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“Proyecto Vestuarios”, un desafío a la intimidad

El primer sábado de marzo se conocerán en la sala Nicasio Oroño las obras “Vestuario de hombres” y “Vestuario de mujeres”, de Javier Daulte, bajo la dirección de Romina Tamburello, con asistencia de Simonel Piancatelli, al frente de un gran elenco, y en coproducción con la Cooperativa La Cigarra

Hace poco menos de un año, el 27 de marzo de 2019, luego de una larga charla con Romina Tamburello, actriz, dramaturga, directora de cine y teatro local, le escribí a Javier Daulte, dramaturgo, director y gran maestro del teatro argentino, de reconocimiento internacional, preguntándole por los derechos de Proyecto Vestuarios, uno de sus recordados trabajos estrenado hace una década, integrado por las obras “Vestuario de hombres” y “Vestuario de mujeres”, por entonces, con dos elencos descomunales.

Tanto Romina como yo habíamos visto, aunque en diferentes lugares y circunstancias, esas obras donde la intimidad de hombres y mujeres estalla a través del realismo más radicalizado. Y ella quería trabajar la cuestión de género en el teatro como lo estaba haciendo en paralelo con sus proyectos audiovisuales, “en la ciudad más feminista de la Argentina”, como suele decir habitualmente, con un elenco numeroso como también lo había hecho en su último trabajo a la fecha, De cómo estar juntos.

Fue así que luego de esa charla, el nombre de las obras surgió de inmediato tanto como las ganas de adaptarlas y montarlas en Rosario, y la posibilidad de sumarme y sumar al proyecto a la Cooperativa de Trabajo La Cigarra Limitada, también, abriendo una nueva puerta al colectivo de trabajadores que integran la cooperativa que además hace a diario El Ciudadano (elciudadanoweb.com) en relación con la producción y difusión del teatro local, pero sobre todo porque ambas obras transitan temáticas de una agenda compartida con la que lleva adelante el diario desde sus comienzos.

Y en lo personal, sumarme y experimentar desde la producción implicaba romper con cierta tradición, dado que en el medio no es “bien visto” que el crítico o periodista teatral se involucre en otros roles, algo que en Buenos Aires como en otras capitales teatrales del mundo ya es algo habitual, porque incluso el mismo rol de la crítica, en su versión más ortodoxa y clásica, también está mutando y en discusión, como consecuencia de todo lo bueno (en parte también de lo malo) que generó la democratización que ofrecen en el presente los medios digitales.

“Hola Miguel. Me parece fantástica la idea. Las obras están publicadas en Corregidor. Si no las conseguís, avisame”. La inmediata y contundente respuesta de Javier Daulte sumó ganas, entusiasmo, y a los pocos días, libro en mano, ya estábamos pensando en actores y actrices, y en salas. Así surgió la histórica Nicasio Oroño en su nueva etapa, ahora en manos del gestor cultural Guillermo Salvador, quien apoyó el proyecto desde sus inicios. También en una posible escenografía, en el resultado final un gran trabajo de Lucas Comparetto (Artificio Rosario), porque el espacio escénico es muy real y determinante, pero sobre todo, en el modo de evocar en el presenta las problemáticas de la intimidad que se dirimen en ambos materiales, donde la contradicción y los rasgos más gruesos de la argentinidad se vuelven un signo de gran potencia.

Proyecto Vestuarios verá la luz el primer sábado de marzo en Rosario y ambas obras, “Vestuario de hombres” y “Vestuario de mujeres”, se podrán ver viernes y sábados, una a continuación de la otra, una variable que también fue una decisión a priori, dado que es muy interesante ver “en caliente” los acuerdos y las contradicciones que determinan los acontecimientos y el desenlace de cada uno de los materiales, más allá de que, obviamente, los espectadores también podrán ver las obras por separado e incluso en días diferentes.

Cuestiones de géneros

“La igualdad entre hombres y mujeres es un tema político o moral; las diferencias innatas son un tema científico”. La frase pertenece a Allan y Barbara Pease, de su libro El lenguaje del cuerpo. No casualmente Javier Daulte la transcribe al comienzo de los textos de Proyecto Vestuarios, a la distancia entendido como una especie de ensayo escénico acerca de los límites, acciones y reacciones de hombres y mujeres en un mismo lugar, un vestuario, frente a situaciones o desafíos similares.

En el recorrido del montaje de la versión local, lo que vino después fue la elección del elenco, también descomunal como el original porteño, integrado por Lala Brillos, Sofía Dibidino, Leila Esquivel, María Celia Ferrero, Belén López Medina, Macu Mascía, María Belén Ocampo y Lorena Rey (“Vestuario de mujeres”), y Germán Basta, Juan Biselli, Raúl Calandra, Emiliano Dasso, Micael Genre Bert, Juan Nemirovsky, Mumo Oviedo, Mani Raimondi y Juan Pablo Yévoli (“Vestuario de hombres”).

En ese mismo comienzo se sumó al equipo como asistente de dirección, con su gran aporte, la directora y música Simonel Piancatelli y de un momento a otro, luego del trabajo de lectura y de mesa, habían comenzado los ensayos, más allá del elocuente texto escrito por Daulte, el gran laboratorio que tuvieron ambas obras en su versión local, permeadas por un contexto, en relación con estas temáticas, en permanente ebullición.

Con el correr de las semanas, las obras, de una vigencia inusitada, se volvieron una caja de resonancia del presente, donde los géneros están en tensión y donde la tan ansiada igualdad entre estos dos y más es un destino aún con final abierto, lo que obligó a ajustar el material a otras cuestiones que hoy sí están en agenda como la despenalización del aborto o la relación Iglesia y Estado, entre más.

