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Qatar 2022: entre el rechazo y la institucionalización de la violencia

La Fifa rechaza la guerra, llama a la paz y expulsa a Rusia de la Copa del Mundo. Mientras tanto, en el país que será sede del Mundial condenan a mujeres a prisión y latigazos por denunciar violaciones, anuncian que no tolerarán muestras de afecto no heterosexual y prohíben ondear banderas LGTBIQ+

“Nuestro mundo está dividido, está agresivo, y precisa de ocasiones como estas para que la gente se una para celebrar. El pedido que hace la comunidad del fútbol es, a todas las autoridades del mundo, que paren la guerra. Por favor dialoguen, en paz. Queremos que esta Copa del Mundo sea el Mundial de la paz”. Las palabras, el pedido y la expresión de deseo son del ítalosuizo Gianni Infantino, presidente de la Federación Internacional de Fútbol (Fifa), durante el sorteo de grupos de una nueva edición de la Copa del Mundo: Qatar 2022. Infantino no lo nombra, pero hace referencia al conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. En Qatar, las autoridades piden paz. Mientras tanto, condenan a mujeres a prisión y latigazos por denunciar violaciones, anuncian que no tolerarán las muestras públicas de afecto no heterosexual durante el evento y prohíben ondear las banderas de la comunidad LGTBIQ+.

Es el segundo Mundial consecutivo que se organiza en una nación que se rige por sistemas políticos y religiosos que excluyen y atentan contra los derechos de las mujeres y otras minorías. El anterior fue en 2018 en Rusia, hoy privada de competir en la Copa del Mundo por razones extra deportivas. En marzo, luego del estallido bélico, la Unión Europea de Fútbol (UEFA) decidió prohibir a todos los equipos rusos en las competiciones de la Fifa y la Unión Europea. En consecuencia, la Comisión Organizadora de la Fifa y el Mundial decidió expulsar a la selección de la repesca por un lugar en la Copa del Mundo. 

Un mundo que parece odiar a las mujeres y a las disidencias

Paola Schietekat es mexicana, economista conductual y hasta hace casi un año era parte del Comité encargado de organizar la Copa del Mundo 2022. En Doha, la capital de Qatar, denunció una agresión sexual, pero pasó de víctima a acusada en cuestión de horas y fue condenada a 100 latigazos y 7 años de prisión. 

Con el certificado médico correspondiente y fotos de su cuerpo vulnerado para documentar la agresión, Schietekat se acercó a una comisaría a hacer la denuncia. Sin embargo, luego de tomarle declaración le notificaron que el denunciado había asegurado que era su novia. Las autoridades policiales determinaron que ella estaba en falta por haber mantenido una relación extramatrimonial y fue condenada. Finalmente, con ayuda de Supreme Committee y Humans Right Watch (HRW), pudo salir del país y regresar a México en junio de 2021. Los cargos contra el agresor fueron desestimados, aunque no los de ella, razón por la cual no pudo regresar a suelo qatarí.

Qatar es uno de los seis países árabes que conforman el Consejo de Cooperación del Golfo y de acuerdo a su legislación, algunas conductas son castigadas severamente bajo el código religioso, la Sharia, según el cual se rigen la gran mayoría de sus ciudadanos. Una de ellas es la de mantener relaciones extramatrimoniales, y es sentenciada con hasta diez años de cárcel y, en algunos casos, con latigazos.

“La tradición jurídica islámica considera todo contacto sexual fuera del matrimonio legal como un delito. La principal categoría de estos delitos se denomina Zina, y se define como cualquier acto de relación sexual ilegal entre un hombre y una mujer”, explica la antropóloga Ziba Mir-Hosseini, especializada en derecho islámico y género.

En Qatar, la mayor parte de la población profesa el islam, pero se definen como una nación abierta donde la práctica de otras religiones no tiene ningún impedimento. Sin embargo, los derechos humanos, principalmente de las mujeres y las disidencias, siguen siendo cuestionados, vulnerados y negados. Según un informe publicado por HRW, el sistema discriminatorio de tutela masculina que se aplica niega a las mujeres el derecho a tomar decisiones sobre sus vidas. Las mujeres en Qatar tienen prohibido trabajar en varios puestos del gobierno, recibir servicios de salud sexual y reproductiva, así como aplicar para una beca del gobierno sin el previo permiso de un familiar hombre. Tampoco pueden desempeñarse como tutoras principales de sus hijos e hijas, aunque estén divorciadas y tengan la custodia legal.

