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Putin y Biden y una cumbre con mucho para discutir

Las relaciones entre Estados Unidos y Rusia están en su punto más bajo y su primera cumbre, ya en curso en Ginebra, es una oportunidad para resetearlas

En medio de múltiples diferencias, Joe Biden y Vladimir Putin, sí coinciden en una cosa: las relaciones entre Estados Unidos y Rusia están en su punto más bajo y su primera cumbre, ya en curso en Ginebra, es una oportunidad para resetearlas.

Los líderes discutirán una larga lista de cuestiones que han envenenado los vínculos entre dos de las mayores potencias y generado una preocupación extra para un mundo que busca dejar atrás la calamidad sanitaria y económica causada por el coronavirus.

El envenenamiento y encarcelamiento del líder opositor ruso Alexey Navalny, la tensión entre Rusia y Ucrania y acusaciones de que el Kremlin está detrás de ciberataques son algunos de los temas que más tensiones generan de los que se hablará en el encuentro.

Cuestiones en las que hay mayor entendimiento incluyen el control de armamentos nucleares, el cambio climático, los programas atómicos de Irán y Corea del Norte y la estabilidad de Afganistán tras la retirada militar estadounidense y de la OTAN.

Las expectativas de acuerdos en los puntos más conflictivos son bajas, pero el mero hecho de celebrar la reunión ya es considerado un logro por ambos países.

«Podríamos decir que esta cumbre, sin haber empezado aún, tiene un resultado positivo. Pero no esperemos avances radicales», dijo hoy el vocero del Kremlin, Dmitri Pekov, al canal de TV ruso Rosiyya 1 horas antes del encuentro.

La espiral descendente en la relación comenzó luego de que Rusia se anexionara la península ucraniana de Crimea, en 2014, y de que la inteligencia estadounidense acusara a Moscú de interferencia en las presidenciales de 2016 en Estados Unidos.

El encono se agravó por ciberataques contra el Gobierno y compañías privadas estadounidenses, el misterioso envenenamiento y posterior condena a prisión de Navalny y el respaldo ruso al Gobierno de Bielorrusia ante fuertes protestas duramente reprimidas.

Putin volvió a negar esta semana las acusaciones de ciberataques, y recordó que propuso a Washington firmar un tratado para prohibirlos, menos de dos meses antes de las elecciones del año pasado en Estados Unidos.

El demócrata Biden está bajo presión interna y europea para tener una postura mucho más firme con Rusia que la de su predecesor republicano Donald Trump, cuyo mandato estuvo marcado por las sospechas de que Rusia lo ayudó a ganar los comicios de 2016.

En su primera cumbre con Putin, en Helsinki en 2018, Trump provocó un escándalo al decir que creía en la insistencia de su par en que Rusia no estuvo tras ciberataques para perjudicar a su rival electoral Hillary Clinton, contradiciendo a sus servicios secretos.

Tanto durante su campaña de 2016 como durante su Presidencia, Trump expresó admiración por Putin, aunque su Gobierno aplicó -luego de alguna demora- sanciones contra Rusia aprobadas por el Congreso.

Uno de los máximos puntos de fricción actual es Ucrania. Junto a Bielorrusia y los del mar Báltico, esos países son de gran importancia estratégica ya que separan, por el Oeste, a Rusia de las naciones europeos miembros de la OTAN ubicados más hacia occidente.

Rusia tuvo durante años Gobiernos aliados en Ucrania, pero el último fue derrocado en 2014 por protestas populares y reemplazado por otro, el actual, nacionalista de derecha y anti-Rusia, pese al amplio rechazo en Crimea y otras regiones rusoparlantes del país.

Las tensiones se multiplicaron en semanas recientes por un refuerzo militar ruso en la frontera con Ucrania que Kiev denunció como preparativos para una invasión y por ejercicios militares conjuntos entre Ucrania y la OTAN que Moscú ve como provocación.

Ucrania quiere que Biden juegue un rol más activo para resolver su conflicto con dos provincias orientales rusoparlantes que se alzaron en armas contra el nuevo Gobierno hace siete años y presione más a Rusia para que devuelva Crimea.

Putin ha dicho que Ucrania es una «línea roja» que Estados Unidos no debe cruzar.

Siempre atenta a su frontera occidental, Rusia también ve con suma preocupación la posibilidad de que el Gobierno bielorruso de su aliado aunque autocrático presidente Alexandr Lukashenko sea suplantado por otro tan hostil a Moscú como el de Ucrania.

Los líderes del movimiento prodemocrático bielorruso en el exilio quieren que Biden respalde una transferencia pacífica del poder luego de 27 años de Lukashenko en el puesto de presidente.

Tras una disputada elección en agosto pasado, el Gobierno de Bielorrusia ha reprimido una ola de protestas con detenciones masivas, y el mes pasado obligó a un vuelo comercial a aterrizar para detener a un activista opositor que iba en el avión.

Biden ha dicho que los derechos humanos serán centrales en su política exterior, así que genera expectativa qué le dirá a Putin sobre la situación de Navalny y la prohibición de su organización política.

Putin ha rechazado las acusaciones en materia de derechos humanos y subrayado los casos de gatillo fácil policial contra afroamericanos de años recientes y las matanzas de pueblos originarios en el proceso de formación de Estados Unidos.

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