Espectáculos

Escénicas

“Proyecto TRINCHERA”, una poderosa metáfora acerca de un baile que se vuelve abrazo   

El nuevo trabajo de León Ruiz, con idea y coreografías compartidas con Marcio Pereyra, ambos  al frente de la Compañía Rosarina, propone un viaje por la tradición litoraleña que, como una herencia, encuentra sus resonancias en la contemporaneidad  


Una partitura coreográfica diseñada para cuerpos que danzan, una idea del movimiento puesta al servicio de lo narrativo donde los bordes de los géneros se borran y donde esos cuerpos pueden ser otros cuerpos, multiplicarse. Un río que aunque no se ve, está presente y despliega su poética, sus sonoridades. Una fuente de agua dulce que borra la sed, aplacada por una serie de bellas metáforas que esos mismos cuerpos saben contar, desplegar, multiplicar en abrazos, en encuentros casuales y no tanto, porque todo indica que es tiempo de armar trincheras.

El talentoso creador rosarino León Ruiz, bailarín, coreógrafo y docente que busca y encuentra su lugar entre la tradición y la experimentación, con idea y coreografías compartidas con Marcio Pereyra, estrenó recientemente su nuevo trabajo en la sala El Rayo, donde continuará en cartel hasta fines de septiembre. Se trata de Proyecto TRINCHERA, una obra de danza (aunque a esta altura los rótulos resulten algo extemporáneos) que se corre de ciertos lugares comunes establecidos a partir de una búsqueda de sentido propia sin dejar afuera al público, que surge de la mixtura de los universos del campo del folclore y su vasto imaginario junto con la contemporaneidad, donde también irrumpe, entre otros, el concepto de diversidad, uno de los intereses poéticos y políticos del creador a la hora de montar un espectáculo, que en este caso eligió poner distancia de los roles académicos clásicos hombre-mujer, que supone la danza.

“Proyecto TRINCHERA”: un refugio que habilita el cruce de la tradición con la contemporaneidad

Como resultado, en escena, lo que se produce es un espectáculo “heredado” de la tradición pero con sus lógicas revisadas y potenciadas en el presente, sin ataduras ni prejuicios, acaso lo más valioso que ofrece esta propuesta, donde ambos coreógrafos y cuerpo de baile dan fe en escena de conocer una tradición que es académica pero que, sin embargo, pide a gritos ser revisada, cuestionada desde el concepto que en la danza, lo que se expresa realmente cuando alguien baila, va mucho más allá de la técnica que en ciernes sólo aporta un conocimiento basal, un modo de entender el cuerpo.

Más tarde, como pasa aquí, se empujan los bordes para abordar una síntesis donde todo puede convivir por fuera de un supuesto rango de aprendizaje y conocimiento, donde la percepción y la sensibilidad son variables más fuertes y poderosas.

Ganadora de la Convocatoria Espacio Santafesino 2024 del Ministerio de Cultura de la provincia, la pieza escénica parte de la intención de contar la necesidad del encuentro en un tiempo aciago, donde la individualidad regresó a la política y a la cotidianidad. Atento a este tiempo y a lo que dejó la pandemia, el creador se vale de la música y de los cuerpos en escena a partir de ideas simples, sencillas, que plantan sentido en relación con el encuentro, con la presencia de un “otro/a”, donde la destreza sólo aparece puesta al servicio del relato y donde el cuerpo de baile juega hasta con los más mínimos detalles.

De este modo, en una sucesión de escenas, en su mayoría corales, que ofrecen el carácter de obra por el modo en el que están hilvanadas con un sentido dramático, los integrantes de la Compañía Rosarina de Danza, Florencia Cassino, Florencia Tonelo, Julia Quintili, Emilia Díaz Romero, Valentina Filak, María Agustina Muñoz, Eliana Zárate, Josefina Venzatti, Victoria Di Fazio y Ernesto Remedi, transitan una serie de paisajes donde aparecen la manada, la bandada, las yeguas, el olvido, los amores, la resistencia, la despedida, el encuentro, la pertenencia, el desarraigo y el exilio, según lo expresa Ruiz, aunque las imágenes evocan muchos otros sentidos o ideas, incluso muchas de ellos al mismo tiempo, a través de una métrica exacta entre los diálogos imprescindibles que van de los cuerpos en escena y el movimiento, a la luz y la música, e incluso a una serie de silencios o apagones, donde todo parece detenerse para volver a renacer, como pasa en la naturaleza.

En ese devenir se entrelazan, del chamamé a la polka, entre otras músicas propias del latente Litoral, junto con una serie de efectos sonoros puestos al servicio del mashup (los arreglos sonoros son de Marcio Pereyra), una serie de piezas, entre más, del universo musical del enorme Chango Spasiuk, donde la inconmensurable “Tristeza” se instala a sus anchas en medio de un repertorio musical que por momentos vuelve inevitable la conmoción.

De hecho, por encima de todo lo demás, la profundidad que alcanza el material logra conmover, cautivar con su bella plasticidad sin ataduras, partiendo de estrategias conocidas de la danza (tanto de la tradición folclórica como contemporánea), pero llevadas varios escalones más arriba en su búsqueda de sentido de probar todo, en medio de un piso tapizado de bollos de papel que parecieran volverse los despojos de aquella flores con las que Pina Bausch tapizaba el tapete en la icónica Nelken (Claveles).

De hecho, esos miles de bollos de papel son otro de los elementos que metaforizan materia: pueden ser agua o tierra, el suelo que se arma y se desarma, el plantea que se destruye, partes del movimiento de esos cuerpos que laten, abordando pasajes de una simpleza y belleza notables.

Atento a una serie de detalles poco frecuentes en las escénicas vinculadas al movimiento, la propuesta se vale además de un atinado vestuario diseñado por Lorena Fenoglio, donde la paleta de colores y las texturas dialogan con el resto de la puesta, entre rusticidad y una idea de collage que remite al río y al humedal, en particular con otro eje dramático poderoso de Proyecto TRINCHERA que es el diseño lumínico de Tania Scaglione, que termina de cerrar una pieza que no sólo invita a poner atención en su notable creador y en todo el equipo, sino que abre el juego a un público que, en silencio, conmovido, cierra el recorrido con merecidos aplausos y ovaciones, que en definitiva es lo único que garantiza el valor y la continuidad de cualquier hecho artístico.

Para agendar

Luego de sus dos funciones de estreno en agosto, Proyecto TRINCHERA se presentará  en la sala El Rayo (Salta 2991) los domingos 8, 15 y 22 de septiembre, a las 20. Las entradas se reservan vía IG en https://www.instagram.com/teatrodelrayo/https://www.instagram.com/companiarosarina/

Comentarios

10