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“Queremos empujar a que los cupos se apliquen y que entren más compañeros”

Desde Varones Trans, Santiago cuenta cómo se enlaza su historia, su militanicia y su identidad con la de casi un centenar y medio de integrantes. Aunque los derechos íntimos tuvieron avances inéditos, advierte que falta bastante para que un varón “cruce la peatonal embarazado”

Santiago pasa sus días leyendo. Quiere informarse sobre los 52 proyectos que la comisión de Feminismos y Disidencias del Concejo Municipal tratará este año y sobre los que ya aprobó. Fue contratado para hacer tareas administrativas, pero quiere trasladar la militancia que lleva adelante desde hace años para visibilizar las problemáticas del colectivo de varones trans. Esa militancia que le permitió sumarse junto con Michelle Mendoza a las incorporaciones establecidas por el cupo laboral trans.

“Cuando me llamaron para esta propuesta me quise hacer el duro y decirles que lo iba a pensar, pero no me salió: estaba feliz. Me emocioné mucho y me sorprendió. En lo personal vengo peleando por esto junto a quienes militamos con el cuerpo. Lo hacemos para que alguien llegue a poner esa voz y es un honor que me hayan elegido. Sentís que aún falta porque hay un montón de compañeros que lo necesitan. Queremos empujar a que los cupos se apliquen y que entren más compañeros”, dijo Quizamás a <El Ciudadano<, y contó que el cupo de 2019 aún está vacante.

Como representante de Varones Trans, Quizamás opina que el colectivo tuvo poca visibilidad y contó que si bien a la Universidad Nacional de Rosario entró un grupo de chicas trans el año pasado, no ingresó ningún varón. “La lucha con las chicas es la misma, pero creo que hay un salto generacional. La gran mayoría de los varones trans y no binaries son jóvenes y adolescentes, a diferencia de las chicas que tienen otro recorrido y atravesaron otra sociedad. A nosotres nos llevó más tiempo encontrarnos. Haber sido sociabilizados como mujeres y niñas nos hizo atravesar las violencias machistas. Hoy no tengo la misma voz que la que tenía antes de transicionar. El patriarcado sigue actuando en todos los aspectos, se conoce poco de la construcción de varones trans y no binaries. Lo vimos como la ley de Interrupción del Embarazo: es una norma por la que se pelea hace 15 años y recién desde hace dos se habla de cuerpo gestante. En Rosario, es impensado que un varón trans cruce la peatonal embarazado. Es una discusión que aún falta instalar”, contó.

En la actualidad, Varones Trans nuclea a 140 personas de Rosario y alrededores. “En el Cemar hay 350 historias clínicas de varones y no binaries. “No todos militan y las instancias de reconocimiento como las del cupo laboral nos dan un poco de aire. Seguiremos empujando para que esos espacios se garanticen y sean cuidados y respetados”, destacó.

Santiago estimó que hay 1,300 personas trans en la provincia y que cerca de 70 deberían ingresar por cupo. Sin embargo, entiende que el mayor obstáculo es la edad, ya que la legislación abarca desde los 18 a los 43 años y gran parte del colectivo supera esa franja. “Sólo pocas compañeras obtuvieron la reparación histórica. Muchas personas no pueden trabajar por su estado de salud o por la edad y el Estado no está presente”, marcó.

 

En primera

Santiago salió del closet cuando tenía 13 años. Era la década del 90 y la sociedad lo veía como una lesbiana. Su familia lo aceptó, pero nunca hablaron del tema. Lo notó luego de participar de las reuniones con las familias de varones trans que acompaña desde su militancia y hoy celebra el cambio.

Santiago siente que las leyes le habilitaron la vida. Cuando salió la de Matrimonio Igualitario estaba haciendo la lista de casamiento con su pareja y recibieron la primera libreta roja en el Distrito Sudoeste de Rosario.

La transición llegó de la mano de su hija Pilar, quien hoy tiene 7 años. Santiago y su esposa la buscaron por mucho tiempo y Pilar llegó en mayo de 2013 tras más de 10 intentos de inseminación asistida. Aún no estaba aprobada la ley y la pareja debió enfrentar los costos en dólares. La norma fue aprobada un mes después.

“Terminé de dar el salto a lo que soy hoy gracias a mi hija”, asegura, y cuenta que ella ignoraba el cuerpo biológico de Santiago y lo llamaba papá aún antes de transicionar. “Entendió que mamá era quien la había tenido en la panza, entonces gracias a Disney yo era su papá”, recuerda.

Fue en el festejo del cumpleaños de 3 de su hija cuando supo que no quería dejar de ser su papá: “Antes de ser Santiago había construido esa identidad de padre y no la quería perder”. Habló con un amigo que estaba transicionando y decidió seguir ese camino. Su hija eligió el nombre que hoy figura en su DNI y que dio inicio a su militancia. “Es como la libertad, una vez que la tenés, querés que todo el mundo la tenga”, asegura.

Con el grupo Varones Trans empezaron a juntarse y a hacer reuniones. “Todos los días aparecía alguien nuevo. Después sumamos el espacio para no binaries y trans adolescentes con la idea de habilitar el poder ser”, cuenta.

Para Santiago, la militancia y la lucha colectiva le dieron la posibilidad de tener su identidad. “Es muy difícil transicionar desde la soledad, no acceder al trabajo porque no encajás por la ropa o por la expresión de género. Cuando encontrás a alguien que atravesó ese camino, te empezás a reflejar y es más sencillo. Había compañeros que no sabían que había ley de Identidad de Género ni que podían operarse en Rosario. Hay miles de historias que nos fueron uniendo y fortaleciendo”, celebra.

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