Especial para El Ciudadano
“Hubo momentos intensos en estos días, pero el punto de inflexión fue cuando vi por primera vez un camión refrigerado en la puerta del Hospital New York Presbyterian, en el Upper East Side de Manhattan. Escuché un ruido muy fuerte y me explicaron que era el motor para mantenerlo frío; para convertir ese camión en una morgue. Ese día se me estrujó todo. Y de a poco la ciudad se convirtió en una morgue móvil, los empezamos a ver frente a cada sanatorio. Pronto, cada hospital tenia uno o mas de estos camiones al lado y New York se convirtio en una morgue sobre ruedas. De ahí, los cadáveres van a la funeraria, o a Hart Island, la isla en El Bronx a la que llevan a las víctimas que nadie reclama”. Silvina Sterin Pensel es periodista argentina y vive en la Gran Manzana hace casi veinte años. Es corresponsal de Radio Francia Internacional y ahora cuenta a El Ciudadano la experiencia de estar en el foco mundial del coronavirus. Este domingo 3 de mayo, para tener una referencia, en el Estado de Nueva York se habían dado ya 24.576 muertes oficializadas por la pandemia.
A diferencia de lo que sucedió en Argentina, o en otros países del mundo, en Estados Unidos la respuesta al COVID_19 depende de algunas decisiones nacionales, como el (tardío) cierre de sus aeropuertos y de otras a nivel de provincias, que allí se denominan Estados. “No hubo una respuesta coordinada por el presidente para todo el país, sino que cada gobernador lo debía decidir como mejor le pareciera. En el caso de Andrew Cuomo, lo llamó ‘Nueva York en pausa’ y se inició el 22 de marzo. El Estado tiene 19 millones de habitantes, de los cuales 9 viven en la ciudad, en NYC, con un nivel de superpoblación y densidad importante. New York City es la ciudad con mayor cantidad de escuelas públicas del país, con más de un millón de alumnos. Por eso, sin clases, con recomendación de teletrabajo y al cerrar restaurantes y teatros, se vieron esas fotos emblemáticas, de Broadway o Times Square sin gente”, recuerda Sterin Pensel.
Cuarentena a medias
Aunque sin coordinación de las autoridades nacionales y provinciales más medidas laxas, la responsabilidad colectiva, no fue la mejor, no obstante la gran cantidad de contagios: “Apenas había un día con buen clima, el Central Park se llenaba. El subte, por ejemplo, nunca dejó de funcionar. La decisión era personal y Cuomo decía ‘No voy a obligar a nadie a quedarse en su casa con regulaciones’. Lo que hicieron acá fue presentar los datos, la información y que cada cual actúe en consecuencia”. Por eso en el peor momento, cuando teníamos más de 800 muertos por día en el Estado neoyorquino y empezamos a ser el foco de la pandemia a nivel mundial, era muy chocante la imagen. Por mi trabajo y por estar siempre en contacto con la Argentina, yo veía como ustedes allá tenían una cuarentena estricta y me daba impresión como acá las hamacas seguían llenas de chicos, sin cuidados. Empezaron poniendo carteles que decían ‘Jugá en esta plaza bajo tu propio riesgo’, hasta que después lo cambiaron por un candado. Habían dicho que la gente dejara de jugar deportes en equipo pero seguían jugando al básquet o al fútbol; entonces al cabo de unas semanas, quitaron los aros de los parques y dieron vuelta y encadenaron los arcos. En el medio, se perdió tiempo valioso”.
El gobierno de Donald Trump, fue variando sus respuestas ante la crisis. Primero ridiculizó al coronavirus, luego cuando pasó a Europa, aseguró que su país “no iba a llegar”. Luego lo empezó a llamar el “virus chino”. Cuenta Silvina Sterin Pensel: “Eso acá trajo consecuencias tremendas, hay mucha población asiática en New York. La gente salía con desinfectante a la calle y cuando veía asiáticos, le tiraba con aerosol o los empujaba. A los seguidores de Trump, esto los enfervorizó, acordate que este es un año electoral. También habrán visto que en sus conferencias de prensa ha dicho cosas irracionales, como la de preguntar en público si inyectándose limpiadores líquidos no se podría matar el virus. Un delirio, pero hay gente que ve en la autoridad presidencial una seriedad tal, que algunos terminaron internados intoxicados por tomar Lysoform”.
