienden a población que se enferma a consecuencia de las prácticas productivas agrarias. En estas poblaciones, muchas veces resulta difícil hablar de lo que sucede a los habitantes locales se les generan enfrentamientos con intendentes y productores. En medio de estas disputas, nuestra organización intenta darles respaldo, contenerlos, generar ámbitos donde puedan presentar sus observaciones clínicas y discutir entre todos cómo encontrar una salida a los problemas.

En los últimos tiempos hemos conseguido que Médicos de Pueblos Fumigados crezca en ámbitos universitarios. De hecho, el Congreso de Salud Socioambiental en el que participé es uno de los espacios compartidos que generamos con la Universidad Nacional de Rosario. El uso de agrotóxicos es una de las problemáticas graves que tratamos aquí.

En ese sentido, la situación del país es alarmante.

Millones de personas viven en áreas que se fumigan intensamente. Las dosis de agroquímicos que se aplican van creciendo y se repiten. La gente desde los pueblos nos anuncia que aparecen enfermedades nuevas. Además, la agresión de estos tóxicos es acumulativa. Las personas que tienen predisposición para desarrollar un cáncer, por ejemplo, ven superadas sus barreras de defensas y se enferman.

Entre los químicos que se aplican a los cultivos, el más nocivo es el glifosato. Esto no se debe tanto a su nivel de toxicidad intrínseca sino a las enormes dosis que se aplican. Si se compara con otros productos, como el endosulfán, sería menos tóxico. Sin embargo, de endosulfán se usan 4 millones de litros y de glifosato estamos rociando 200 millones sobre la misma gente.

El segundo gran problema que enfrentan quienes viven en áreas fumigadas es el amplio uso de agrotóxicos combinados. El sistema agrario muchas veces incluye mezclas de químicos. Somos testigos de cómo los ingenieros y técnicos aconsejan a los productores usar productos mezclados en forma preventiva. Tales combinaciones de tóxicos multiplican su acción nociva.

Hacia una ley nacional

En nuestro país no existe una ley que regule el uso de agroquímicos. Existen algunas normativas provinciales cuya aplicación no resulta del todo clara. Estas leyes provinciales regulan qué reparos tener en las fumigaciones, pero cuando no se cumplen sólo se aplica una pequeña multa al productor, multas que son irrisorias. Desde Médicos de Pueblos Fumigados estamos luchando porque se considere delito a las fumigaciones ilegales, que atentan contra la salud y el ambiente. De este modo se podrán denunciar ante las provincias y podrá actuar la autoridad pertinente.

Actualmente, si una persona llama a la policía porque están fumigando, ésta responde que no tienen nada para hacer.

Ante esta situación, nuestra organización presentó, junto a otras asociaciones ambientalistas del país, un proyecto de ley que busca regular el uso de productos químicos en la producción agraria argentina. Allí, una de las cosas que planteamos es prohibir la fumigación por vía aérea porque es criminal, siempre acaba llegando a donde vive la gente.

Productores, renta y glifosato

La toxicidad de los agoquímicos ha sido largamente probada por estudios científicos nacionales e internacionales. En los pueblos fumigados, muchos niños nacieron con malformaciones y otros enfermaron luego de leucemia y otras patologías graves. Sin embargo, los productores no merman la aplicación de químicos en sus campos, aún cuando sus propias familias sufren las consecuencias.

En ese sentido, observo cierta desaprensión por parte de los productores agrarios en usar químicos en forma irracional, pensando que no son tóxicos. Los productores están encandilados por la gran rentabilidad del sistema. Tengo pacientes hijos de productores, algunos se han muerto, y sin embargo ellos tratan de pensar que fue “por algo casual”, que “les podía pasar”, y continúan creyendo en el discurso de la industria, de Monsanto y de muchos técnicos que repiten que los productos son inocuos. Ese discurso lo escuchan desde hace 15 años, y desde hace algún tiempo también están escuchando a las universidades que les decimos que son venenos y les contamos cuáles son las consecuencias.

Realmente estamos atendiendo a una gran disputa que incluye al lobby de la industria y los productores, con sus intereses económicos, quienes continúan defendiendo la aplicación de agrotóxicos en Argentina aún cuando las consecuencias recaen sobre sus propias familias.

Medardo Ávila Vázquez es docente de la Universidad Nacional de Córdoba, colabora con la organización Médicos de Pueblos Fumigados y participó como expositor en el 1º Congreso de Salud Socioambiental realizado en la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR.