Gabriela Einsick*
La doctora en Inmunología Juliana Cassataro, líder del equipo de investigadores que desarrolló la vacuna nacional Arvac Cecilia Grierson contra el covid-19 que está en fase clínica, se manifestó convencida de que “tener independencia y capacidad de producir nuestras vacunas es estratégico”, sobre los orígenes del proyecto y sus próximos pasos.
El Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB) de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) es un moderno edificio de diseño sobrio y rectangular, rodeado por otros, de aspecto fabril o futurista, dentro de un antiguo playón ferroviario reconvertido en Campus universitario. Sus cuatro pisos de laboratorios modernamente equipados no tienen nada que envidiarle a las mejores universidades y centros de investigación extranjeros.
En el laboratorio de Inmunología que dirige Juliana Cassataro se gestó el proyecto de la Arvac Cecilia Grierson, la primera vacuna argentina contra el covid-19 que pasó a la fase clínica de ensayos, y esperan que pueda estar disponible para ser aplicada entre fines de este año y comienzos de 2023.
Bióloga de la Universidad Nacional de Mar del Plata y doctora en Inmunología en la Universidad de Buenos Aires, investigadora del Conicet y especialista en inmunología, enfermedades infecciosas y desarrollo de vacunas, Cassataro está al frente de un equipo de nueve personas. Este grupo, junto a investigadores y profesionales del laboratorio y la Fundación Pablo Cassará desarrollaron la vacuna nacional que en marzo de este año obtuvo la aprobación de la Anmat para comenzar la fase I de ensayos en humanos, todo un hito para la ciencia argentina.
Una vacuna de refuerzo para inmunizados que puede adaptarse a las variantes de circulación local y regional
Sobre qué características tiene la vacuna Arvac que está desarrollando con su equipo, la investigadora señaló: “Es una vacuna de segunda generación para el covid-19. Esto quiere decir que ya no tiene la secuencia del virus de Wuhan, sino que ha sido actualizada con una nueva variante. Está pensada, además, como una vacuna de refuerzo para personas ya inmunizadas, y que puede adaptarse a las variantes de circulación local y regional. La plataforma con la que fue desarrollada es una tecnología ya conocida y de la que hay capacidad instalada en nuestra región, basada en proteínas recombinantes. Es la misma que se usa para producir vacunas de hepatitis B o de HPV desde hace décadas. Venimos trabajando en vacunas y adyuvantes a nivel pre clínico, no en humanos, desde hace 20 años, probando diferentes plataformas.
Yo hice mi tesis doctoral en vacunas. En marzo de 2020 hubo un llamado de ideas proyecto covid-19 por seis millones de pesos y nos presentamos. Con ese monto no se puede hacer una vacuna, pero por eso propusimos buscar prototipos y desarrollar metodologías para estudiar la respuesta inmune. En octubre 2020, cuando vimos que teníamos prototipos que daban buena respuesta inmune, hablamos con la Agencia Nacional de Promoción Científica para transferirlo a una empresa, porque queríamos que sí o sí se produjera en Argentina. Ellos nos contactaron con el Laboratorio Pablo Cassará, que tiene una planta de proteínas recombinantes y buenas prácticas de manufactura. Ahí tuvimos que cambiar algunas cosas, ya enfocados en lograr una fórmula con una escala de producción que llevara a un precio accesible”.
Acerca de en qué etapa está hoy la vacuna, la bióloga dijo: “Hoy trabajamos en un grupo amalgamado con la gente de I+D de la empresa Cassará, inmunólogos, gente de producción y de procesos, médicos y farmacéuticos. De la empresa hay por lo menos 30 personas trabajando en este proyecto. Durante todo 2021 se hizo el desarrollo farmacéutico y todos los ensayos con la vacuna producida en la planta. En diciembre presentamos a Anmat los resultados preclínicos, y en marzo de este año nos dieron la aprobación para empezar la fase I de ensayos clínicos. Estamos probando el prototipo de vacuna de refuerzo con cambio de variante en 80 individuos vacunados.
Todo el desarrollo farmacéutico de la vacuna está listo y sabemos que la vacuna es estable en heladera al menos seis meses. Ahora estamos terminando la fase 1 de ensayos clínicos de seguridad. En tres meses o un poquito más se va a ingresar a la fase 2 y 3 donde se evalúa la respuesta inmune en mayor cantidad de población. Cuando tengamos los resultados de la fase 2/3 se podría pedir el registro a la Anmat y la vacuna podría estar disponible, esperemos que sea a fin de año o a comienzos de 2023.
La importancia de contar con vacunas de desarrollo y producción nacional
La importancia de contar con vacunas de desarrollo y producción 100% local, Cassataro la define así: “Si bien hay vacunas desarrolladas afuera que podemos importar o fabricar acá, tener la capacidad de producir nuestras vacunas nos da independencia, nos permite sustituir importaciones, generar divisas y vacunas acordes a las variantes que estén circulando en nuestra región. Si aparece una variante del coronavirus que escapa a la respuesta inmune, en tres meses podemos desarrollar una vacuna para la nueva variante y no tener que estar esperando que nos lleguen las vacunas de afuera. Además, a nivel tecnológico, nos permite tener esa plataforma disponible para futuras pandemias y virus”.
*Red Argentina de Periodismo Científico