El sistema de salud de la ciudad de Nueva York, según su alcalde demócrata Bill De Blasio, era “el mejor del mundo” y estaría en condiciones de hacer frente a la crisis. Sin embargo, fue sobrepasado. No hay explicación certera todavía sobre qué fue lo que pasó. Pero entre la multiplicidad de causas, Silvina Sterin Pensel elige tres: “Somos una ciudad con mucho turismo y tráfico aéreo. Entran 70 millones de turistas por año, 15 millones de ese total son turistas extranjeros. La primera medida de Trump, que fue tardía y de la cual se jacta, fue cerrar los vuelos desde China. Pero el virus ya estaba en Europa y los pasajeros siguieron llegando desde ahí por varias semanas sin ningún tipo de control en el aeropuerto, hasta que en un momento se dieron cuenta que ya había muchísimos contagios con circulación comunitaria. Pero además, vivimos hacinados. Estamos todos juntos. En las calles, en el subterráneo, en departamentos muy pequeños. Y la población más vulnerable, por último, no tiene adónde quedarse o cómo higienizarse. Para los homeless, por ejemplo, la consigna Quedate en casa significo Quedate en el subway”.
Los subtes y los inmigrantes
El medio de transporte por excelencia en New York es el subte. Funciona las 24 hs y comunica a toda la ciudad. “Siguió siendo la forma de moverse de los trabajadores esenciales para ir a los hospitales, pero no se tomaron las medidas adecuadas. Y había días que estaban llenos, con gente que iba a hacer las compras a algún supermercado más barato que el que tenían cerca. Y para los homeless, que hay miles, las estaciones del Subway son su casa por las noches. Nadie les procuró alcohol en gel, ni mascaras ni cuidados sanitarios. Les cerraron los baños, así que no podían tampoco lavarse siquiera las manos. Y muchos de ellos terminaron infectados, en contacto con enfermeras, médicos y camilleros que pasaban por ahí”, revela la periodista argentina en diálogo con El Ciudadano. Según datos oficiales, 1.500 empleados del subte se contagiaron y 41 de ellos fallecieron por el virus.
En su cuenta de Twitter (@SilSterinPensel) Silvina mostró esta semana en videos la triste historia de Ricardo Ramos, un inmigrante mexicano al que su familia buscaba frenéticamente sin saber que su pariente ya había fallecido por coronavirus. Y no fue el único en terminar así; solo, sin que se notificara de su deceso a sus seres queridos. “Recién hace dos semanas, se implementó un sistema para llevar a los homeless y gente de bajos recursos a hoteles que alquiló el municipio; en su mayoría en Midtown Manhattan. Hoteles que están vacíos y que se pensó podían ser ahora utilizados con este propósito. Se tercerizó con empresas, pero con mecanismos sin claridad, sin monitoreo médico. Cuando alguno moría, el hotel simplemente le daba un check out y lo mandaba a la morgue. Ricardo pasó sus últimos días con otros inmigrantes y homeless, infectado, en una habitación del Hilton Garden Inn, cerca de Times Square, adonde fue puesto en cuarentena con COVID positivo. Lo habían dado de alta de un hospital y había sido transferido al hotel para terminar la cuarentena obligatoria de dos semanas. Un día antes de completarla falleció en el cuarto de hotel sin recibir atención. Como nadie avisó a su familia, ellos lo esperaban en su domicilio de Queens. Su familia estuvo desesperada buscándolo, sin saber cómo había sido su final, ni a dónde lo habían llevado. Finalmente, el cuerpo de Ricardo apareció apilado junto a otros en el camión refrigerado del hospital Mt. Sinai.
La OMS definió como población de riesgo a quienes padecen enfermedades previas, o son mayores de 60 años. Aunque en algunos países, como en Estados Unidos, el factor económico está siendo tan determinante como el clínico. Para Sterin Pensel, los afroamericanos, los latinos y los homeless, han sido muy vulnerables ante la pandemia. “La raíz es la gran inequidad. No tienen acceso a la salud, para empezar y tienen muchas condiciones preexistentes como diabetes. En muchos casos no tienen casa, o no pudieron pagarla al perder sus ingresos diarios. Había mucha información circulando en Facebook de redadas contra indocumentados, cosa que los hizo asustar todavía más por lo que podría pasar de acercarse a un hospital. El propio gobernador Cuomo reconoció que no se pudieron determinar aún las cifras de fallecidos en sus propias casas. Irónicamente, muchos de ellos, inmigrantes sin papeles, son ahora quienes hacen trabajos esenciales. Los chicos de los delivery, por ejemplo, son casi todos latinos. Y están muy expuestos”.
