Una jueza dictó este viernes la prisión preventiva para Pablo Parra, el amigo y vecino detenido como presunto autor del femicidio de Agustina Fernández, la estudiante pampeana asesinada a golpes en julio pasado en la ciudad rionegrina de Cipolletti, tras una audiencia donde la fiscalía aseguró que el imputado la asesinó porque estaba “obsesionado” con ella y reveló que su ADN estaba en un trozo de tela hallado en el sitio por donde ingresó el homicida a la escena del crimen.
La jueza de Garantías Agustina Bagniole resolvió dictarle por el plazo de seis meses la prisión preventiva de Parra (37), a quien la fiscalía y la querella acusaron como autor de un «homicidio triplemente agravado por femicidio, alevosía y también porque había mantenido con la víctima una relación».
“Considero que hay indicios suficientes para sostener que Parra fue el autor de este hecho”, dijo la jueza y fundamentó además la medida privativa de la liberad al dar por acreditado que existe el riesgo procesal de “entorpecimiento de la investigación”, ya que, según afirmó la desvió “desde el minuto cero”.
La decisión fue adoptada tras una audiencia de formulación de cargos que duró más de tres horas, fue trasmitida por el canal de YouTube del Poder Judicial rionegrino y de la que participó el propio Parra, quien vestido con una musculosa amarilla y sentado junto a su abogado solo intervino para dar sus datos personales y presentarse como empleado de una empresa de servicio petroleros.
Una de las pruebas claves expuestas por el fiscal de causa, Martín Pezzetta, para incriminar a Parra, es un trozo de tela azul que quedó enganchado a una concertina (rollo de alambre de púas) ubicado en el paredón por donde trepó el presunto homicida al patio de la escena del crimen y que tenía el ADN de Parra.
Además, mencionó el fiscal y valoró la jueza, que no hay una sola evidencia que indique la presencia de una tercera persona ya que las únicas huellas dactilares o rastros de pisadas, corresponden a la víctima y el imputado.
Incluso, se mencionó que hay pisadas que concuerdan con calzado del acusado, en la parrilla y en una mesita del patio por donde entró y salió el asesino.
A su vez, sostuvo la fiscalía que quien apenas cometido el ataque se llevó los celulares de la estudiante y el imputado, los apagó en el mismo lugar del hecho y que para ello era necesario conocer las claves para desbloquear las pantallas, por lo que creen que fue el propio Parra y que los hizo desaparecer para simular un robo.
Al iniciar su exposición el fiscal Pezzetta explicó que la víctima Fernández (19) residía en la ciudad pampeana de Santa Rosa pero en marzo de este año se mudó a Cipolletti para continuar sus estudios de medicina y fue en ese contexto que en el edificio de la calle Confluencia 1301 donde había alquilado un monoambiente “entabló una relación de vecindad y posterior amistad” con Parra que vivía en el departamento 1 de la planta baja.
El fiscal admitió que “en ocasiones tuvieran relación de intimidad”, aunque aclaró que “sin establecer una relación de pareja o noviazgo, la cual era pretendida por Parra pero no por Agustina”.
Tanto el fiscal como la jueza dieron por acreditado que Parra estaba “obsesionado” con Agustina, en base a lo declarado por las amigas de la víctima.
“Pablo Parra buscaba cualquier excusa para encontrarse con Agustina en el complejo. Esperaba que Agustina saliera para salir él de su propio departamento, cruzarse con ella, entablar una conversación. No era una conducta normal”, mencionó el fiscal.
Incluso, contó que en una ocasión Parra le había regalado “un anillo de compromiso” a la víctima, y también había sacado un viaje para ir con ella a San Martín de los Andes, algo que hizo que Agustina, según sus amigas, le pusiera “un freno”.
Pero para el fiscal, el “detonante inmediato” del femicidio fue que el mismo día, aunque unas horas antes del crimen, Agustina invitó a su departamento al mozo de un bar que había conocido y con el que esa tarde tuvo relaciones sexuales que, de acuerdo a lo declarado por el joven, tuvieron que haber escuchado los vecinos, entre ellos Parra, porque dejaron la ventana abierta.
Por ello, dio por acreditado que aquel 2 de julio, a las 19, Parra buscó cualquier excusa para invitar a su departamento a Agustina, se retiró del mismo con su auto, pero regresó caminando, trepó por una escalera un muro, sorteó el alambre de púas y entró a su departamento por el patio y abordó a la víctima en un ataque que, según la fiscalía, ocurrió en tan solo seis minutos, entre las 19.32 y las 19.38.
Al describir la mecánica del hecho, Pezzetta dijo que Agustina intentó escapar del departamento abriendo la puerta, pero Parra le fracturó algunos dedos de la mano izquierda de un portazo, que luego la “sujetó de los pelos” y la golpeó en dos oportunidades contra un futón.
Según el fiscal, ya con la víctima boca arriba, “la golpeó con un elemento duro y romo sin filo” que le produjo lesiones en la cara, en una mano y el traumatismo craneoencefálico que tres días más tarde le ocasionó la muerte en el hospital.
Siempre según la imputación fiscal, tras ello, y para tener coartada, salió nuevamente por el patio, se fue en el auto a comprar helado, luego también compró dos cervezas en una despensa a la vuelta del complejo y cuando ingresó a su departamento y encontró a Agustina “fingió sorpresa” y pidió ayuda a algunos vecinos para que llamen a la Policía y una ambulancia.
La jueza mencionó “el hecho responde más a una mecánica de desahogo, de bronca por una situación particular, y no como una mecánica de robo”.
“Parra tenía una obsesión con Agustina y ella tenía una relación con otra persona”, remarcó la jueza.
Por último, Bagniole afirmó que el caso también merecía una “visión de género”, y que por ello tuvo en cuenta para mantener detenido al acusado, que las amigas de la víctima que declararon como testigos tengan “temor fundado” si Parra queda en libertad y que incluso eso podría condicionarlas a la hora de declarar en un futuro juicio oral.