Gustavo Tártara es médico veterinario desde hace 25 años. Es co fundador de la Sociedad Argentina de Dermatología, especialista en micología y parasitología. También se desempeña como docente de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), entre otros títulos. Junto a otros médicos locales y científicos londinenses propusieron disminuir el rascado y lesiones en perros con alergia a las pulgas. El método incluye colocarle al animal una bacteria liofilizada—congelada— que acotaría el padecimiento.
—¿Cómo nació el proyecto?
—De un trabajo en conjunto con un grupo de investigadores europeos. En Inglaterra se realizó un estudio a personas de entre 30 y 50 años para determinar la cantidad de medicamentos que habían consumido en su vida y llegaron a cifras impresionantes. Principalmente de antialérgicos y antibióticos. Lo innovador es que estos científicos, que tienen a esa bacteria muerta y destruida –como rota en micropartículas–, me propusieron que las utilice en perros. Trabajan con buenas prácticas veterinarias y acepté. La propuesta está avalada por el tribunal de ética de la UNR y está ligado a una política para encontrar nuevas modalidades de tratamiento de alergias en animales.
—¿Y en los perros qué genera?
—El rascado genera daños en el animal. El perro se rasca hasta sacarse la piel y terminan consumiendo antibióticos, corticoides y se acumulan efectos indeseables que generan bacterias por tantos años de medicación. Entonces el perro termina con una calidad de vida espantosa. A nivel mundial se buscan alternativas que no tengan que ver con corticoides u otras sustancias para que no inmunodepriman al perro.
—¿Por qué lo inmunodeprimen?
— Les baja las defensas a tal punto que el cuerpo no reacciona contra nada y finalmente se termina enfermando de otra cosa. Durante la década del 90 había una droga llamada ciclosporina, que se transformó en un boom de ventas. Impedía que el perro se rascara pero le bajaba las defensas ya que es una droga que usan los trasplantados.
—¿Cómo seleccionó a los especímenes para las pruebas?
—Los perros entran por rascado y después hay que determinar cuál es la causa. Elegí a 31 perros que eran mis pacientes. Tenían alergias y me llevó casi tres años seleccionarlos.
—¿Cómo fue el tratamiento?
—Fue de la misma forma para todos los perros que ingresaban a la consulta por rascado crónico: Se los introducía en un protocolo de dieta estricta, aplicación de antipulgas y control ambiental (no se los exponía ni al sol ni al pasto). Luego se evaluaron y clasificaron las lesiones cutáneas. También se realizaron análisis de sangre y ecografías a los perros para ratificar que fueran animales sanos, que no tuvieran una patología de base.
—¿Cuáles fueron los resultados?
—Finalmente lo probé en 15 perros. Se fueron aplicando inyecciones en los días 0, 20, 40 y 60. Cuando las puntuaciones se compararon el día 40, o sea, 20 días después de la segunda inyección, hubo mejoras en el grupo de perros que recibió el lisado y no así el grupo que recibió el placebo. Los perros que recibieron el tratamiento tuvieron una recuperación mucho más clara y contundente que los que no la recibieron. Estoy contento porque va a marcar una tendencia a nivel mundial.
—¿Cuándo se presentó el proyecto?
—Lo presenté en el XXVI Congreso de Dermatología Veterinaria de Europa que se realizó en Valencia, España. El proyecto fue seleccionado. Es muy importante ya que el congreso es el máximo escenario en dermatología veterinaria para demostrar los avances que hacemos los investigadores. En esa oportunidad se seleccionaron 50 trabajos entre 100 de todo el mundo. En septiembre voy a presentarlo en persona. Va a haber entre 12 y 30 presentaciones de todo el mundo.
—¿El sistema antipulgas conocido como pipeta es efectivo?
—No. La compran tipo talismán y se la colocan a los animales cada tres meses pero a la semana lo bañan. Ese perro, con suerte, está cubierto un día. La razón es que cuando se pone la pipeta tarda hasta tres días en distribuirse por todo el cuerpo. El 100 por ciento de los perros que llegan con pulgas no son de perro sino de gato.
—¿No hay más pulgas de perros?
—La del perro no se ve más. Hace 20 años atrás, si el perro tenía pulgas se lo ponía panza arriba en el patio y se implementaba un baño con creolina, que era el baño anual de ese perro y se terminaba el problema. La sociedad cambió. Años atrás pocas personas tenían al gato como mascota. El gato hace el delivery de pulgas, anda por los tapiales y va tirando los huevos en las casas y deja a los perros con pulgas. Le pica al perro pero se va porque no le gusta estar en el cuerpo del perro. No es su ambiente. A la pulga del perro le gusta estar en el perro y el hecho de quedarse allí hizo que se murieran. Por eso cambió la proporción de pulgas de perros y de gatos.
—¿Cuáles son las consultas más comunes?
—Antes había veterinarias las 24 horas. Después se fueron incorporando rayos, ecografías, alimentos y acuarios, entre otros servicios y productos Hoy, ponen también “dermatología” porque se avivaron que el 70 por ciento de las consultas es por piel. La idea es tratar de formar gente y que se expanda.