Yair Cybel / Celag.org
Finalizó en Uruguay el primer debate presidencial de los últimos 25 años. Con una importante expectativa previa, el encuentro que midió a Daniel Martínez (por el Frente Amplio) y Luis Lacalle Pou (por el Partido Nacional), los principales candidatos presidenciales, fue posible gracias al acuerdo entre los canales 4 (donde efectivamente se realizó), 10 y 12, la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU), la revista Búsqueda y el conglomerado de medios públicos.
El evento se transmitió en vivo por todos los canales y la puesta en escena contó con una estética neutra, en colores azul y negro. Los acuerdos previos entre asesores consensuaron que los candidatos estuviesen de pie frente al atril, centrados en un plano general. Desde la organización acordaron que pudieran disponer de hojas en blanco, un bolígrafo y la guía de desarrollo del debate, pero estuvo prohibido el acceso a dispositivos electrónicos. En cuanto al equipo de trabajo, cada candidato contó con la posibilidad de invitar a 21 asesores, aunque solamente seis pudieron estar presentes en el piso, de acuerdo al bloque temático en desarrollo.
Los candidatos disertaron sobre economía, seguridad humana y convivencia, desarrollo humano, y futuro, en ese orden. La dinámica consistió en bloques de cuatro minutos, con un minuto y medio para responder, y un último minuto a manera de cierre. La presentación estuvo estuvo a cargo cargo de los periodistas Daniel Castro, de Canal 4, y Andrés Danza, de Búsqueda, y la moderación de los bloques temáticos. Por el formato del debate, los moderadores tuvieron el rol limitado de leer las preguntas, previamente redactadas por los organizadores, sin poder realizar repreguntas o intervenciones fuera de guión.
La elección presidencial en Uruguay augura un escenario muy polarizado, y este hecho tuvo su correlato en el debate. El candidato del centenario Partido Colorado, Ernesto Talvi, tercero más votado en las internas pero relegado en las encuestas, quedó por fuera del evento y este hecho abonó aún más a que se desdibuje el rol de las terceras fuerzas en una elección muy reñida que, seguramente, se definirá en un balotaje. Otras fuerzas menores, como la novel Cabildo Abierto, del excomandante del Ejército Guido Manini Ríos, tampoco pudieron participar en la discusión.
El azar hizo que el ingeniero Daniel Martínez, intendente de Montevideo, fuera el encargado de abrir la contienda. En el desarrollo del debate se lo notó más cauto y hierático que su contrincante recurriendo, incluso en el minuto de oro, a la lectura del documento que traía preparado. En sus argumentaciones intentó contrastar la gestión del Frente Amplio con los gobierno pasados, enfatizando el crecimiento económico sostenido en los últimos años, las políticas sociales y la redistribución de la riqueza. En el ámbito económico rescató sus logros personales al frente de la gestión de Montevideo. Durante el debate, y de manera transversal, intentó rescatar sus propuestas de gestión, volcó una mirada más programática y defendió la política del Frente Amplio en materia de seguridad, economía y derechos sociales. Entre los principales hitos de un debate que no presentó grandes sobresaltos, destacó el anuncio de que será Gustavo Leal quién lo acompañe al frente de un hipotético Ministerio del Interior y la paridad en la conformación de un futuro gabinete.
Martínez, referente del Partido Socialista, llegó hasta aquí tras ganar las internas del Frente Amplio con el 41,9% de los votos. La alianza que conformó su partido con el Frente Líber Seregni y otros espacios se impuso sobre Carolina Cosse (del MPP, del expresidente Mujica) que obtuvo el 25,5% de los votos y Oscar “Boca” Andrade (Partido Comunista), quien alcanzó el 23% en unas internas donde el Frente Amplio tuvo su peor participación desde que se realizan elecciones primarias no obligatorias abiertas a la ciudadanía. En lo político, Martínez representa el ala moderada de la alianza de gobierno en Uruguay. Comprometido con un proceso de renovación de históricos liderazgos, la irrupción del exsenador y alcalde de Montevideo se enmarca como parte de su cruzada por un trasvasamiento generacional, en el que el candidato desplazó de la centralidad de la campaña a los históricos José “Pepe” Mujica, Danilo Astori y al actual presidente, Tabaré Vazquez.
Hasta el momento, el Frente Amplio ostenta una ventaja en los sondeos que, sin embargo, no le permitiría superar el 50% necesario para evitar el balotaje. Si bien los cierres de campaña del Frente Amplio suelen ser exitosos, y la alianza cuenta con un piso más firme y consolidado que el resto de los partidos, también acarrea una mayor dificultad para sumar votos de terceros actores. A esto se suma que, desde que existe el balotaje en Uruguay, hace más de 20 años, todos los comicios a presidente quedaron en manos de los candidatos que, después de la primera vuelta, lograron construir mayoría en el Congreso. En este proceso se encuentran las diferentes fuerzas que dialogan dentro del Parlamento para asegurarse las voluntades necesarias, una negociación que se presenta más ardua para la formación progresista, por la propia composición de las cámaras y por el buen trabajo de alianzas que ha tejido el candidato blanco.
