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Producción nativa, una clave para poner a salvo la Amazonia

Experto ambiental brasileño subraya que lo que queda de la deforestación de la selva no tiene potencial máximo ni para ganadería ni para la soja. Pero si se recupera lo que había se puede generar un ciclo sustentable y de mayor valor

Sputnik

La Amazonia brasileña enfrenta los peores incendios en cinco años, causados por la quema de áreas deforestadas, en su mayoría de forma ilegal, para preparar el suelo para actividades ganaderas y agrícolas. Según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), la deforestación entre agosto de 2017 y julio de 2018 alcanzó en la Amazonia 7.536 kilómetros cuadrados, un 8,5% más que en el mismo período interanual anterior, aunque un 73% menos respecto de los datos de 2004 (27.700 kilómetros cuadrados), cuando el gobierno del petista Luiz Inácio Lula da Silva lanzó el Plan de Acción para Prevención y Control de la Deforestación en la Amazonía (PPCDAM).

La cuenca del Amazonas cubría originalmente 6,2 millones de kilómetros cuadrados y es compartida por nueve países –Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guayana, Guayana Francesa– pero en las últimas décadas ha perdido más de 1 millón de kilómetros cuadrados por la deforestación, según científico brasileño y Premio Ambiental Volvo Carlos Nobre, debido a actividades como cría de ganado, agricultura y minería.

Nobre, graduado en ingeniería electrónica que en 1975, al año siguiente de recibirse, empezó a trabajar en el Impa, explicó que en los últimos 12 meses, las tasas de deforestación de un 20 a un 40% más altas, y de ese total del 70 al 80% de la deforestación que ocurre en la Amazonía es ilegal. “Por lo que si Brasil trabaja para lograr esta meta (deforestación cero) podría significar al menos del 70 al 80% de reforestación”, se entusiasma.

Según Nobre, lograr la meta de deforestación cero es viable, ya que han sido abandonadas 130 millones de hectáreas deforestadas que pueden recuperarse, mientras que la actividad ganadera y agrícola actual podría reducirse si se explota el potencial de la selva.

“La deforestación cero es posible porque la productividad del área deforestada en la Amazonia para grandes tierras, pastoreo, agricultura, en particular soja, es muy baja”, argumentó.

El científico destacó que, contrario a su exuberancia natural, la actividad agrícola ganadera en la Amazonia tiene una productividad que es “como máximo”, la tercera parte de las llanuras fértiles, mientras que la soja alcanza el 40% de su rinde potencial. “Existe mucho margen para reducir el área de pastoreo o cultivos y recuperar la selva, porque la Amazonía tiene un potencial tremendo para la recuperación”, destaca.

 

Bioeconomía

La comunidad científica ha advertido que si continúan o aumentan las tasas de deforestación inevitablemente se perderá la parte de bosque tropical de la Amazonía, que pasaría a tener características de una sabana degradada.

“Esto implica que cambie la vegetación, que haya menos biodiversidad y una temporada seca más larga, además del impacto en la captura de dióxido de carbono”, dijo Nobre.

El científico agregó que el punto de inflexión para ese cambio a una sabana degradada es una deforestación de más del 20-25% si continúan las tasas vistas hasta ahora, y que ese momento “estaría cerca, entre 15 a 30 años”, si no se reduce a tiempo. “Si el ritmo de deforestación aumenta considerablemente en los próx imos años, entonces serán 15, si se mantiene serían unos 30 años”, advirtió.

“Si pasamos ese punto de inflexión cambiamos el clima regional y entonces comienza a acelerarse el ritmo de sabanización, lo que significa que entre los próximos 30 a 50 años el sur, este y centro de la Amazonia se convertirá en una sabana degradada. No es algo que ocurra en uno o seis meses, es un proceso lento”, explicó Nobre.

Para evitar llegar a ese quiebre, el experto ambiental sugiere que además de la recuperación de bosques tropicales hace falta una mayor conciencia de los consumidores y una producción sostenible responsable desde la Amazonia. Y sostiene que puede lograrse en el corto plazo: “La mayoría de los productos de la Amazonia (carne, soja, madera) son consumidos localmente, no son exportados a Europa, Japón o China. Los consumidores latinoamericanos deben convertirse en consumidores más responsables, deben de demandar un certificado y no consumir productos de áreas deforestadas”, afirmó. En contrapartida propone una producción vinculada a las plantas y especias nativas de la región: “El potencial para aumentar la productividad y las ganancias provenientes de la agricultura y de la ganadería es tremendo. Esta nueva economía de una agricultura más productiva significa mejores trabajos, mejores ingresos, por lo que esas personas trabajando en el área, en los campos, también se beneficiarían de una mayor productividad”, señaló.

El presidente ultraderechista Jair Bolsonaro ha afirmado que la protección en la Amazonia obstaculizan el crecimiento y, en medio de un recorte de gastos del gobierno federal, redujo el personal y el presupuesto del organismo de fiscalización ambiental, Ibama, lo que dificulta el control de delitos cometidos contra la selva.

 

Protección de fondo

En 2019, se han registrado casi 73.000 incendios entre enero y agosto, en comparación con los 39.759 en todo 2018, según las últimas cifras del Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil, que monitorea los incendios forestales en la región amazónica. Carlos Nobre destaca que no se trata de incendios naturales: “Son inducidos por el hombre, generalmente por agricultores y ganaderos”.

El científico da cuenta de que el Inpe monitorea con satélites para detectar puntos calientes relacionados con los incendios. “Por lo tanto están midiendo incendios que son para fines agrícolas y también queman la selva. Hemos visto estos incendios durante muchas décadas. Pero desafortunadamente, el número es muy alto este año”, remarca, y apunta a la responsabilidad de la gestión de Jair Bolsonaro: “El nuevo gobierno de Brasil está fomentando estos modelos de desarrollo agrícola. Incluso el presidente lo está alentando, haciendo declaraciones casi diarias diciendo que la agricultura es un sector económico poderoso para Brasil y que la frontera agrícola debe expandirse. Es decir, que no hay ni un mensaje oculto. Es de hecho un mensaje claro hacia los granjeros y ganaderos: son héroes que deberían ampliar la frontera agrícola, porque colaboran a que haya progreso e ingresos, lo que no es necesariamente cierto”.

“El otro problema más urgente –sostiene el científico– es la rigurosidad en términos de aplicación de la ley. Hasta el 80 por ciento de la deforestación en la Amazonía brasileña es ilegal. Entre 2005 y 2014, las tasas de deforestación disminuyeron, porque había muchas más medidas de control. Muchos de los culpables de estos delitos ambientales fueron arrestados. Hubo campañas contra la deforestación ilegal y también campañas contra el uso del fuego. Pero desafortunadamente esas campañas han terminado. Así que ahora estamos viendo un aumento de la deforestación y de los incendios”.

El cambio de gobierno de Brasil también sumó el rechazo a fondos que fluían desde Europa destinados a la Amazonia. Nobre resalta casi como una suerte que los otros países con región amazónica no hayan tomado el mismo camino: “Las subvenciones eran muy importantes. Esos fondos de Noruega y Alemania eran fundamentales para demostrar cómo podía seguir desarrollándose la Amazonia sin talar bosques, sin incendios y empoderando a las comunidades locales. Así que creo que sería muy negativo para el futuro de la Amazonia si nosotros, los países amazónicos, en particular Brasil, perdiéramos ese apoyo de otros países que demuestran que hay alternativas. Dado que los políticos en el poder en muchos países amazónicos no comparten esa visión, es importante que estos países reciban ayuda internacional”, concluyó.

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