Hace poco más de tres meses una pelea entre vecinos por una deuda de 500 pesos que un albañil mantenía con el almacenero de la cuadra terminó de la peor manera cuando un disparo intimidatorio contra la humilde vivienda atravesó la puerta de chapa y dio en la cabeza del deudor, que falleció minutos después. Por ese hecho, ocurrido el pasado 10 de junio en Villa Gobernador Gálvez, el juez Javier Beltramone procesó ayer por homicidio agravado por el uso de arma de fuego y portación ilegal de arma de guerra al dueño de la granjita, de 29 años, conocido en el barrio con el apodo de “Chapulín”, quien se entregó a la Justicia dos semanas después del trágico episodio.
Según varios testimonios recolectados por el titular del Juzgado de Instrucción de la 9ª Nominación, una discusión entre la víctima, Diego Rivero, y el imputado, conocido como Chapulín, tuvo lugar momentos antes del fatal desenlace que se habría desencadenado por una deuda de 500 pesos.
Según la versión de la esposa de la víctima, su marido le debía esa suma de dinero al almacenero que ese día había ido a reclamársela. La mujer dijo que ambos hombres entablaron una fuerte discusión en la puerta de su casa, ubicada en calle Lavalle al 2400, por lo que su marido le pidió que entre con los dos hijos pequeños a una habitación.
Fue desde allí donde su esposa dijo que escuchó el primer disparo y vio a su marido ingresar a la vivienda. Pero un segundo disparo retumbó dentro de la humilde casita y la mujer vio desplomarse a Diego, pese a estar la puerta cerrada.
Más tarde se corroboró que uno de los dos tiros efectuados en el frente de la vivienda a modo de intimidación, atravesó una puerta de chapa y dio justo en el ojo del dueño de casa, provocándole la muerte diez minutos después.
Más tarde la mujer amplió su testimonio y agregó que dos semanas antes que ocurriera el hecho, el Chapulín le dijo a su marido que le daba dos semanas para que le pagara lo que le debía porque sino «lo iba a hacer cagar”.
Diez días después del homicidio el imputado se presentó de forma espontánea en Tribunales, donde negó los hechos y aseguró que no disparó ninguna arma, aunque reconoció no recordar qué fue lo que pasó luego de la discusión entablada con Diego, a quien acusó de haberlo amenazado con un arma blanca.
En su indagatoria, el Chapu dijo que a la víctima la conocía porque vivía al frente de su casa y siempre le pedía dinero, a lo que él accedía. Señaló que el día del hecho él iba en su auto a hacer unos mandados para la granja y Rivero lo paró y le pidió dinero y él se negó porque estaba apurado.
Pero que a la vuelta su vecino lo volvió a increpar diciéndole: «¿Qué sos, guapo?», al tiempo que le tiró varios puntazos con un cuchillo que sacó de la cintura y amenazó de muerte a sus hijos. En la indagatoria “refiere que luego de ese momento no registra más nada y que el recuerdo más próximo que tiene es a su persona corriendo para el lado del cementerio, sin ningún arma en la mano”, especifica la resolución judicial.
Durante la misma indagatoria, el joven dijo que llamó a su padre para preguntarle qué pasaba y su progenitor le informó que había hecho “una macana”. Sobre la posesión de un arma de fuego, el imputado dijo que en una oportunidad que llevaba a su hija al jardín encontró un arma en la calle que dejó debajo del asiento del auto y la cual no recuerda haber usado en ese momento. Sin embargo asume haber sufrido mucho nerviosismo cuando su vecino “sacó el cuchillo” y le dijo que iba a matar a sus hijos, que entró en shock y a partir de ahí no recuerda más nada.
En relación a la deuda que la víctima mantenía con él, expresó que su vecino tenía fama de violento, de haber matado a dos personas en Corrientes, y que por eso tenía miedo y le daba dinero cuando podía.
Para el juez Beltramone, el testimonio de la esposa del fallecido es coherente, verosímil y carente de mendacidad alguna pese a que pueda ser naturalmente restringido en su valoración. El magistrado valoró “la sinceridad” de la mujer “en admitir no sólo la deuda de dinero que tenían, sino también la discusión previa entre su marido y el Chapu, disputa que aún de haber existido, “no limita ni elimina la responsabilidad penal” del imputado.
En relación a la discusión previa y al supuesto uso de un cuchillo por parte de la víctima, Beltramone asume que sólo es advertida por los testigos ofrecidos por la defensa, que son dos hermanas cuyo testimonio es de “escasa credibilidad”.
El juez argumenta esta conclusión ya que las mujeres “señalaron que estaban en su casa y escucharon un griterío, griterío que toda la cuadrilla de trabajadores de la Municipalidad de Villa Gobernador Gálvez que se encontraba cerca del lugar no escuchó”.
Según el testimonio de las hermanas, cuando salieron a ver qué ocurría, vieron que el almacenero bajaba de su auto y a Rivero insultándolo, y luego a éste último sacando una cuchilla de la cintura y tirarle un puntazo al almacenero, quien lo esquivó y salió corriendo.
Las dos mujeres dijeron también que tras ese rápido incidente, Rivero corrió a Chapulín al tiempo que le gritaba: «Te voy a abrir la panza donde te encuentre. Ahora busco un arma y te doy para que tengas, cagón; voy a prenderle fuego a toda tu familia».
Aunque luego ambas mujeres relataron que todo se calmó hasta que apareció caminando Chapulín con un arma en la mano y cuando la estaba levantando con intenciones de efectuar disparos al aire, se le escaparon dos tiros.
En el barrio, nadie entendió que pasó hasta varios días después, aunque los rumores y sospechas continúan. El Chapu tenía un almacén próspero que le permitió construir la casa más grande de la cuadra, donde vivía con su esposa, tenía una banda de música y nadie dudaba de que fuera “un buen tipo”.
Diego, por su parte, era oriundo de Corrientes y residía en la zona desde hace aproximadamente dos años. No le iba bien, ya que no contaba con trabajo fijo, por lo que el lunes 7 de junio pasado, tres días antes del fatal episodio, había puesto en venta su casa, para conseguir dinero y pagarle la deuda al Chapu, aunque no llegó a hacerlo.