La economía, la ecología y la calidad de vida de los habitantes del Corredor Paraná-Paraguay están ligadas de una manera intrincada y confusa, según señaló un informe sobre escenarios posibles para el futuro de los humedales de esta zona, que advierte sobre la necesidad de un cambio en «la escala de valores societales e individuales predominantes» para alcanzar un futuro favorable.
El trabajo, titulado «Escenarios posibles para el futuro de los humedales del Corredor Paraná-Paraguay: Pantanal, Esteros del Iberá y Delta del Paraná», del Programa Corredor Azul de Fundación Humedales (Wetlands International), en el que participaron alrededor de 40 investigadores de Brasil y Argentina, fue presentado este martes durante un encuentro realizado en el Centro Cultural Kirchner (CCK)
La presentación estuvo a cargo del investigador independiente, licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Buenos Aires y doctor en Filosofía (Universidad de Cornell), Gilberto Gallopín, y participaron también autoridades de la Fundación Humedales, funcionarios del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y organizaciones socioambientales en un diálogo colaborativo.
«Estamos en una crisis socioambiental global en la cual los humedales se encuentran entre los ecosistemas más afectados», dijo a modo de introducción el presidente de Wetlands International, Rubén Quintana, y agregó que «por eso, pensar en escenarios posibles es una gran herramienta para que los tomadores de decisión tengan herramientas para construir políticas públicas».
En esta línea, Gallopín comenzó su exposición en La Cúpula del CCK detallando el estado de situación actual con respecto a los humedales del Corredor Paraná-Paraguay.
«Existe una transformación agrícola del suelo, un avance de la frontera agropecuaria que impacta en la condición ecológica y su funcionamiento, en la biodiversidad, sus bienes y servicios ecosistémicos y en las actividades productivas tradicionales locales», dijo.
Describió un presente afectado por la concentración urbana; las grandes infraestructuras hídricas; el cambio climático; la actividad minera, de pesca y caza; y «la falta de coordinación política y acciones institucionales».
Frente a esto, el investigador ahondó en los escenarios posibles desplegados a lo largo del trabajo, los cuales hacen referencia a posibles cursos de eventos «que conducen a un estado de mundo futuro».
Los cuatro escenarios alternativos fueron llamados «Sigamos como siempre», «Reinado de la economía», «Fundamentalismo tecnológico» y «Fin de la infancia».
«Todos los escenarios tendrían un desarrollo similar en el corto plazo (2030)», indicó Gallopín, por lo que distinguió principalmente los escenarios a largo plazo.
Para el 2050 o 2060, el escenario «Sigamos como siempre», que implica un futuro «sin grandes cambios en las políticas nacionales e internacionales», se caracteriza por presentar «humedales irreversiblemente degradados», servicios ecosistémicos reducidos o perdidos, con una calidad de vida empeorada, conflictos sociales permanentes y grandes pérdidas económicas por eventos extremos e incertidumbre, explicó.
Mientras, el escenario «Reinado de la economía» presenta como factor predominante a la «óptica economicista», donde los problemas ambientales son «externalidades que se solucionan con mayor crecimiento económico».
El trabajo prevé para este escenario riesgos de eventos climáticos y ecosistémicos «abruptos», la «desaparición del acervo cultural», y la transformación radical y degradativa de los humedales, entre otras consecuencias.
En esta línea se encuentra también el escenario «Fundamentalismo tecnológico», donde prima «el optimismo tecnológico y el fomento de nuevas tecnologías como las soluciones buscadas a los problemas del desarrollo», describe el estudio.
En tanto, el cuarto escenario, «El fin de la infancia», se identifica con un cambio cultural en la «comprensión y aceptación que la búsqueda de una mejor calidad de vida no es sinónima de la acumulación creciente de bienes materiales», una vez alcanzado lo «mínimo adecuado».
Este escenario se caracteriza por servicios ecosistémicos recuperados, una sociedad «equitativa y próspera» y una calidad de vida «alta y generalizada», los cuales Gallopín graficó con paisajes de humedales florecientes y una amplia vegetación.
Ante estos escenarios, una de las conclusiones a la que arriba la investigación es que «la ecología, la economía y la calidad de vida están interrelacionadas» por lo que existe una «necesidad de políticas integradas».
Frente a «las políticas actuales (que) son inadecuadas para un desarrollo sostenible», es necesario un «cambio en la escala de valores societales e individuales predominantes» concluye el estudio.
Florencia Gómez, secretaria de Política Ambiental y Recursos Ambientales del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, dijo en la presentación que «para poder pensar estos escenarios posibles creemos que es necesario conocer los humedales, inventariarlos de manera coordinada con las provincias».
En este sentido, informó que a través de la Resolución 80/21 publicada en marzo de este año, el Ministerio creó el Programa de Humedales, el cual busca «impulsar la conservación y el uso sostenible de los humedales, así como también asegurar el mantenimiento de los servicios ecosistémicos que brindan».