Tras 15 años en el Ejecutivo, con estabilidad, crecimiento económico y ampliación de derechos, el Frente Amplio carga con el desgaste propio de la gestión. En un hipotético balotaje será importante el rol que desempeñen tanto los indecisos como las terceras fuerzas. En este sentido, Martínez apeló durante todo el debate a la defensa de los indicadores en materia económica y social, buscando rescatar la gestión económica del Frente Amplio y fustigando a su oponente por las malas administraciones de los blancos (como se denomina en Uruguay a los miembros del Partido Nacional) al frente del Ejecutivo y agitando el temor a un cambio de Gobierno que involucione en materia de derechos sociales y distribución económica.
Por su parte, desde el entorno de Luis Lacalle Pou se especula con optimismo con un “modelo 1999”, cuando el Frente Amplio fue la fuerza más votada pero que en segunda vuelta fue superado por una coalición opositora. El senador blanco, hijo del expresidente Luis Alberto Lacalle, es el principal favorito para enfrentar a Martínez en un balotaje donde podría rearticular alianzas. El Partido Nacional llega a los comicios con la mayor participación global en las primarias (39%) y “arranca las elecciones con mayor cantidad de votos, con un liderazgo sin disputa y con la fórmula cerrada”.
Durante el debate, Lacalle insistió en tratar de identificar la longevidad de los tres períodos del Frente Amplio al frente del Ejecutivo como negativos. En particular, destacó que los asistentes de Martínez son los mismos que se encuentran actualmente y hace 15 años al frente del Estado. Muy anclado en la crítica, más volcado al ataque, incisivo y apelando a la idea de un “futuro prometedor” que no terminaba de concretar, Lacalle instó a la reducción de gasto público y al endurecimiento en materia de seguridad, con el pedido universal de licencias y la propuesta de una Ley de Legítima Defensa Policial. A la hora de abordar el tema “futuro” Lacalle centró su exposición en vagos sentidos comunes sobre mejoras en materia de servicios de distribución de agua potable y recogida de residuos. El dato de color es que ambos candidatos optaron por asimilar a su oponente al mandatario argentino Mauricio Macri, sinónimo, a esta altura, de fracaso económico y social.
En lo que va de la campaña electoral, Lacalle Pou ha trabajado sobre los ejes de seguridad pública, desempleo y pobreza pero, como decíamos, una de sus principales líneas argumentativas tiene que ver con la permanencia en el poder del Frente Amplio por tres períodos. “Los mismos hombres y mujeres que hace 15 años están en los mismos cargos o dando vueltas”, es uno de sus principales latiguillos de campaña, que se encarga de repetir en sus apariciones públicas. Asimismo, en los últimos días envió un paquete de emergencia al Parlamento con la intención de instalar y capitalizar el problema de la pobreza y el desempleo en Uruguay. Durante el debate, Lacalle volvió a apelar a esta temática y destacó la necesidad de achicar el gasto público como medio para enfrentar ese problema.
El debate finalizó con un apretón de manos entre ambos candidatos y, a todas las luces, pareció un balance parejo. Un encuentro sin grandes asperezas ni momentos de especial tensión que, sin lugar a dudas, pasará a la historia del Uruguay por ser extraordinario, pero no por ser especialmente vibrante. Si bien Lacalle se mostró más incisivo y convencido, también ahondó demasiado en la crítica, aspecto que Martínez le retrucó: “Siendo oposición es fácil criticar y otros tienen que gobernar”. Mientras el candidato blanco se dedicó a enfatizar los tres períodos de continuidad del Frente Amplio en la gestión presidencial, en una estrategia clara de repite y vencerás, Martínez optó por una estrategia más propositiva, orientada a profundizar líneas de trabajo y reivindicar indicadores favorables (salario, empleo, desarrollo humano) dispersando, quizá en exceso, sus mensajes.
Finalizó el primer round en Uruguay sin un ganador claro en una batalla larga que se acerca a sus instancias definitorias. Al margen de los titulares periodísticos, que optaron por rescatar las principales declaraciones más que por señalar a un ganador, lo cierto es que el abordaje conservador de ambos candidatos, más concentrados en no cometer errores que en arriesgar, hace presuponer un balance pobre en términos de movilidad del voto para tan esperado hito electoral. Está por verse si, a medida que se acerca el desenlace de la campaña y los nervios comiencen a aflorar, los candidatos recrudecerán sus hostilidades. El 27 de octubre será el pueblo uruguayo el árbitro de la contienda.