Dos agentes del Comando Radioeléctrico de la ciudad de Roldán fueron procesados por el crimen de un hombre, cometido en septiembre del año pasado durante un confuso episodio que incluyó una discusión y una posterior persecución por la ruta 9. Uno de los uniformados, de 29 años, fue procesado por homicidio calificado por el uso de arma de fuego, mientras que su compañero, de 22, quedó imputado de abuso de autoridad.
El ex barrabrava de Central Guillermo Cristian Ramírez, alias Willy, tenía 32 años, varios antecedentes penales y a principios del año pasado había denunciado a cinco policías por mejicanear ladrones y vendedores de droga (ver recuadro). En la noche del 19 de septiembre de 2010 encontró la muerte durante un oscuro episodio.
Todo se inició cuando dos agentes del Comando Radioeléctrico de Roldán transitaban en un móvil por la ruta 9. Al llegar a la altura del cruce con la ruta AO12, vieron pasar a toda velocidad un Peugeot 504 blanco, sin patente y sin las luces traseras encendidas, con varias personas en su interior, por lo que se inició una persecución.
De acuerdo con la investigación, cuando los policías se acercaron al vehículo para que detuviera la marcha, reconocieron al hombre que iba sentado en el asiento trasero por su prontuario delictivo. A pesar de las advertencias, el Peugeot siguió hasta la intersección con calle Maíz, en la entrada a Roldán. En ese lugar fue interceptado por los policías, quienes se bajaron del auto con el fin de identificar a sus ocupantes (dos hermanos). Siempre según la versión policial, quienes estaban en el Peugeot se negaron a bajar e incluso uno de ellos dejó ver un arma de fuego plateada que llevaba junto a él en el asiento trasero. Al ver el arma los policías retrocedieron y el conductor retomó la marcha, señalaron los pesquisas.
En tanto, a la vera de la ruta 9, un hombre que estaba esperando el colectivo, quien resultó ser hermano de los infractores, vio la escena y decidió ir al rescate de su familia con una piedra en la mano. Entonces, mientras los policías disparaban a los neumáticos del auto, se trabaron en lucha con el tercer hombre, lo que posibilitó que el auto se alejara. El forcejeo terminó cuando el Peugeot frenó de golpe a unos 70 metros de donde había retomado la marcha. La persona del asiento trasero abrió la puerta y salió corriendo con el bolso y el arma en la mano, sostuvieron las fuentes.
Según la Policía, el hermano de Willy (que iba de acompañante en el auto) extrajo un arma y les apuntó a los uniformados, por lo que el agente Raúl Alberto L., de 29 años, sacó su arma reglamentaria y disparó mientras el vehículo se daba a la fuga, circunstancia en la que hirió a su conductor de un balazo en la cabeza. Otra versión indicó que todo se inició por una discusión con uno de los policías que fue subiendo de tono y cuando Willy aprovechó para irse con el auto uno de los efectivos le disparó ocho balazos. La victima terminó con un disparo en la nuca y falleció tras dos días de agonía, en el hospital Centenario.
Enterados del suceso, los familiares de Willy llegaron hasta el lugar donde Ramírez terminó herido y comenzaron a agredir al personal que estuvo involucrado en la balacera y a los policías de la comisaría de Roldán que habían llegado minutos después. Como saldo, los dos patrulleros quedaron destrozados.
Por su parte, los dos agentes, uno de ellos con una antigüedad de más de 2 años y el otro con pocos meses en la fuerza, fueron pasados a disponibilidad por orden de las autoridades de la UR XVII.
Una causa confusa
Una vez agotada la investigación sobre la responsabilidad de los funcionarios policiales en el hecho, el fiscal de la causa –Donato Trotta– pidió el sobreseimiento de los uniformados al entender que actuaron en cumplimiento del deber de resguardar la seguridad pública, mientras que la querella solicitó el procesamiento con prisión preventiva por homicidio doblemente calificado por el uso de arma de fuego y por ser miembro de la fuerza pública.
La jueza de Instrucción de la 6ª Nominación, Raquel Cosgaya, no compartió la postura del fiscal, al sostener que los uniformados conocían a los ocupantes del auto y por ende también sabían en qué vehículos se movían, y desechó la versión de que pararon el auto para identificarlos.
Si bien la jueza entendió que los testimonios, tanto de los hermanos de la víctima como de los imputados, por diversos motivos (unos por ser familiares de Ramírez y otros por encontrarse involucrados en la causa) están teñidos de subjetividad, los analizó a la luz de los peritajes y la reconstrucción del hecho y concluyó que la versión policial no tenía consistencia.
“No se acreditó la existencia del arma con la cual los policías fueron amenazados, a la vez que se constató durante la reconstrucción del hecho la oscuridad del lugar donde se produjo el supuesto enfrentamiento, lo que descartó la posibilidad de que los uniformados hayan visto un arma desde la posición que cada uno dijo tener respecto del auto donde iba Willy”, remarca la resolución judicial.
La jueza Cosgaya entendió que la reacción de Raúl L. fue desproporcionada. “Se ha concluido que no era para identificarlos pues sabían de quiénes se trataba. Y la infracción de tránsito detectada (en relación con la falta de patente trasera) no resulta ser un motivo válido para que ante la negativa de Guillermo Ramírez a descender del rodado, culminara con la muerte de éste a través de disparos que Raúl L. efectúa con su arma reglamentaria”, refiere el fallo.
Por todo ello la jueza procesó a Raúl L. por el delito de homicidio doblemente calificado por el uso de arma de fuego y por la calidad de funcionario policial. En relación con el otro agente que estaba en el patrullero, el suboficial Cristian P., la magistrada dispuso el sobreseimiento por el crimen aunque lo encontró responsable del delito de abuso de autoridad al entender que su conducta fue arbitraria y abusiva al consentir la detención del auto sin motivos.
