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Pusieron a la venta el histórico inmueble del burdel local Madame Safo

Fue uno de los lugares emblemáticos de la conocida como la Zona Roja de la ciudad, en las primeras décadas del siglo XX. Esta semana se conoció el aviso que ofrecía, a través de una inmobiliaria, el local de Pichincha 68 bis

Rosario es conocida en el país y en el mundo por diversos lugares, historias, personajes o mitos. Entre fines de siglo XIX y hasta 1933 la zona de Pichincha alojó muchos de los burdeles que fueron habilitados por el Ejecutivo municipal de entonces. Madame Safo o Madame Sapho fue uno de los más emblemáticos y esta semana se volvió noticia el anuncio de la venta del inmueble.

«Terreno en pleno Pichincha, compuesto por hotel actualmente en uso y cocheras. Cuenta con un terreno de aproximadamente 1850 m2, complejo para usos mixtos», inicia el texto de la venta, a través de una inmobiliaria, del histórico local de Pichincha 68 bis.

Aunque hace décadas que el lugar no funcionaba como burdel, su entrada y la zona en la que estaba emplazada son los restos que muchas y muchos rosarinos reconocen como parte fundamental de la historia de la ciudad.

El proyecto original de su creación tiene la característica de haber sido, según estudiosos del tema, configurado específicamente como un prostíbulo. A diferencia de la mayoría de las casas destinadas a tal fin en esa época, este edificio no tuvo que adaptarse sino que fue creado para tal fin replicando, de hecho, burdeles franceses. El primer permiso de construcción que tuvo es de 1914.

La primera ordenanza que permitió el ejercicio del trabajo sexual en Rosario data de 1875 y el último que prohíbe las zonas habilitadas para dicho ejercicio es de 1933. María Luisa Múgica es una historiadora local que se dedicó a investigar la vida prostibularia en Rosario en aquellos años. Fue quien recuperó que el famoso burdel se llamaba en realidad El Paraíso, aunque popularmente fue conocido como Madame Safo.

El auge de la actividad de las «casas de tolerancia» -como se conocían entonces a partir de la normativa que las habilitó en 1911- fue entre 1915 y 1922, donde la investigadora recabó la existencia de 31 burdeles legales en la zona de Pichincha.

El intendente municipal Felipe Goulú firmó en 1911 un decreto que fijó los lugares habilitados. La zona comprendía las calles Salta, Suipacha, Pichincha y el límite con el Ferrocarril Central Argentino.

Por entonces, los locales se dividían en categorías acorde a las tarifas que ofrecían y eso ubicó a Madame Safo como uno de los más prestigiosos y lujosos. Era de los más caros ya que ofrecía los servicios de mujeres francesas, españolas e italianas y esto subía el valor de las tarifas -sobre todo por las francesas que eran muy codiciadas-.

Múgica definió a las mujeres que trabajaron durante aquellos años como «hermosas y bastante exóticas». En general eran nómades, es decir, pasaban por burdeles de distintos puntos del país, lo que era muy común en esos tiempos.

«Tenía vitrales, la famosa calesita, alguna habitación cubierta en madera, su techo con cúpula y motivos orientales que apuntaban a una suerte de refinamiento en el arte de amar. Sin embargo, su planta no difiere de otras de la época: un patio central con habitaciones alrededor y una cúpula vidriada», describió la historiadora.

Por su parte, el periodista Osvaldo Aguirre publicó que este famoso prostíbulo tomó su nombre de «Safo de Lesbos, la poeta del amor lésbico, y lo afrancesó (se pronuncia Safó)”. “En la memoria popular, Madame Safo aparece también como el nombre de la encargada -o de una de las encargadas- del burdel. La existencia de madame está rodeada por la leyenda, ya que los testimonios proceden en su mayoría de la imaginación popular y de la ficción», agregó.

«La leyenda cuenta que el Paraíso, o Madame Safo, tenía una puerta de cedro labrado provista de una mirilla, por la cual la encargada observaba a los que llegaban y ejercía el derecho de admisión. Las mujeres daban vueltas en una calesita, para que las eligieran los clientes», contó Aguirre.

La investigadora Múgica planteó que estos lugares servían de local y a su vez de domicilio para muchas de las mujeres que trabajaban allí. Aunque no estaba permitido, los burdeles eran espacios muy poblados, desde mantenidos que pasaban su tiempo allí hasta las propias familias de las trabajadoras, entre otras personas que los frecuentaban.

Más allá de la mitología construida a partir de las historias y los lugares de esta zona y esta época de Rosario, los burdeles fueron en muchos casos espacios teñidos de violencia ya sea por el vínculo entre trabajadoras y ciertos clientes o por los mismos propietarios -aunque según la normativa debían ser mujeres-. Las prostitutas podían sufrir grandes represalias si salían del circuito.

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