Elisa Bearzotti
Especial para El Ciudadano
Mientras en Argentina disfrutamos del “veranito” de casos de covid-19 y dedicamos nuestra atención a cuestiones más vernáculas y urgentes –debido al tozudo almanaque que continúa su inexorable avance hacia el 14 de noviembre– en otros puntos del globo el virus continúa esparciendo su semilla de destrucción y muerte. En Europa, los primeros fríos llegaron con la amenazante secuela de aumento de casos, oscureciendo los pronósticos de cara a la inminente llegada del invierno. De acuerdo a lo expresado en estos días por la Organización Mundial de la Salud (OMS), los casos de coronavirus aumentaron en Europa por tercera vez consecutiva, y fue la única región del mundo con incremento de infecciones. El organismo de salud de la ONU precisó que el Reino Unido, Rusia y Turquía son los que mayor número de contagios tuvieron, mientras que los países de África y de la región del Pacífico Occidental han logrado reducirlos. En efecto, la última semana Rusia batió repetidamente nuevos récords diarios de contagios, y el número de infecciones en el Reino Unido aumentó a niveles no vistos desde mediados de julio, encaminándose a una nueva ola que podría ser tan grave como la última. Tras registrarse en un día casi 50.000 nuevos casos –la cifra más alta del mundo, según advirtieron los científicos– el gobierno británico admitió que están aumentando los ingresos hospitalarios y las muertes, en medio de una ralentización de la campaña de vacunación. “Hemos visto que los casos aumentan, y hemos empezado a notar que las hospitalizaciones y las tasas de mortalidad también están aumentando”, admitió un vocero del primer ministro, Boris Johnson. A pesar de ello, el ministro de Salud, Sajid Javid, anunció este miércoles que no se impondrán nuevas restricciones pese a que se prevé que los nuevos casos “podrían llegar hasta 100.000 al día” en el invierno boreal. “El invierno supondrá la mayor amenaza para nuestra recuperación, y tal y como esperábamos, empezamos a ver este impacto”, reconoció el funcionario. Por el momento, Javid prometió intensificar la campaña de vacunas de refuerzo, que fue muy criticada por su lentitud, y la inmunización de los adolescentes. “Si todos ponemos de nuestra parte, podremos darnos la mejor oportunidad posible en esta carrera, pasar este invierno y disfrutar de la Navidad con nuestros seres queridos”, agregó. Sin embargo, la preocupación aumenta entre los responsables sanitarios del país. Un experto en virología de la Universidad de Leicester dijo a la prensa británica que este aumento era de esperar luego de que el gobierno levantara todas las restricciones en julio pasado. Para el científico resulta “sorprendente” que muchos hayan aceptado el aumento gradual de casos y muertes por coronavirus simplemente como una convivencia necesaria con el virus, o como una consecuencia inevitable de la apertura de la economía y las escuelas.
También en Rusia el aumento de casos está poniendo en jaque al sistema de Salud y a las autoridades. Por eso, el alcalde de Moscú debió establecer nuevas restricciones, luego de contabilizar en las últimas 24 horas más de 1.000 muertes asociadas a la enfermedad (un nuevo máximo diario), y más de 33.000 contagios en todo el país. Entre otras medidas, Serguéi Sobianin anunció que desde el 25 de octubre, y hasta el 25 de febrero de 2022, las personas mayores de 60 años y quienes padecen enfermedades crónicas deberán aislarse en sus hogares. Además, los empleadores tendrán que aplicar el teletrabajo para al menos el 30% del total de su personal, y se extenderá la vacunación obligatoria al 80% de los trabajadores de servicios. El problema es que, a pesar del impulso puesto en las campañas de vacunación, los rusos se resisten a inocularse. En un país de 146 millones de personas, sólo 45 millones, el 32%, cuenta hasta la fecha con la pauta completa de vacunación, y varios sondeos muestran que más de la mitad de la población no planea vacunarse, una situación que fue considerada por las autoridades como una de las causas de la propagación del virus. En un nuevo intento por reimpulsar la campaña de vacunación, San Petersburgo, la segunda ciudad más importante de Rusia, se unió ayer a otras regiones para exigir un pasaporte sanitario para numerosas actividades sociales y culturales, y Vladimir Putin, apoyó una propuesta de su gabinete para implementar una semana no laborable en todo el territorio nacional, desde el 30 de octubre al 7 de noviembre.
Más allá de la negativa de muchos a la inoculación, lo cual está poniendo barreras a los esfuerzos que realizan los gobiernos del mundo para superar esta crisis, están también las dificultades para conseguir las valiosas dosis. En ese sentido, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) debió salir a reclamar nuevamente una distribución más justa de vacunas frente a la apropiación inescrupulosa que evidencian las economías más poderosas del planeta. Ayer, el organismo envió cartas a los países que integran el G7 y el G20, a las empresas farmacéuticas, a la Unión Europea (UE) y a la Organización Mundial del Comercio (OMC), reiterando el “urgente” reclamo para una distribución justa de las vacunas contra el coronavirus que desde hace varios meses sobran en los países ricos y faltan en los de menos recursos. “Las misivas abogan por una acción colectiva urgente para lograr un acceso equitativo y universal a las vacunas contra el covid-19”, informó la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Según la nota, los “esfuerzos importantes” realizados hasta el momento “no son suficientes” para garantizar un acceso equitativo, justo, seguro, oportuno y universal a las vacunas. Las cartas también abordan la desigualdad de acceso a los medicamentos, a las tecnologías de atención a la salud, a los diagnósticos y tratamientos contra la enfermedad, lo que afecta la situación de los derechos humanos, especialmente de las personas que viven en países de ingresos bajos y medianos.
Lamentablemente, en los últimos dos años, las noticias que nos llegan desde el invierno boreal resultan un adelanto de las experiencias que haremos aquí, apenas unos meses después. Y en ese sentido, vemos que, en esta crisis sanitaria, las decisiones políticas juegan un rol más importante que el trabajo realizado por médicos y expertos, porque condicionan sus acciones y determinan sus recursos. Por lo tanto, las estrategias para superar la pandemia son 100% políticas, y requieren de una mirada conjunta y colaborativa. Algo que, por desgracia, no está ocurriendo. Me pregunto: ¿hasta cuándo la ceguera y el cortoplacismo influirán en las decisiones de quienes nos gobiernan? O mejor aún, ¿qué palabras debemos gritar para ser escuchados?