En ambas obras, que comparten un mismo espacio escénico, la intimidad desenmascara lo oculto en dos instancias: antes y después del partido en el contexto de un clima de comedia dramática con algunos giros inesperados de cierta oscuridad.

Cada uno a su tiempo, un grupo de hombres y otro de mujeres que integran sendos equipos de Lacrosse de un club de un barrio de Rosario, un deporte poco conocido y practicado en la Argentina (podría ser cualquier otro), viajan a Hungría para una final mundial. El amateurismo, casi como una vocación nacional difícil de superar, estalla en el minuto a minuto de ese vestuario donde no sólo se desnudan los cuerpos sino también las miserias, rencores y contradicciones frente a lo diferente, a lo que no se quiere ver o no se quiere confesar. Y donde perder o ganar es mucho más que llevarse una copa al final de esa dura y compleja contienda.

Actuación en primer plano

Hay un disparador en el proceso de armado de ambas obras de todos estos meses que fue determinante. Apenas leídos ambos textos Romina, en un audio, me dijo: “Es impresionante, porque Daulte escribió para el futuro”, algo que en el mismo sentido se puede ver en otras de sus obras, algunas muy representadas en el teatro argentino contemporáneo.

Tanto es así que en la disección de ese texto fundacional y en el camino del texto adaptado fueron apareciendo o reforzándose una serie de problemáticas que constituyen la agenda del presente: género y diversidad a la cabeza, pero también la violencia y los consumos en el deporte y particularmente la violencia como escudo; el logro personal frente al colectivo, el deseo de ser o pertenecer a algo al menos una vez en la vida, y un puñado de prejuicios que aún se tejen a puertas cerradas sobre sexualidades y deseos, nada más personal e individual (para algunos también una cuestión política) sobre los cuales los demás creen tener alguna injerencia, porque ese vestuario es el escenario para que las miserias de ambos géneros salgan a la luz, donde los cuerpos masculinos y femeninos, como sostiene Tamburello, se revelan como “territorios para la violencia, la ternura, el sexo, los tabúes y al mismo tiempo, los desafíos y exigencias del deporte”.

Cuerpos como campo político

El tratamiento de la imagen en general y de los cuerpos en particular es otro de los puntos a destacar en el territorio de la propuesta estética que encierran ambas obras. Todos los actores y actrices, en algún momento de la obra, muestran sus cuerpos, incluso algunos desnudos, un hecho habitual y común en cualquier vestuario pero poco habitual en el teatro.

Esa desnudez, corrida de todo erotismo, busca romper con la lógica de la desnudez como disparador del morbo en la platea, más allá de su inevitable rol de voyeur que es casi inherente a todo espectador teatral y al exhibicionismo que habita en todo actor o actriz.

Por el contrario, tomando al cuerpo, el mayor paradigma de este nuevo milenio, como un campo o territorio político, algo que atraviesa la agenda del presente, la desnudez es aquí la de los cuerpos reales, sin intencionalidad erótica ni luces difusas, con sus marcas, falencias, dolores a consecuencia de lo deportivo, dejando a la vista su fisiología y al mismo tiempo sus patologías.

La directora Romina Tamburello.
Ver hacer actuar

Hace muchos años, más de veinticinco, que mi cercanía con el teatro, una especialidad dentro del periodismo cultural y de espectáculos bastante resistida, me llevó a sostener que para hablar o escribir acerca del teatro hay que tener en claro previamente el contexto en el que ese teatro se produce. Y más allá de que la falta de recursos en la producción teatral independiente suele agudizar el ingenio de algunos artistas y creadores, algunos en la ciudad verdaderamente geniales, producir teatro en Rosario sigue siendo una gran odisea.

Después de haber acompañado este arduo proceso de creación de varios meses, rodeado del talento de un gran equipo humano y artístico, en lo personal de un enorme aprendizaje porque me permitió entender algunas lógicas que no quedan a la vista una vez estrenada la obra, pude comprender que la sinergia está en hacer actuar, en lograr que los actores y actrices entiendan al cuerpo como herramienta expresiva fundante, en un diálogo permanente con el texto, tanto el previo (escrito) como el propio (improvisación).

Pero sobre todo entendí que si bien el teatro es un lenguaje y siempre es de los actores, hay un sinnúmero de variables e imponderables que hay que atravesar para que el material logre llegar a buen puerto, un acompañamiento y aprendizaje que recomiendo a otros colegas o interesados en las artes escénicas dado que ya no podré ver al teatro rosarino (ni a ningún otro) como antes luego de esta vital experiencia que implicó el montaje de las dos obras que integran la versión rosarina de Proyecto Vestuarios.

Pero sobre todo, acompañar un recorrido semejante es confirmar que cuando decimos que conocemos algo tan bien como “la palma de la mano”, en este caso el mundo del teatro, habiendo visto y reseñado cientos de obras, participado de talleres, seminarios, mesas de devoluciones y más de un centenar de festivales y encuentros teatrales de todo el país, la realidad se impone y debemos hacernos cargo que, seguramente, seamos incapaces de reconocer una foto de la palma de nuestra propia mano.

Para agendar

Proyecto Vestuarios, integrado por las obras “Vestuario de hombres” y “Vestuario de mujeres” se presentará a partir del sábado 7 de marzo, los viernes y sábados de marzo y abril, a las 21 y 22.30 respectivamente, en la sala Nicasio Oroño, de San Lorenzo 1055.

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