Una, “ésa mujer”, cientos, miles, millones, todas las mujeres. Eva Perón “pasó” su cumpleaños número 100 en Rosario. La magnitud de su evocación durante gran parte del jornada del martes implicó salir en masa a buscarla por los barrios y allí la encontraron, en otros cuerpos, con otros nombres, en los rincones de lo cotidiano, a la vuelta de cada esquina, en los lugares icónicos que marcaron momentos emblemáticos de la historia del peronismo local.
Después, ya sobre el final de esa especie de éxodo con sentido de fiesta y conmemoración que transitó las horas de la tarde y que mixturó felicidad con nostalgia, todas esas Evitas expresadas desde la alteridad ingresaron victoriosas a un teatro El Círculo colmado, transitaron sus pasillos y ocuparon el escenario. Esa escena en sí misma, la más potente de ese gran final de recorrido, se volvió todo un símbolo: juntas (Eva multiplicada) estaban pisando el escenario del primer coliseo local, símbolo y referencia de un sector social cercano al poder económico que siempre la negó.
El acto-performance Proyecto Cien Evitas surgido de la Colectiva Mixta del Culturas, con la actriz, poeta, dramaturga, directora y militante feminista Carla Saccani a la cabeza, comenzó con la notable presencia del maestro Miguel Ángel Estrella.
El embajador argentino ante la Unesco entre 2007 y 2015 conoció a Eva Perón a los 7 años, cuando estaba en tercer grado, en la inauguración de uno de sus tantos hogares escuela, y ese momento marcó su recorrido hasta el presente. La esperó cuando ella bajó del auto ante una multitud en Santiago del Estero. “Yo estaba perdidamente enamorado de ella, era su Romeo”, confesó Estrella frente al piano. Para después agregar que tiró de su pollera, Evita se dio vuelta, lo miró y le dijo: “Yo me voy a matar para que cada uno de ustedes pueda elegir su destino”. Y en tono de confesión, poco antes de deleitar a la platea con una serie de estudios y preludios de Chopin, autor favorito de Eva Perón, dijo: “Fue así que antes de ser peronista yo fui evitista”.
A partir de allí, con ese comienzo en lo más alto, entre aplausos efusivos, el infaltable “hit del verano” que ya no conoce de estaciones y un par de versiones de la “Marcha Peronista” interpretadas a coro por un púbico que tuvo gran protagonismo, ese entramado musical y evocativo propuesto por Estrella dio paso a una serie de momentos, pasajes, fragmentos e historias de la vida de Eva, desde su pueblo natal, Los Toldos, su llegada a Buenos Aires, su paso por la actuación, el amor por Perón y por la militancia ya convertida en referente de la política argentina, del mismo modo que su paso a la inmortalidad, e incluso el atroz secuestro de su cuerpo a mano de los militares.
Esas escenas, como una diáspora, con saltos históricos en el tiempo y por momentos con una clara intención revisionista, fueron desde el realismo naturalista, al expresionismo y lo onírico, y como retazos sin límites poéticos repasaron, con los inevitables altibajos del caso, la vida de la mujer más importante de la historia política argentina de proyección mundial.
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Un puñado de referentes peronistas de distintas épocas calentaron sus plumas para dar forma a este extenso magma de escenas que finalizó largamente pasada la medianoche y que juntó, entre autores, actores y directores, la tarea de casi cien artistas en donde multiplicidad poética (“multiplicar es la tarea”) y la dimensión política (no casualmente en un año electoral) fueron el puente para ingresar a la vida de un mito desde un costado poético-metafórico sin perder de vista, con más o menos eficacia, la explosión de sentido que encierra el personaje que hoy, quizás más que nunca desde el regreso de la democracia, resuena en el presente, porque está claro que Eva Perón pensó, reflexionó, militó y escribió para el futuro.