En los bares y restaurantes de New York, casi todos los trabajadores son inmigrantes, muchos latinos. Desde el que lava los platos, el ayudante de cocina, los mozos, todos ellos sin trabajo y con dificultad para tener un plato de comida. Sterin Pensel le pone cifras a la inequidad: “Antes de la crisis había casi un millón y medio de personas con lo que se llama “Food Insecurity” en la ciudad. Ese número aumentó al doble ahora a causa de la pandemia. La mayoría de las escuelas funciona ahora como punto de recolección de viandas. La gente va entre las 7:30am y la 1pm a buscar tres comidas. En algunas zonas del Bronx, Queens o Sunset Park, en Brooklyn, por nombrar algunos de los barrios más pobres, ves filas larguísimas. A veces, la comida no alcanza. Y son miles, que no tienen tampoco forma de acceder a los paquetes de alivio o ayuda, porque son indocumentados”.
Lo que sigue
Con casi 70 mil muertes, Estados Unidos es el país adónde más fuerte golpeó el coronavirus. Y Nueva York adonde hubo más víctimas fatales. “Por eso en el Estado se decidió que las banderas estén a media asta, por duelo. Aunque no ha sido tampoco una decisión nacional. Hay una sociedad muy polarizada y muchos siguen apoyando a Trump, que en las últimas encuestas, tiene más del 40 por ciento de respaldo. La economía del país, con enorme impacto, nadie sabe cuándo y cómo volverá a reactivarse.La cuarentena dura acá hasta el 15 de mayo. Mi percepción es que no va a volver la normalidad ese día, New York esta quebrado; el Estado tiene un déficit de 15 billones de dólares y se pelea con el Gobierno Nacional por recibir ayuda. En cuanto a restaurantes y teatros no está claro cuándo y cómo será la reapertura. Las escuelas, ya sabemos que no volverán en lo que resta del año académico, acá las clases eran hasta fines de junio. Se dieron cuenta que no había tiempo de adaptar cada escuela al protocolo necesario. Los barbijos son recomendación y si bien la mayoría los usa, nadie está obligado por ley a usarlos. En los parques, como en el Central Park, los patrulleros circulan con un mensaje grabado recordando el distanciamiento, pero no mucho más. Sigue siendo una decisión personal”.
“Por mi trabajo, estuve muy cerca de todo lo que está pasando. Decidí hacer una cobertura casi de trinchera. Hablé con paramédicos, estuve en geriátricos, sanatorios, hago notas con homeless, enfermeras, policías. Y tengo la sensación de ir viendo cómo se iba desbordando todo, de escuchar al gobernador decir que había respiradores sólo para una semana más, de ver que faltaban elementos de protección para quienes trabajaban en los hospitales en un ambiente tan delicado con peligro de contagiarse ellos mismos. Todo eso te da una sensación de desamparo muy fea. Aunque en medio del drama, también el confinamiento invisibilizo el impacto. Una vez que se naturalizó para muchos su teletrabajo, las escuelas sin clases o que no podían ir a un bar, decidieron abstraerse de la estela de sufrimiento. Y tenías a miles en sus casas pensando qué rutina de fitness hacer, o qué serie elegir, mientras a pocas cuadras tenían un camión refrigerado en la puerta de un hospital repleto de cadáveres. Pero si no salís, no te enteraste. Esa es otra postal de esta ciudad por estas horas”.
Casualidad o destino, Silvina llegó a New York el 28 de agosto de 2001, para iniciar una maestría en periodismo en NYU, la Universidad de Nueva York, dos semanas antes de los atentados a las Torres Gemelas. Se quedó desde entonces y ahora confiesa: “Me tocó ver desde adentro los dos episodios más dramáticos de una ciudad que amo y conozco muy a fondo. También por mi trabajo y porque yo soy inmigrante me siento cerca de la comunidad latina. Por eso siento como muy personal todo lo que está pasando. Y me duele. Eso intento mostrar en mis coberturas”.