*Por Miriam Racca
¡Qué quilombo!, dije espantada. Y automáticamente pararon los gritos y las acusaciones. Mi tía Gisela señalándome con el dedo me sentenció: «¡En esta casa no se dicen palabrotas!», y apuntó después hacia el tío Andrés. «Hacé algo, es TU sobrina». Ese TU, súper acentuado, fue como un cachetazo.
Y el tío hizo algo. Me llevó a mi casa. No sirvieron los ruegos de Pamela ni de David… La maleducada, la mal hablada de Victoria se quedaba sin días de vacaciones en la casa con pileta de los tíos ricos. Volvería a refrescarse con la manguera en su patiecito minúsculo. Y los primos se quedarían solos en su jaula de cristal, como dice mamá.
Apenas bajé del lujoso auto del tío, con mi mochilita, mi mamá me preguntó: «¿Qué pasó?»
Mi tío, que me ama mucho y no quiso acusarme, no dio muchos detalles pero no pudo con su genio. «Mariana sale a vos, no tiene filtro», soltó y aprovechó para cargar la culpa en su hermana menor. Mi abuela Rosa, puso el grito en el cielo…
Yo, Vicky, la demonia mayor, seguramente hice algo. Algo que aprendí de mi madre, la rebelde, la que va a las misas ricoteras, la que quedó embarazada a los 16 de un zapallo. Un zapallo que era el más lindo, el de los ojos celestes que embobaba a todas las negritas del barrio. Del que por lo menos heredé sus ojos, ya que nunca aportó nada, según dice Flor, que es la mejor amiga de mamá y mi madrina.
Según escuché, Flor siempre quiso casarse con mi tío Andrés, pero él embarazó a la chica bien, a la hija del dueño del supermercado donde trabajaban. Y para tapar la falta, los casaron. Con toda la pompa, de blanco y con la panza grandota, la tía Gisela entró a la Iglesia donde la esperaban mi tío Andrés, transpirado como en un partido de una final de fútbol, y mi abuela emocionada con una capelina negra con una rosa de tul espantosa. Yo tenía 5 años, pero recuerdo muy bien ese día.
Mi mamá peinó y maquilló a la abuela para esa ocasión tan especial de ser madrina de casamiento. Estuvo en cada detalle. Y terminó llorando, como siempre que se acerca a mi Abu. Por el mismo tema. Lo escucho hace años. Mi mamá es madre soltera. La que deshonró el apellido. Como si el apellido Mansilla fuera de alcurnia, como si el apellido de la tía Gisela tuviera más valor porque está en el cartel del Mercadito Vázquez.
La verdad es que lamenté perder las tardes de pileta, videojuegos y de chocolatada con mis primos que son los cómplices ideales para subirse a los árboles, jugar al fútbol y me siguen en todo, pero sinceramente no la paso mal en casa.
Mi mamá sabe crear juegos re divertidos con pocas cosas, guerras de almohadas, de baldazos y a veces me tortura con juegos didácticos, los que compra o los que inventa pero cuando saco las mejores notas en la escuela me doy cuenta que dan resultado porque me ayudan a pensar.
Además, tengo amigos en el barrio, mi mamá los conoce a todos y la quieren. Les gusta venir a mi casa, hacemos competencias de baile y karaoke. Ella nos deja poner la música a todo volumen, y, a veces, baila con nosotros los temas de Los Redondos.
