Coco, el ejemplar hallado por la Policía de la Ciudad de Buenos Aires durante un allanamiento en una casa en el barrio porteño de Belgrano R, denunciada por ruidos molestos y la organización de fiestas hasta altas horas, residirá en el predio del Proyecto Carayá, donde conviven, se recuperan y se preservan de su posible comercialización más de 170 primates, en la localidad cordobesa de La Cumbre, afirmó este lunes su actual directora, María Alejandra Juárez.
La idea de crear el predio adecuado para que el mono Carayá pueda vivir libremente en un hábitat adecuado, surgió hace casi 30 años según la propuesta de Juárez.
En diálogo con Télam explicó que el Proyecto Carayá, que funciona como una ONG, es una iniciativa que surgió por un problema que existía por esa especie de mono que es «el mamífero más comercializado”.
«Compraban el bebé, y para eso había que matar a su mamá», lamentó Juárez, que con una indescriptible pasión se refirió a su objetivo.
Sobre la tenencia ilegal de estos animales en casas de familia, advirtió que «solo viven si se los trata como a un humano más, no si los tiene como a un perro. Tienen un mantenimiento muy complicado».
En esa reserva serrana los primates son libres, reciben la alimentación correcta y tienen todos los cuidados correspondientes, con profesionales que le dedican atención una permanentemente.
Sobre los comienzos de Proyecto Carayá, Juárez contó que surgió como «una suerte de refugio donde los primates viven libres, en grupos y con sus familias», y que luego se acercó gente de universidades para sumar la especie de monos Capuchinos, que también conviven en la reserva.
Cuatro personas trabajan de manera regular en la reserva, y se financian con las visitas de turistas, que llegan a recorrer el predio para observar a las especies.
«Siempre se hacen recorridos con guías, solo ellos se pueden acercar hasta dos metros de los monos, y los visitantes nunca a menos de cuatro metros, ya que podríamos experimentar algún tipo de contagios de los humanos hacia ellos», precisó Juárez.
Durante la prepandemia llegaban muchos extranjeros que participaban de un voluntariado que les permitía estar en la Reserva y ser parte del cuidado y mantenimiento de los monos, aunque con el coronavirus ese programa se cortó.
En los últimos días se hizo público el caso de Coco, el mono Carayá de al menos cinco años que fue encontrado por la Policía de la Ciudad de Buenos Aires durante un allanamiento en una casa en el barrio porteño de Belgrano R, denunciada reiteradamente por ruidos molestos y la organización de fiestas hasta altas horas de la madrugada.
El hallazgo de Coco en los primeros días de este mes dio visibilidad pública a esta especie, considerada en extinción según la Asociación de Primatología Argentina (Aprima).
Esta semana, la Justicia porteña autorizó el traslado de Coco, aún se desconoce la fecha, a la reserva de Proyecto Carayá en La Cumbre, por lo que la directora Juárez, dijo: «Cuando nos enteramos de la aparición de Coco y las condiciones en las que vivía, para nosotros no fue un asombro».
«Hemos recibido monitos en ese estado, y en peor situación. O sea que no es algo que nos sorprenda porque es muy común que esto suceda. Lo bueno es que a través de Coco, y por toda la prensa, se visibilizó la problemática de los Carayá y se mostró una realidad que viene pasando hace muchos años», resaltó.
«Nos preguntaron si podíamos recibirlo, y dijimos que sí, porque también es parte de nuestra función, para eso estamos acá. Lo que yo destaco es que en menos de dos meses al mono Carayá en Argentina se le dio el doble status».
Sobre ese doble status, Juárez precisó que hace poco lo declararon Monumento Natural en Misiones y «eso le da una cierta envoltura de protección. Por otro lado, con la declaración de este monito como Sujeto de derecho, es una condición que no solo será para él, sino extensible a otros monos».
Tras el hallazgo de Coco y la intervención judicial que se hizo pública, Juárez dijo que en la reserva recibieron algunos ataques «verbales de grupos animalistas extremos porque ellos consideran que hay que tenerlos en una casa de familia en vez de estar en nuestro centro».
«Acá, si bien no hay lujos, tenemos una división: están los monos que viven libres, los que están sociabilizándose para ser liberados, los bebés, los huérfanos (abandonados por su mamá), está el sector de los más viejitos, que normalmente en la naturaleza morirían. Nosotros preferimos sacarlos de un grupo y darles los últimos años junto a otros congéneres que nos ayudan, ensenándoles o transmitiéndole de alguna forma su sabiduría», dijo la directora.
Juárez detalló que también «están los monitos especiales, que son los que tienen distintas discapacidades. Casos como Coco hemos tenido otros, por ejemplo algunos que vienen ciegos, otros que fueron electrocutados y les falta el brazo o una de las piernas».
Sobre Coco, dijo que «es una bomba de tiempo realmente, nunca va a poder ser libre por una cuestión física, pero sí va a convivir e intercambiar con otros monos que tienen una condición parecida a él. Va a poder sociabilizar», dijo.
«Estamos contentos que venga, pero no asombrados, hay muchos casos parecidos al de Coco», reiteró.
En la Reserva del Proyecto Carayá habitan aproximadamente 170 primates, no se estila a contar las crías, y viven libres en un predio de 360 hectáreas.
«El Carayá es muy territorial, y tenemos el límite del río, y ellos no recorren grandes espacios de tierra sin árboles, están en islas», explicó Juárez al ser consultada sobre cómo delimitan el espacio de la reserva.
«Donde no hay árboles no hay mono, y sin grupo, tampoco hay monos», contó la directora.
Sobre las tareas y cuidados que brindan a los primates, dijo que apuntan a «una rehabilitación integral».
«Un mono no se rehabilita en una jaula y después se libera porque tienen que desarrollar el movimiento por los árboles. Es un tema que no es fácil, pero siempre el proyecto trata de liberarlos», concluyó.