“Tapizar Irak y Siria con bombas” para frenar al Estado Islámico (EI), construir un muro en la frontera sur pagado por el propio gobierno de México, la deportación masiva de millones de “sin papeles” o incluso desplegar la Guardia Nacional para evitar la llegada de inmigrantes: propuestas que hasta ahora estaban limitadas a sectores extremistas, son algunas de las principales banderas de los precandidatos más valorados en el comienzo de las primarias republicanas. El escenario electoral por ahora no despeja el camino a ninguno de los ellos, pero la posibilidad de que Donald Trump o Ted Cruz, que marchan primeros en las encuestas nacionales dentro de la oposición, consigan su sueño presidencial augura un escenario internacional preocupante.
“En principio, no se puede descartar que uno u otro candidato radical de la derecha estadounidense mas xenófoba e intransigente se alce con la victoria en las próximas elecciones presidenciales”, opinó Ignacio de la Rasilla del Moral, doctor en Derecho y Relaciones Internacionales por el Graduate Institute of International and Development Studies de Ginebra, a este diario. “En una sociedad regida por las leyes de la mercadotecnia, la combinación de popularidad, el acceso a grandes recursos económicos y la transmisión de mensajes de fuerte impacto mediático ha contribuido a acercar a candidatos radicales a aquellos votantes desencantados con el establishment político estadounidense tras dos administraciones demócratas”, indicó.
El Apocalipsis como recurso
Desde que la carrera hacia la Casa Blanca comenzó a precalentar a mediados de junio del año pasado, algunos referentes republicanos expusieron a los estadounidenses a todo tipo de predicciones apocalípticas producidas por amenazas provenientes del exterior.
Una sensación creada a fuerza de discursos cotidianos y cuyo impacto en la población resulta evidente: según las últimas encuestas, el 73 por ciento de los consultados considera que el país está yendo en la dirección incorrecta.
El propio Barack Obama intentó revertir ese sentimiento sombrío en su último discurso sobre el estado de la Unión, a principios de enero: “Cuando los políticos insultan a los musulmanes, una mezquita es destrozada o un niño es intimidado, eso no nos hace más seguros. Nos deja mal ante los ojos del mundo”, aseveró frente a los discursos radicalizados que estigmatizan como terrorista todo lo que sea islámico. “El mundo busca a Estados Unidos para solucionar problemas y nuestra repuesta debe ser algo más que ponernos en duros y hablar de lanzar bombardeos «en alfombra» sobre civiles”, subrayó. Con esa expresión, se refirió a un ataque masivo con bombas de nula precisión, como los llevados a cabo contra Japón durante la Segunda Guerra Mundial.
Trump y Cruz prometieron fulminar al EI con esa táctica.
Retroalimentación
Luego de los ataques terroristas de noviembre en Francia, reivindicados por el Estado Islámico, y la posterior masacre de 14 civiles en una fiesta privada en San Bernandino, California, perpetrada al mes siguiente por dos simpatizantes del autoproclamado “califato”, los precandidatos respondieron al lógico temor de la población radicalizando sus palabras. Trump denunció sin pruebas que los musulmanes de Nueva Jersey habían festejado los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y, en lo que fue considerado como un ataque a las minorías, fue imitado por gran parte de sus rivales internos.
“La presencia de este tipo de figuras a la cabeza de la mayor maquinaria militar de la historia de la humanidad podría agravar una serie de tensiones internacionales latentes. Potenciaría, por ejemplo, la competencia con la Rusia de Vladimir Putin, deterioraría aún más la imagen de Estados Unidos en el mundo musulmán y agravaría, de ese modo, la amenaza terrorista global. Esto, a su vez, generaría nuevas políticas intervencionistas, del tipo de las que América latina guarda un muy triste recuerdo”, advirtió De la Rasilla del Moral, residente en Londres.
Todos derraparon a derecha
Una encuesta de ABC y Univisión revelada anteayer dejó en evidencia el pánico de algunos sectores: el 64 por ciento de los jóvenes hispanos y un 73 por ciento de sus pares negros dejaría el país ante un triunfo de Trump.
Pero aunque ninguno de los precandidatos triunfe en las elecciones programadas para el 8 de noviembre y el Partido Republicano seleccione a otro candidato más acorde con su tradición, la oposición habrá sufrido un corrimiento en sus bases ideológicas difícil de revertir. A la fecha, a nivel nacional, Trump y Cruz cosechan en suma el 50 por ciento de los respaldos, y los movimientos de extrema derecha acaparan una bancada cada vez mayor en el Congreso, lo que previsiblemente se traducirá en políticas.