Un hombre de 45 años irá a juicio por el homicidio de un amigo, ocurrido en marzo pasado en una vivienda de la zona oeste. El asesinato se produjo cuando, pasados de copas, pelearon por viejos rencores, y uno de ellos terminó muerto de dos puntazos en el pecho. El cuerpo de la víctima, que era conocida por el apodo de Delfín, fue escondido entre unos escombros y encontrado días después, cuando sus familiares comenzaron a buscarlo y denunciaron que un fuerte olor provenía de la vivienda del sospechoso, que intentó cubrir el hedor a putrefacción del cadáver con litros y litros de creolina. El procesamiento fue dictado por el Juzgado de Instrucción de la 15ª Nominación y respaldado por la Cámara de Apelaciones, que tuvo en cuenta la presencia del cuerpo de la víctima en la casa del acusado, los diversos testimonios reunidos en la causa, el accionar del sospechoso –que procuró conocer sobre la búsqueda de la víctima e intentó desorientar a los familiares con el fin de desvincularse del crimen – y la forma en la que se descubrió el cuerpo.
Según se desprende de la causa, el acusado es Roberto M., de 45 años, quien es conocido por el apodo de Chiqui y fue detenido el 7 de marzo pasado en una vivienda de Crespo al 3700, la misma en la que dos días antes había sido asesinado Ariel Sosa, alias Delfín, de 32 años.
De acuerdo con la investigación, la madrugada del 5 de marzo, un hombre conocido como Chino pasó por la casa de la tía de Delfín y lo invitó a tomar unos vinos en la casa de Chiqui, que quedaba a la vuelta. Los hombres se marcharon hacia esa vivienda, ubicada en Crespo al 3700 y a partir de ese momento nada más se supo de Ariel Sosa. Sin embargo, como el Delfín no volvió a su casa al otro día, sus familiares radicaron una denuncia por su desaparición en la comisaría 18ª, que tiene jurisdicción en la zona.
Según el expediente, los días pasaban, y Delfín no aparecía. Fue así que sus parientes comenzaron a buscarlo en diferentes hospitales e incluso en la morgue, hasta que decidieron tomar cartas en el asunto y se dirigieron a la casa del Chino, sólo para descubrir que el hombre se había esfumado y había asegurado la vivienda con un candado en la puerta.
En varias oportunidades fueron también a la casa de Chiqui, pero él tampoco estaba. Sin embargo, los familiares de la víctima se enteraron de que este hombre había estado preguntado por la víctima.
De acuerdo con los testimonio recogidos durante la pesquisa, en una oportunidad un vecino de la zona le contó a la tía del Delfín que Roberto M. había comprado en más de una oportunidad varios litros de creolina, lo que acrecentó la sospecha de la familia, que unos días después se presentó en la vivienda del Chiqui a pedir explicaciones por la desaparición de Delfín.
Según los familiares de Delfín, ellos llamaron a la Policía por el olor nauseabundo que había en el lugar. En las dos habitaciones que conformaban la casa no había nada extraño pero cuando los uniformado se dirigieron al patio se toparon con otra habitación medio destruida y sin techo. La entrada a la precaria construcción estaba cubierta con unas mesas viejas que el personal policial logró remover y allí el olor se hizo insoportable. Contra una de las paredes estaba el Delfín envuelto en una frazada y una cortina manchadas con sangre. Entre las mantas su verdugo le había tirado bolsas de cal y luego, cuando el hedor comenzó a emanar del cadáver, le echó encima varios litros de creolina.
Por el hecho, Chiqui fue detenido y procesado por el Juzgado de Instrucción de la 15ª Nominación. Al parecer, el alcohol que había consumido reflotó viejos rencores entre los compinches que terminó con la muerte de Ariel Sosa de dos puntazos en el tórax.
La Sala III de la Cámara Penal avaló el fallo del juez de primera instancia y confirmó el procesamiento. Los camaristas sostuvieron que además del dato objetivo de la presencia del cuerpo del occiso en el domicilio del encartado, debe valorarse la conducta de éste posterior al hecho. A la vez que sostuvieron que de los testimonios de la causa surge que el lunes siguiente al crimen el acusado concurrió a la casa de la víctima a preguntar si lo habían hallado y si lo habían buscado en “la lagunita”, y que al día siguiente familiares fueron a la casa del sospechoso y este no les permitió el ingreso, pero al hacerse presente el patrullero hallaron el cuerpo de Sosa dentro de la propiedad.