Podría sintetizar lo que son las primeras lecciones que va dejando la «crisis de las reservas» de la siguiente manera:
En primer lugar, el gobierno no muestra vocación republicana. Un gobierno que la tuviera hubiera planteado el tema del Fondo del Bicentenario en las sesiones ordinarias, o llamado a extraordinarias para su tratamiento.
Al no tomar estas decisiones, está claro que le interesó obviar al Congreso. Me recuerda a los jugadores de fútbol que cuando el referí no los ve, le pegan o escupen a algún adversario. Para algunos la actitud del gobierno es sólo una «viveza criolla» más. Para otros, una actitud «despótica». Lo interesante es que pareciera que una buena mayoría de argentinos ya no queremos ser gobernados ni por «criollos vivos» ni por «déspotas». De modo que la jugada promete terminar bastante mal para el gobierno, que deberá finalmente, a su pesar, llevar la discusión al Congreso.
Por otra parte, el gobierno no muestra vocación de bajar la deuda. Se lo ha llamado «Fondo del Bicentenario para el Desendeudamiento y la Estabilidad». Además de la inestabilidad que está causando, nada tiene que ver con el desendeudamiento. Parecía al principio que se trataba de un fondo de garantías, no para usarse salvo extrema necesidad, y a los fines de bajar las tasas de interés del canje y posibles operaciones posteriores.
Aun si así hubiera sido, está claro que el gobierno hubiera buscado fondos nuevos (tal vez u$s 1.000 millones del canje y tal vez unos u$s 3.000 millones durante el año en colocaciones voluntarias) para pagar deudas, con lo cual bajarían y subirían pasivos sin mayor efecto neto en la deuda. No era una mala idea, aunque no le cabía el término desendeudamiento, ya que era falso que habría de bajar la deuda. Pero Boudou y Feletti se encargaron de explicitar que las reservas se usarían de todas formas para pagar deudas, y que el nuevo probable endeudamiento se usaría para «dinamizar la demanda», y «hacer obras». Es decir, para aumentar el gasto público.
Desde un punto de vista patrimonial estatal, el patrimonio baja si se pierden activos y/o suben pasivos. Pues bien, con el fondo planteado por el gobierno, primero bajaban reservas (activos) y bajaba deuda (pasivos). Y luego, aumentaban deuda (pasivos) para financiar gastos (déficit). Con lo cual, sumando ambos pasos ¡bajaban reservas para pagar gastos corrientes! Claramente, se trata entonces de un Fondo de Descapitalización Estatal (o de Endeudamiento Neto). Es decir, todo lo contrario a lo anunciado.
También, el gobierno muestra vocación por la brutalidad. El grado de autonomía del Banco Central de la República Argentina (BCRA), en la práctica, se había reducido a casi cero: el BCRA aceptaba como válidos los índices muy adulterados del Indec, y la política monetaria fue en todo momento consistente con la verdadera inflación, en torno al 20% anual en los últimos años. El Central incluso fue engañoso en la fijación y cumplimiento de metas monetarias, a fin de disimular el carácter pasivo, convalidante de la inflación, de la política monetaria.
Por estas cosas, Redrado tal vez hubiera debido ser interpelado y eventualmente sancionado por el Congreso. En todo caso, el «mal desempeño» fue el de obedecer mansamente los dictados de los Kirchner que, contrariando el mandato de la Carta Orgánica vigente, nos ha llevado a ser uno de los países de más alta inflación en el mundo. Sin embargo, es tan «bruto» el gobierno, que acorraló a Redrado al punto de no dejarle ninguna salida «elegante», promoviendo el actual enfrentamiento. Por aquello de «más vale tarde que nunca», bienvenidas las muestras de autonomía y valentía recientes de Redrado.
Por otra parte, la sociedad está aprendiendo a valorar la república. Convengamos que como sociedad, nunca le dimos mucha importancia a las instituciones republicanas. Muchos apoyaron el golpe de Onganía, porque Illia era «lento como una tortuga». Muchos aceptaron de buena gana el golpe de Videla, porque lo de Isabelita era «insoportable». El Congreso fue muchas veces vapuleado, y la Corte Suprema ni existía en la consideración pública.
El uso de las reservas es importante para la sociedad, que durante las últimas décadas ha venido aprendiendo que el uso de las reservas es no sólo un tema del Ejecutivo, o del Banco Central, sino algo que le atañe. Sin quererlo, el gobierno ha desatado entonces un debate prometedor. Si los K hubieran tenido vocación republicana, cuidado por el endeudamiento y menos brutalidad, hubieran enviado al Congreso un proyecto, en el que hubieran propuesto, por ejemplo: que se usen reservas para garantizar el pago de la deuda en 2010; o que esas reservas, que quedarían depositadas en el BCRA, sólo se usaran en caso de que, dado el nivel de gasto público presupuestado, la recaudación no alcanzara para completar el pago de las deudas; o que la Argentina procuraría renovar total o parcialmente los vencimientos de deuda mediante colocaciones voluntarias en los mercados financieros locales y externos, siempre y cuando las tasas de interés a pagar resultaran «razonables».
Un esquema así o similar, seguramente hubiera contado con suficiente apoyo del Congreso, que por ejemplo apoyó mayoritariamente que el Ejecutivo aceptara una nueva oferta de canje para «holdouts». Y lo más probable, habría sido que las reservas así «apartadas» finalmente no se hubieran usado.
El tema del uso de reservas ha pasado así a un saludable primer plano, y esperemos que este Congreso lo pueda discutir con serenidad y profundidad durante el año legislativo.
En síntesis, estamos con un gobierno al que se lo ve muy incómodo con la existencia de instituciones republicanas, muy ávido de gastar (seguramente para mantener cierto grado de «fidelidad» política), demasiado brutal en sus procedimientos. Pero hay perspectivas alentadoras: un Congreso con figuras relevantes de la política que promete mucho menos sumisión que antes, una Justicia menos propensa a dejarse avasallar, una opinión pública más interesada en las cuestiones públicas (el funcionamiento de las instituciones republicanas, el uso de las reservas, etcétera).