Ricardo Antunes*
Parto de tres ideas muy simples de la vida cotidiana. Durante la pandemia tuvimos señales de que el aire ha mejorado. Fue cuando hubo un confinamiento, cuando el transporte dejó de circular y las fábricas pararon que empezamos a respirar mejor. A partir de la experiencia de la pandemia podemos pensar en los puestos de trabajo que la sociedad merece recuperar. Tenemos que reducir brutalmente las actividades destructivas. Por ejemplo, dejar de producir autos y producir trenes, buses e invertir en transporte público. De nada sirve empezar a pensar en un coche eléctrico cuando en cualquier capital estamos atascados en el tráfico durante horas. ¿Perjudica esto a los grandes intereses capitalistas? ¡Vamos! Por eso es complicado.
La primera pregunta es pensar: ¿producir qué y para quién? La segunda es: si tienes cientos de millones de personas que trabajan 12, 14, 16, 18, 20 horas, y si tienes cientos de millones de personas más que no trabajan, necesitas reducir la jornada laboral para que todos tengan trabajo. Pero, ¿Qué pasa con el “objetivo”? El objetivo es un bicho raro. ¿Conoces alguna empresa que diga que el objetivo es la felicidad del trabajador, que es que regrese a casa, encuentre a su pareja, a sus hijos, se olvide del trabajo y del celular y regrese al trabajo el lunes? ¿Quién está saliendo de esto?
Para enfrentar el problema de la destrucción de la naturaleza, uno debe cambiar la forma de vida. ¿Por qué necesitamos el coche del año, por qué no podemos tener una infraestructura que incluso muchos países capitalistas tienen, como el ferrocarril, el sistema de metro, un sistema de transporte público? Aquí está la versión colonial del American Way of Life.
La segunda pregunta es preguntarse cuáles son los trabajos vitales. El trabajo es un valor, y ese valor que el sistema antisocial del metabolismo del capital ha convertido en una devaluación, o un no valor, para crear más valor. El trabajo nació con el primer hombre y la primera mujer y es necesario reproducir nuestra vida. Pero el sistema capitalista introdujo una segunda naturaleza: producir para enriquecer a alguien. No importa si estoy produciendo flores o bombas, medicamentos o narcóticos. Así que tenemos que reducir el tiempo de trabajo y preguntarnos: ¿producir qué y para quién? Necesitamos desprivatizar y desmonetizar la vida. Esto es complicado, pero hay una alternativa: otra pandemia que mata a unos cuantos millones más. Rosa Luxemburgo habló hace un tiempo: “Socialismo o barbarie”. Si estuviera viva, diría que ya estamos en la barbarie.
¿Qué es reinventar una nueva forma de vida? Es una ruptura radical con el mundo en el que vivimos hoy, si no vamos a morir antes, nuestros hijos no sobrevivirán y nuestros nietos ni siquiera existirán. Decir esto hoy es obvio, y por lo tanto es un capitalismo pandémico. ¿Qué pueden hacer los intelectuales públicos? He dicho en mi trabajo de investigación que estamos viendo dos extremos en el mundo del trabajo: el trabajo intermitente y uberizado, sin derechos, y la industria 4.0. Uno se queda sin trabajo, porque todo es robótico, y el otro precario. Son dos extremos del mismo vilipendio. ¿Es esa la humanidad que queremos? No es casualidad que diga en uno de mis libros: Trabajo uberizado, capitalismo de plataformas e industria 4.0, son los icebergs a la deriva los que, asentándose en cualquier corriente y en cualquier lugar, hunden los barcos. Charles Dickens, Tiempos difíciles. Es decir, los barcos se están hundiendo. ¿Y quiénes son los barcos? Humanidad. ¿Y quién se hunde primero? Los negros, los negros, los pobres, los inmigrantes, los indígenas, luego la clase media. Y cuando la alta burguesía baja, ya ha encontrado otro espacio. ¡No puedo hacerlo!
La historia es impredecible, podemos cambiar sustancialmente el mundo y puede terminar en una guerra nuclear que, en pocos minutos, no habrá dejado nada o puede terminar porque el aire que respiraremos en 10,15 años se volverá irrespirable. Es en este sentido que la reinvención de otra forma de vida es urgente. Muchos investigadores han estado diciendo durante un tiempo que estamos terminando una era. No es seguro si esta era de antropoceno o capitalismo destructivo será reemplazada por algo mejor, peor o si desapareceremos. Una recuperación de los ideales socialistas apunta en la dirección del bien común. Por lo tanto, la experiencia de las comunidades negras, quilombos, comunidades originarias, es vital. Estos son los puntos de partida.
El mundo no es una sucesión de confusiones, es una sucesión de horrores y momentos más felices y, en medio de esto, rupturas y transformaciones. Modestamente, digo que si sigue así, no es que en el futuro no haya más vida, ya lo estamos sintiendo, ninguno de nosotros sabe si mañana o más tarde nos contagiaremos de una de estas contaminaciones o de una de estas enfermedades derivadas de pesticidas que ya llegan a millones. Ese es el problema. Así que no hay alternativa: o cambiamos el mundo o este mundo acabará con la humanidad: la humanidad misma será capaz de acabar con la vida humana.
*profesor Titular de Sociología del Trabajo en el Instituto de Filosofia e Ciências Humanas de la Universidade Estadual de Campinas (Brasil) y autor, de entre otros libros de Los sentidos del trabajo; Adiós al trabajo; además ha publicado Riqueza e miséria do trabalho no Brasil, Vol. I, II y III.