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¿Qué es pensar en nacional?

Por Paulo Menotti.- Rubén Plaza, fundador del Ateneo Arturo Jauretche, en una entrevista con El Ciudadano retoma la matriz del pensamiento del ideólogo que surgió con Forja para más tarde integrarse al peronismo desde una perspectiva criolla.

“Perdimos el tiempo justo, para ser la gran Nación, el ser chicos hoy nos duele, en el alma y la ambición”, señala la banda de rock Los Piojos en la canción “San Jauretche”, el estigma de una Argentina que pudo ser. El 6 de septiembre de 1930 el país inauguraba un ciclo de dictaduras militares que dejaron afligida y desvastada, como menos, a la República. En ese momento se produjo un golpe de Estado contra Hipólito Yrigoyen, el viejo caudillo radical que estaba siendo duramente cuestionado por “corrupto”. Sus continuadores retomaron la vergonzosa política de proscribir a la UCR, negando el poder de expresión de una masa importante de ciudadanos. En esa etapa llamada “Década Infame” y caracterizada por el fraude y la corrupción –que los restauradores conservadores supuestamente venían a corregir– surgió un grupo de radicales yrigoyenistas que, indignados, formaron el grupo Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (Forja). Entre ellos se encontraban el poeta Homero Manzi, Raúl Scalabrini Ortíz y Arturo Jauretche, entre otros. El grupo decidió disolverse en 1945 por haber cumplido su propósito. Sus integrantes eran ya personalidades de peso en el peronismo naciente pero Jauretche se había transformado en un destacado pensador que recuperó la tradición de lucha contra el imperialismo y el colonialismo a favor de “lo nacional”. Tres décadas después, en Rosario, un grupo de “jauretcheanos” decidió retomar el pensamiento del ideólogo argentino y, a partir del Ateneo Arturo Jauretche, realizar actividades para difundir sus ideas. Rubén Plaza, uno de sus principales impulsores, reflexionó ante El Ciudadano sobre la matriz del legado “jauretcheano”.

—¿Cómo surgió el ateneo Jauretche?

—En el año 1978, con Orlando Calgaro, fallecido recientemente, fundamos el Ateneo Arturo Jauretche. Con anterioridad veníamos trabajando y difundiendo el ideario de Jauretche. Tuvimos la suerte de conocerlo y ya había un compromiso con alguien que fue todo un hito en la historia a partir del año 1930. Después del derrocamiento de Yrigoyen y allá por la Década Infame, como dijera Darío Alessandro –el último dirigente de Forja que, como diputado, integró el Grupo de los 8–: “Vamos a tener que hablar de una primera Década Infame, de una segunda, una tercera. Y ojalá no hubiera una cuarta”.

En los 34 años del Ateneo hemos cosechado muchos adherentes sin tener un objetivo partidario. Más allá de las ideologías pero siempre dentro del campo popular, tuvimos abiertas las puertas a diferentes pensadores. Por ejemplo puedo nombrar a José María Castiñeira de Dios, el primer director de Cultura de la ciudad de Buenos Aires en el primer gobierno peronista. También puedo nombrar a Miguel Bonasso, Norberto Galasso, Alcira Argumedo, como gente que se acercó con sus diferencias. También, desde el Ateneo di charlas en el comité departamental del partido radical así como en los centros de estudios del socialismo. Nosotros al igual que Forja mantuvimos libertad de acción hacia fuera. Cada uno militó en el partido que quería o en el sector del movimiento peronista con el que se identificaba más. Con el advenimiento de la democracia algunos compañeros ocupamos distintos cargos en el gobierno provincial de José María Vernet en Educación y en otros sectores. Nosotros no tuvimos una posición pública de partido pero tuvimos esa coincidencia de haber confluido en un proyecto como producto de nuestra militancia.

—De puertas adentro del ateneo, ¿qué ideas tenían?

—Las mismas que nos dejó don Arturo Jauretche. Nosotros nos pusimos, a modo de difusión, premisas muy claras que están en el pensamiento jauretcheano: “Pensar en nacional”. ¿Y qué es pensar en nacional? Es pensar el país real y no el trivial. Esto es no ver hacia fuera e importar todo lo que está dando vueltas, obviamente en Occidente. Tal es así que su última conferencia en Bahía Blanca, antes de su fallecimiento en 1974, se tituló “Metodología”. Jauretche se tomó el esfuerzo de dejarnos hasta un método cuya explicación se encuentra en un libro suyo, que es capital. Toda la bibliografía de este pensador argentino es importante pero considero que hay un libro indispensable para analizar su pensamiento y es El medio pelo en la sociedad argentina. En este texto, como en el Manual de zonceras argentinas, don Arturo partía de que había una “colonización pedagógica” y decía que “acá no van a venir los boinas verdes”, es decir los marines norteamericanos que invadieron América latina. “A nosotros nos van a invadir con la cultura”, afirmaba Jauretche que veía que una forma de penetración cultural fue a través de la escuela. No por nada, con la fundación de Forja se inicia el “revisionismo histórico” que se encargó se releer la historia oficial que nos habían contado. Jauretche profundiza y se mete en distintas variantes de la historia argentina. Hace hincapié en la economía, en la política y en las Fuerzas Armadas –incluso tiene un libro dedicado a este tema–, entre otras.

Con todos estos temas va a la médula de las antinomias que todavía tenemos en la Argentina. Por ejemplo, hace un año inauguramos un busto a Jauretche en el parque Urquiza. A los pocos días le rompieron partes.

Esas antinomias todavía están, así como las zonceras, que caracterizan a los argentinos. Son 44 las zonceras que publica don Arturo en su libro y con una advertencia. Al final del libro, en antiguas ediciones se dejaban diez páginas en blanco para que cada lector descubriera su propia zoncera. “Lamentablemente, cuando muere el zonzo viejo, queda la zonza preñada”, y él advierte que desde el “destete” ya está inoculado para ser transformado en zonzo. Don Arturo se pregunta también: “¿Somos zonzos los argentinos?”, a la vez que se interroga: “¿Dónde está la viveza criolla?”. Jauretche dice que la “viveza criolla” es individual, inmediata; es la picardía que sirve a la persona para sacar ventaja para sí mismo. Sin embargo, cuando tenemos que usar la “viveza” para pensar en el conjunto, en el colectivo, en la patria, ahí nos volvemos zonzos. De este manual, a mí me gusta una “zoncera” que dice: “Pagaré la deuda (externa) ahorrando en el hambre y la sed del pueblo”, una lamentable frase de Nicolás Avellaneda. ¿Hay algún paralelismo con estos gobiernos que han querido honrar la deuda, mientras nosotros nos vemos en necesidades, como nuestros jubilados? La otra zoncera que tiene vigencia es la que dice: “La victoria no da derechos”. ¿Qué dice Jauretche sobre esto? Que la victoria da obligaciones. Jauretche dice que el presidente, la máxima investidura de los argentinos, debe ser quien cuida a los ciudadanos como un padre a un hijo.

—¿Por qué crearon el ateneo en 1978?

—Era una época difícil. Nosotros estábamos dando charlas y veníamos viajando de Paraná. Con Calgaro pensamos que si nos pasaba algo todo lo que hacíamos iba a quedar borrado porque éramos desconocidos. “Vamos a darnos identidad”, dijimos. Y al cumplirse el primer aniversario de la muerte de don Arturo, Gary Vila Ortiz nos publicó un comunicado de adhesión. Ése fue uno de los motivos por los que nosotros fundamos el ateneo.

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