Esa noche, en mi cama, abrazadas a pesar del calor hablamos con mami de lo que pasó en la casa de los tíos. Le conté con todos los detalles, como a mí me gusta. Ella siempre me escucha y va haciendo caras, pero no interrumpe:
Resulta que David, que es chiquito, estaba re llorón. Molesto, parece que tenía sueño, no sé. Con Pame buscamos todo para que se entretuviera. Y mirá que tiene juguetes caros, autos a control remoto, revólveres, pistolas, escopetas, flechas, videojuegos y nada. Seguía cargoso. Y con Pame queríamos jugar con las Barbies y la casita de muñecas. Lo único que lo calmaba era que yo lo abrazara. Por ahí, se me ocurrió algo, le saqué el chupete a ese bebote gigante que tiene Pame, ese que habla, hace pis y gatea, y se lo di al Davicito. Estaba feliz. Y lo acuné. Le canté todas las canciones que vos me cantaste siempre e hicimos de cuenta que era mi hijo. Entonces Pame sacó el jueguito de té y éramos dos amigas que se reunían a charlar, como vos con Florencia. Y David me decía mami, mami, mami y Pame se ve que se puso celosa…
Ella quería ser la mamá y no mi amiga y madrina. Pero como David no entendía y no le salía la palabra madrina, decía marrina, entonces decidimos que las dos fuéramos mamás del Davi y listo.
Y vino la tía Gisela con los jugos y bizcochuelo y nos preguntó a qué jugábamos. Pamela le dijo, viste que habla con la z: «La Viqui y yo zomos una familia y el Davi es nueztro hijo».
No sé por qué la tía se enojó tanto si David estaba tranquilo. Llamó al tío Andrés y se gritaron cosas re feas. Hasta dijeron que yo soy mal ejemplo. Yo me asusté, pero Pamela parece estar acostumbrada al griterío…
Al rato aparecieron la madre y el padre de la tía y discutían con el tío Andrés. La tía lloraba y tiraba todo lo que encontraba en el camino. Y el nene se abrazaba a mí y la abuela lo tironeaba diciendo que no se juntara conmigo.
Entonces Don Vázquez me pregunto: «¿Qué dice Usted señorita de lo que hizo?» No sé por qué me dijo señorita si tengo 10 años, pero sonó lindo, a pesar de la cara de malo que tenía.
Por educación, yo quería darle una respuesta a Don Vázquez, pero yo no había hecho nada. El griterío, los llantos, las acusaciones, las amenazas, el revoleo de almohadones todo lo habían hecho ellos. Y otra vez me señalaron: «Esto es su culpa. ¿Qué piensa la se-ño-ri-ta de todo esto?» Me encogí de hombros…
Sí, mami ya sé que vos no querés que haga ese gesto pero… miré para todos lados, los jugos estaban derramados por el piso, el bizcochuelo estampado en la cortina, todos locos…
Y se me escapó, no sabía que esa palabrota era tan grave como para echarme, pero es lo que vi…y lo dije: ¡Qué quilombo!
Convenio La Cigarra- Santa Fe Más
*Este texto fue escrito por Miriam Racca – Radio Aire Libre
La Cooperativa de Trabajo La Cigarra firmó por segundo año consecutivo un convenio para dictar talleres con el programa Santa Fe Más, que depende del Ministerio de Desarrollo Social de la provincia. Está orientado a jóvenes de entre 16 y 30 años con el fin de brindarles herramientas que ayuden a la inserción en el mundo del trabajo.
El desafío es grande y se lleva a cabo en tres talleres de un encuentro semanal con personas de todas las edades, quienes fueron seleccionadas por haber transitado capacitaciones relacionadas a la comunicación y el periodismo en las organizaciones sociales de las que dependen.
Los integran alumnas y alumnos de Radio Aire Libre, Radio Qom, el Centro Cultural La Gloriosa, ONG Meraki, Hay Salida, Comunidad Rebelde, Descendientes de Victoria, Alcanzando Sueños y Permanecer. Desde La Cigarra y con periodistas del diario El Ciudadano como talleristas se pensó en brindar un acercamiento al periodismo y la comunicación institucional para que pudieran aplicarlo en cada una de las instituciones por las que transitan y se sienten parte.
Cuando hay ganas todo se puede. A lo largo de estos meses logramos esa reciprocidad de conocimientos que nos da sabiduría y nos dejan distintos textos que nos llenan de orgullo. Por eso, los vamos a ir publicando tanto en la edición impresa como en la web del diario El Ciudadano. Esperamos que los disfruten.