Dos exponentes de la nueva música nacional tendrán el viernes un cruce en el escenario local de la Sala de las Artes (Suipacha y Güemes). Se trata de Salvapantallas y Bándalos Chinos. La primera es una formación cordobesa liderada por los millennials Zoe Gotusso y Santiago Celli nacida al amparo de las nuevas formas de distribución musical: las redes sociales. Y la segunda, una banda del Gran Buenos Aires que en sus orígenes transitó la independencia y hoy, con una década de recorrido y sin salir de allí, se encuentra surfeando las olas de la masividad tocando en los principales festivales internacionales que llegan al país.
Bándalos Chinos está presentando su más reciente trabajo discográfico titulado Bach que nada tiene que ver con el renombrado compositor barroco. Lo que el sexteto expresa son once canciones de amor y amistad, con un compás dulce y pegadizo, una evolución musical a partir de matices de producción y líricas simples, y por tanto no menos poéticas, que ponen el acento en el ritmo más que en las metáforas rebuscadas para contar historias.
Es un disco que suena homogéneo y expresa algo colectivo mostrando al sexteto conectado en sintonía fina creando un concepto, una voz, una identidad y una forma de decir propia que se hace mucho más concreta que lo conseguido en el pasado con trabajos como Bándalos Chinos (2012) y los EPs Nunca estuve acá (2014) y En el aire (2016).
Con la formación consolidada desde 2014 la búsqueda de Bándalos se enfocó en cómo sonar. En el pasado habían quedado las pulsiones que la hicieron nacer exactamente hace diez años (comenzaron los ensayos en abril de 2009) sin un objetivo sonoro claro más que salir a tocar canciones propias. “Ahora queríamos dejar de ocultarnos detrás de las metáforas complejas y buscar dentro de nosotros mismos qué era lo que queríamos decir, alguna manera más directa de decir las cosas”, contó Goyo Degano a El Ciudadano. Y destacó que con Bach quisieron plasmar “la foto de un momento de nuestra vida como grupo; sentíamos que nuestras producciones anteriores no tenían esa fuerza y queríamos perder el miedo a decir y contar lo que nos pasa”.
Para el líder de la banda, Gregorio Goyo Degano (voz y teclado), buena parte de este resultado fue objeto del trabajo junto al productor Adán Jodorowsky (hijo del extravagante cineasta y escritor chileno Alejandro Jodorowsky). Bajo su receta, en el desierto texano de los estudios de Sonic Ranch, durante veinte días de enero, la banda emprendió un renacimiento musical, que la llevó a parir una nueva sonoridad que deja de lado el pop para acercarse al rock, incorporando, en el camino, elementos de la new wave y la electrónica.
“Nosotros veníamos produciendo nuestra propia música y eso cambió cuando él se sumó. Le escribimos muy de caraduras y nos dijo que le encantaba lo que hacíamos pero que quería ir detrás de un sonido «más Bándalos Chinos»; nos dijo así”, recordó el músico.
Ese tirarse a la pileta implicó un alto riesgo para la banda. Se trataba de dejar el ego a un lado, trabajar para la canción y reconvertir los caminos de la banda para sacar afuera su propia identidad.
El disco, según contó el músico, fue grabado en Estados Unidos. “Fue en un estudio que queda en el medio del desierto, a una hora de El Paso. Una ciudad que se llama Tornillo. Fuimos a grabar en enero de 2018 y hacía menos de diez grados. Estuvimos 19 días allí. Volamos un 31 de diciembre porque era el boleto más barato que había, pasamos Año Nuevo en el aire. Llegamos a Houston, ahí hicimos once horas de ruta hasta llegar al estudio. Y ahí estuvimos grabando y viviendo. Un lugar que es surrealista porque tenés todo un catálogo de equipos que, para nosotros, es como un parque de diversiones. Además, la mística que tiene estar en el medio del desierto es impresionante”, detalló.
En esa especie de retiro espiritual, la banda se sumergió en una experiencia inmersiva intensa. Goyo vivió a unos metros del estudio de grabación y cada día se levantaba, se hacía un mate y partía caminando. “El proceso pedía una situación como esa, estar muy atento a lo que nos pasaba para reflejarlo en la música”, dijo. Y confió que, anteriormente, “venía más a grito pelado” y este disco “pedía más matices”.
Con Bach se permitieron “tirar un bolero, una balada, bajar decibles, BPM, está bueno porque está en nuestro ADN ese tipo de música. También me gusta llorar escuchando una canción”.
Consultado acerca de cómo vive y observa la escena independiente argentina de los últimos años, Goyo Degano opinó que hay un crecimiento por parte del público y ahí también se incluye él: “Buscamos cosas reales alejadas de esa figura del rockstars que está desdibujada y súper demodé. Pedimos ir a ver una banda y que suene bien, que puedas ir a comprarte un agua, que puedas caminar o ir al baño, lo que eleva la vara de las producciones y hace que la gente quiera ir”.
Y cerró: “Toda generación tuvo su movida y su aporte. La nuestra está aportando desde la música independiente, desde los artistas que desde su casa suben una canción y pueden generarles cosas a miles de las personas”.
Para agendar
Bándalos Chinos y Salvapantallas se presentarán el viernes, a partir de las 20, en la Sala de las Artes, de Suipacha y Güemes, donde también se encuentran a la venta las entradas.