Referente del cine de producción santafesina con una carrera de cuatro décadas, pero también a partir de sus experiencias en la docencia y en el campo de lo teatral, el realizador rosarino Gustavo Postilgione, como otros de sus colegas a nivel nacional, se expresó este lunes por la tarde en el contexto del tratamiento en comisiones de la Cámara de Diputados de la Nación de la Ley Ómnibus que echa por tierra los Institutos de Cine (Incaa), Teatro (INT) y Fondo Nacional de las Artes (FNA), entre más, cambiando o vaciando radicalmente la producción cultural en la Argentina que es de prestigio y reconocimiento internacional.
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Postiglione, que también motoriza la multisectorial por la Cultura local que funciona desde hace un par de semana, planteó: «Todas y todos en algún momento de nuestras vidas nos cruzamos con el arte, con las expresiones de la cultura, porque la cultura es transversal a la sociedad, a las ideas políticas, a las clases sociales. ¿Alguien se imagina una vida sin teatro, sin música, sin libros, sin el cine? La producción cultural se manifiesta transversalmente en una nación».
Un «NO» rotundo: las y los trabajadores de la cultura rosarina, en estado de alerta y movilización
Y siguió: «En momentos como estos parece necesario explicar el rol del arte y la cultura dentro de una sociedad. Se ha intentado establecer que el apoyo a la cultura supone un hecho de asistencialismo para que algunos puedan llevar adelante un hobby y no una profesión. Porque pareciera que el actor o la actriz no debe vivir de su profesión o que el músico no merece el apoyo para realizar un show o grabar un disco. Desde ya que el cine supone un desguace del Estado porque son millones los que se lleva el cine argentino en cada producción, aunque los fondos del Incaa sean propios de la actividad, como los del INT, como los del FNA y como los fondos de la Conabip (Comisión Nacional de Bibiotecas Populares) que provienen de los premios de los juegos de azar».
En el mismo sentido, sumó: «A la cultura se le pretenden derogar leyes y acotar lo más posible su campo de acción, o mejor dicho su campo de acción en relación con la protección necesaria del Estado para existir. Al quitarnos los derechos adquiridos, al quitarnos y limitar las posibilidades concretas de realizar y producir, es un atentado a nuestra dignidad. Porque aparte de artistas somos trabajadores y trabajadoras y la dignidad de un trabajador pasa por el hecho de poder vivir de su profesión, de su trabajo, de su arte o al menos de tratar de hacerlo en un país donde esas posibilidades siempre han estado acotadas, pero estas disposiciones ya establecen el exterminio de la cultura nacional. Si perdemos la dignidad perdemos lo último que puede sostener un ser humano para pararse frente a los suyos, frente a la sociedad. Y oculto en un planteo netamente economicista se esconde lo que realmente subyace detrás de esta ley y que es de carácter simbólico».
«La cultura no es un gasto es una inversión que efectivamente nos hace libres -destacó-. Forma parte de la economía del conocimiento, fundamental para desarrollarnos como nación. Eso lo han entendido todos los países desarrollados que este mismo gobierno toma como referencia y para ejemplo basta un botón ¿sabían que el Estado de California invirtió el año pasado 900 millones de dólares en el cine? ¿Sabían que Estados Unidos es el país donde el 70 por ciento de sus Estados tiene algún tipo de beneficio para la producción audiovisual? Este proyecto intenta bajar el precio de la cultura para hacerla desaparecer. Nuestras profesiones vieron mutar en los últimos tiempos el sustantivo que nos daba identidad para transformarse en un adjetivo calificativo que denosta nuestra actividad. En esta batalla cultural decir actor, actriz, director, escritor, califica para un sector como un insulto. Estos cambios de sentido en una parte de la sociedad cambian la percepción, cambia el significado de las palabras, por lo tanto alteran el conocimiento y genera que que la sensibilidad artística sea atropellada por la emoción de un odio desmedido».
La lucha rosarina, bien encendida para iluminar y decir «NO» al intento de apagón cultural
Ya casi sobre el final, se refirió de manera contundente a las y los legisladores presentes: «¿Debemos repetir una vez más que la producción cultural representa casi el 3 por ciento del PBI y más de un millón de puestos de trabajo? ¿Se puede poner en duda el valor del FNA? Saben que las bibliotecas populares a las que quieren hacer desaparecer son un espacio de contención social y comunitario? ¿Qué tiene de bueno limitar la voz de un músico al desfinanciar el Inamu? ¿Hay que explicar que el INT permite la existencia de grupos de actores y actrices, de salas y de proyectos de las artes escénicas en todo el territorio nacional que pueden expresar sus voces en libertad ¿Es más caro en una ciudad como la mía, Rosario, lograr que una sala de teatro o un taller en una biblioteca popular rescate a un pibe de un barrio de la periferia o preferimos cerrar los teatros, las bibliotecas y que ese pibe trabaje en un búnker para después ir a buscarlo reprimirlo, torturarlo y asesinarlo amparados en una nueva ley de obediencia debida?».
Y poco después cerró: «Esta ley pretende borrarnos, pero el arte ataca con armas nobles. Diputadas y diputados, escuchen y voten en concordancia con esa sensibilidad que seguramente muchos y muchas de ustedes tienen. Porque cuando el arte ataque, ¿quién resistirá cuando el arte ataque?».