Y, hablando de fútbol, en algunas naciones que se rigen bajo el islam, las mujeres no pueden ir a los estadios. Qatar se jacta de ser un poco más liberal, a diferencia de las otras, y dice que no hay restricciones sobre el acceso de las mujeres a las canchas. 

Noruega alzó la voz: Derechos Humanos y condiciones laborales

En Doha y días antes de que se realice el sorteo de la fase de grupos del Mundial, se llevó a cabo el 72° Congreso de la Fifa con representantes de todas las federaciones de fútbol. Ahí tomó la palabra la presidenta de la Federación de Fútbol de Noruega, Lise Klaveness, quien aseguró que la organización de una Copa del Mundo en un país como Qatar era “inaceptable”: “Deberíamos pensar en los heridos y los familiares de los fallecidos (…) A menudo me preguntan cómo es trabajar en un mundo de hombres. Siempre respondo: no, yo no trabajo en un mundo de hombres. El fútbol es de todos los niños y niñas del mundo”.

“No podemos tolerar empleadores que no garantizan la seguridad de sus trabajadores, ni líderes que no quieren acoger partidos de mujeres, ni que no protejan la seguridad de la comunidad LGTBI”, dijo.

La ex jugadora y primera mujer en presidir la federación de fútbol de su país rompió con la comodidad en el encuentro y puso en debate las denuncias por violación de los derechos laborales de quienes levantaron principalmente los estadios en Qatar y habló de la Comunidad LGTBIQ+. La respuesta a su mensaje no sorprende, y llegó por parte de su par de Honduras, Jorge Salomón: “No es el foro para discutir estos temas. Esto es fútbol, no podemos desenfocarnos”. 

A lo que hace referencia Klaveness es a las denuncias realizadas por trabajadores, en su gran mayoría migrantes, que estuvieron involucrados en las obras que se realizaron en Qatar para el Mundial. Según publicó a principios del año pasado el diario británico The Guardian, desde 2010, cuando Qatar fue designado como sede para el Mundial que se disputará este año, hubo más de 6.500 muertos en la construcción de la infraestructura. La información fue recogida de las embajadas de India, Bangladesh, Nepal, Sri Lanka y Pakistán en Doha. Algo que desde la organización negaron rotundamente.

Todes serán bienvenides, pero sin banderas

Para cuidar. Las banderas que identifican al colectivo LGTBIQ serán sacadas de los estadios, fan fests y demás espacios vinculados al evento deportivo. Según el Jefe de Seguridad del Mundial, Abdulaziz Abdullah Al Ansari, todas las personas, independientemente de su raza, género y religión, serán bien recibidas en Qatar. Sin embargo, admitió que, si una persona aficionada “ondea una bandera arcoíris y yo se la quito, no es porque lo quiera, sino para protegerlo».

La ley islámica por la que se rige Qatar, la Sharía, detalla el código de conducta de la sociedad y los criterios morales. Y la homosexualidad es castigada con cárcel y, en caso de que sean musulmanes, pueden llegar a ser ejecutados. 

Abdullah Al Ansari agregó: “Yo no, pero alguien más cerca podría agredirlo… Yo no puedo garantizar el comportamiento de toda la gente. Y le diré: «Por favor, no hay necesidad de realmente ondear esa bandera en este momento »». 

“Reserven la habitación juntos, duerman juntos, es algo que no nos incumbe. Nosotros estamos acá para organizar el torneo, no vayamos más allá”, continuó. “No podemos cambiar las leyes. Uno no puede cambiar la religión durante 28 días de la Copa del Mundo”, cerró el funcionario.

La religión y la costumbre no pueden cambiarse, pero sí la fecha histórica de realización. Por primera vez, el Mundial de fútbol masculino se jugará en noviembre y diciembre, por las altas temperaturas de la sede, Qatar. Las denuncias fueron hechas, los derechos se siguen peleando, las mujeres que ocupan puestos en espacios históricamente masculinizados alzan la voz. Tal vez, sea momento de que el fútbol masculino empiece a escuchar.

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