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Que la honestidad garpe

Hacer un análisis a manera de balance en este año que termina es revisar la historia de una década con dos capítulos: el de Néstor Kirchner junto a Roberto Lavagna y el de Néstor Kirchner junto a Cristina de Kirchner.

Hacer un análisis a manera de balance en este año que termina es revisar la historia de una década con dos capítulos: el de Néstor Kirchner junto a Roberto Lavagna y el de Néstor Kirchner junto a Cristina de Kirchner.

Argentina reventó por los aires en manos de la impericia de la Alianza convalidado por el voto de los ciudadanos en el 2000.

Duhalde apareció tras una zaga de breves presidentes convidando a distintos sectores a integrar la Mesa del Diálogo Nacional. En paralelo Remes Lenicov devaluó y luego Lavagna actuó para revertir la falta de confianza y encaminar el desastre económico.

Por entonces ya con Néstor Kirchner en la presidencia se trabajó denodadamente hasta lograr bajar la desocupación generando trabajo. En gastar menos de lo que ingresaba.

En pagar la deuda externa para luego atraer inversiones genuinas. Argentina transitó por algunos años de normalidad hasta que Lavagna se fue del gobierno denunciando sobreprecios desde el atril de la Cámara de la Construcción. A partir de allí de la mano del kirchnerismo Argentina comenzó a desandar lo andado hasta llegar a este hoy, donde increíblemente el gobierno a un año de su finalización festeja su propio fracaso.

El modelo virtuoso no tiene delfín. Sí tiene su cara y seca. En una cara mostró lo bueno y eficiente de hacer política y en la otra lo peor de ella: el poder devastador de la corrupción. Es lamentable tanto esfuerzo para volver a lo mismo. Con el resultado de un país tanto o más desintegrado que cuando asumió Néstor Kirchner.

Un capítulo y no menor, merece tanto en el kirchnerismo como en el socialismo, observar el manoseo que ambos le dispensaron al progresismo, y por qué no a los principios revolucionarios que tuvo el peronismo.

Los más grandes y graves problemas que atraviesa la geografía de nuestra república no tienen sujeto. Nadie termina siendo responsable de nada.

La diferencia enorme entre aquel principio de la década kirchnerista y su final, es el avance feroz del narcotráfico. Hoy no se sabe a ciencia cierta si tenemos representantes narcos dentro del poder político, dentro del Poder Judicial. Cuenta el doctor Tokatlian:
“En la campaña política del año 94 que llevó a Samper a la presidencia de Colombia, el 80 % de los senadores y representantes tuvieron en sus campañas dinero del narcotráfico. Un informe del año 1998 en México, emitido por una comisión de altos estudios sobre narcotráfico, concluyó que era muy improbable que el narcotráfico en México traduzca su poder económico en poder político… una década después ya lo habían convertido”; y remata advirtiendo “ el acumulado de recursos que genera una actividad ilícita como el narcotráfico asociado a otros ilícitos como la trata de personas, la venta clandestina de armas, en algún momento se transforma en poder político, esto es lo que hay que entender de manera decisiva en nuestro país”.

La Justicia en toda República es su columna vertebral. En nuestro país deja muchísimo que desear. Si los jueces hubiesen ostentado la independencia que la Constitución marca, hoy no tendríamos un Estado tan corrupto.

El horizonte electoral sigue prometiendo mucha incertidumbre. La sensación que generan los candidatos presidenciables cuando abordan temas sensibles a las angustias sociales, es que aún no están preparados para mitigarlas. Se los observa muy pendientes (cuando bajan a territorio) del horario del envío del material con la mejor “toma”; que en tomarse el tiempo necesario para escuchar el dolor social. La pregunta clave que aún nadie ha contestado centraliza una realidad, cual es la de un gobierno que hizo de la corrupción un sistema que atraviesa al Estado. Entonces, si los hoy candidatos fuesen presidentes mañana y estuviesen convencidos ¿estarán capacitados para desterrar esta práctica tan costosa?

Juan Pablo II dejó la mejor definición a mi criterio sobre el accionar de la política. Decía que la política está en las sociedades para cambiar lo que les duele. Claro que para que en Argentina transitemos este camino, primero la sociedad debe estar convencida y criticar la distorsión política con la misma vehemencia que el papa Francisco critica a sus sacerdotes, cuando los acusa de tener “alzheimer espiritual»; de propiciar «terrorismo de habladurías», de «esquizofrenia existencial», «exhibicionismo mundano», «narcisismo falso», » rivalidades por la gloria», «rostros fúnebres» o formar «la orquesta que emite falsas notas».

Mi deseo para este 2015 se traduce en una frase que oí decir a Jorge Asís refiriéndose a los políticos escudería 2015: “Tendrán que entender estos muchachos que la honestidad garpa”.

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