En el Viejo Continente suelen decir que su mayor certamen futbolístico internacional, la Eurocopa, es como un Mundial sin Brasil ni Argentina. Pues bien, desde ahora en Rusia sólo queda algo así como una Eurocopa en fase definitoria, toda vez que, caído en desgracia otro de los favoritos -Brasil-, ya no quedan exponentes latinoamericanos en juego.
Y si hay algo que parece afianzarse en esta rara edición mundialista es su condición de rompeprodes. De los que llegaron con chapa de comerse crudos a todos ya no queda ni la sombra, y cada vez es más difícil por estas latitudes reacomodar simpatías y odios entre los pocos que siguen en carrera. Podrá decirse que la eliminación del gigante sudamericano causó alguna que otra satisfacción por su condición de clásico rival argentino, pero… ¿ahora qué? Acaso resignarse a esperar que Inglaterra hoy mismo corra igual destino sea el único consuelo en un Mundial cuyo atractivo a nivel local se derrumba día a día.
Por lo demás, el sorprendente estrellato de Bélgica, en lo personal, está lejos de resultarme simpático; lejos de la cándida visión que podría celebrar la condición multiétnica de su selección –para más datos, dirigida por un catalán- cabe antes que nada recordar que los morochos que alistan allí son descendientes de culturas y naciones sojuzgadas y explotadas por esa potencia colonial que sólo por gozar de, digamos, buena prensa puede mantener escondida bajo la alfombra su larga historia de tropelías en el Congo. Como ejemplo, de allí es oriundo su crack Romelu Lukaku, cuyo padre nació en un país que convirtió en héroe nacional a Patrice Lumumba, líder revolucionario africanista que acabó masacrado por legionarios belgas tras haber batallado por la independencia congoleña.
En fin, estimados, por mi parte, en mi condición de ruso-argentino sólo me resta apostar por el local. Ya les anticipé en anteriores columnas tanto mi fe como mi convicción en las chances del elenco que dirige Stanislav Cherchesov, y también el interés que ha depositado el líder supremo Vladimir Putin en esta cruzada. Precisamente el propio DT reconoció públicamente que el jefe del Kremlin los llama a menudo y que eso es una “motivación extra” para el plantel que este sábado se medirá con Croacia.
Así que… vamos Rusia. A todo o nada. Y si es nada, sumaré mi voz a lo que se escucha decir por aquí cada vez más: qué Mundial de mierda.