Grecia consiguió más tiempo. Aún hoy nadie sabe cómo va a repagar la deuda. Parece que al primer ministro griego, Alexis Tsipras, le salió mal la jugada. En realidad, no esperaba ganar el referendo, sino que su idea era dar un paso al costado honrosamente y trasladar la responsabilidad de lograr un acuerdo a un nuevo gobierno de unidad nacional.
Ahora, debe convencer a sus compatriotas de que le aprueben todo, el paquete por el que pidió votar por el “No”.
Pese a todo, se arribó a un acuerdo, que todavía no pasó por la prueba de fuego: hoy, el Parlamento griego debe aprobarlo. Tsipras sabe que será difícil, el eurogrupo y los acreedores, también. Por lo pronto, los ministros de la eurozona se preparan para empezar a darle créditos puente a Tsipras hasta que ponga en marcha las propuestas que supondrán un quiebre para la Grecia de Syriza. Mientras se espera al Parlamento heleno, el BCE (Banco Común Europeo) no hará mayores movimientos y mantendría el nivel de liquidez de emergencia destinada a la banca griega. Por su parte, Atenas confirmó que los bancos y la Bolsa permanecerían cerrados, por lo pronto, hasta hoy mismo.
Lo cierto es que el Financial Times y el Wall Street Journal se han hecho un festín con la maratónica negociación del eurogrupo, de la que trascendieron más detalles de lo que ocurrió a puertas cerradas durante la cumbre de líderes más larga en la historia. El clima fue duro y violento como lo han reconocido desde el seno del cónclave, el sexto de emergencia en tres semanas.
Según el Financial Times, a las 6 del lunes Angela Merkel y Tsipras se levantaron resignados por la impotencia de llegar a un acuerdo y evitar la salida de Grecia del euro. Tsipras no conseguía dejar fuera del tercer rescate al FMI y que Alemania cediera la exigencia de garantías por 50.000 millones de euros en activos griegos.
Tsipras había perdido la confianza y Alemania no estaba dispuesta a ceder. Tsipras se levantó de la mesa en cuatro ocasiones. Pero ese intento de abandonar la mesa de negociaciones fue obstaculizado por el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, quien, según el Financial, afirmó: “Lo siento, pero no hay manera de que usted abandone esta sala”. Así se evitó el “Grexit” en la madrugada del lunes y se consiguió, casi tres horas después, llegar a un acuerdo.
“Todos nosotros somos responsables de la crisis y todos nosotros tenemos la responsabilidad de resolverla”, dijo Tusk. A las 8.40, el primer ministro belga, Charles Michel, tuiteó: “Agreement”. Pero arribar a este puerto no fue fácil: fueron 17 horas de arduas negociaciones.
El sábado, el ministro alemán Wolfgang Schäuble fue el foco de atención y de rechazo de varios colegas que cuestionaban su intransigencia hasta generando roces y una acalorada discusión a los gritos con el presidente del BCE, Mario Draghi. Las emociones negativas habían tomado el control de la reunión. Schäuble tenía claro el objetivo: no ceder. Grecia le había mojado la oreja a la poderosa Alemania con el referendo y estaba dispuesta a responder.
Según el Wall Street Journal, el gobierno alemán había preparado un documento, de una página (“Comentarios sobre las últimas propuestas griegas”), en el que se proponía la salida temporal de Grecia de la eurozona durante al menos los próximos cinco años como una de dos opciones de “Grexit”. Si bien muchos señalan que nunca fue puesto sobre la mesa, se habló todo el domingo de esa opción, que finalmente Tsipras logró eliminar del texto del acuerdo. La misión griega no tuvo tapujos en comentar que negociaban con un revólver sobre la cabeza. Así era el clima: duro y violento.
La cumbre se transformó en reuniones paralelas, dominada por la que participaban Merkel, Tsipras, el presidente francés François Hollande y Tusk, quien consiguió frenar el “Grexit”. A las 8, Tsipras logró mantener las garantías griegas dentro de la propia Grecia y no en Luxemburgo. Antes de las 9, Tusk hizo oficial el acuerdo: “Los líderes de la zona euro han alcanzado un acuerdo unánime”, que según la visión de participantes del cónclave crucifica a Tsipras.
Grecia sigue dentro de la eurozona, pero para muchos analistas aún no se sabe por cuánto tiempo logrará ser miembro del club. En definitiva, el acuerdo no hace más que postergar lo inevitable. El FMI ya lo dijo: la deuda griega es impagable.