Escrito por Mariano Hamilton – NA
Si usted es presidente de un club de fútbol y quiere que le vaya más o menos bien, lo mejor que puede hacer es reunirse con Christian Bragarnik, un abogado de 50 años que cumple la función de empresario, representante, gerente deportivo, consejero y, por supuesto, inversor.
La cuestión es que este personaje, de chico de Vélez, hizo las inferiores en Almagro y Comunicaciones como volante central y luego tuvo un paso fugaz por Justo José Urquiza y Yupanqui, club que marcó el final de su carrera como jugador a los 27 años y que le dio paso al hombre de negocios que en el término de dos décadas se apoderó de la representación de decenas de entrenadores y centenares de jugadores.
Ese pibe que jugaba en Primera D sabía que su futuro no estaba dentro de la cancha y por eso administraba un video club en Flores, mientras cursaba Derecho. Todo caminaba dentro de lo previsible para un ser normal. Pero hay algunas personas que son tocadas por la varita mágica de Harry Potter y, de un día para el otro, les cambia la película. Y a Christian la oportunidad se le presentó en 2001. Cuenta la leyenda que el padre del jugador Mariano Monrroy que jugaba en Talleres de Córdoba le pidió al chico del video club que hiciera un VHS con las mejores jugadas de su hijo. Y Bragarnik vio la hendija para colarse: hizo el video, le dio la copia a otro cliente del video club que tenía contactos con el fútbol mexicano y se cargó sobre los hombros la negociación de un posible futuro pase al exterior de Monrroy.
Finalmente Monrroy se fue al Irapuato por 400 mil dólares, pero eso no fue lo que cambió el destino de Christian, sino que durante las negociaciones deslumbró a los dirigentes mexicanos. Por su habilidad para moverse en arenas complejas, lo contrataron como asesor del Querétaro, otro equipo del que eran los dueños. Un año después, Bragarnik ya era el presidente del club y ampliaba sus contactos en el “complejo” mundo del negocio del fútbol mejicano. Luego de dos años en Querétaro, y ya consolidado, se sacó de encima la mochila de plomo de estar en un solo club porque entendió que no tenía sentido limitarse a un equipo si ya tenía contacto con el resto del universo del rico fútbol mexicano. Y así fue como se hizo amigo de Jorge Alberto Hank, hijo de Jorge Hank Rhon. Jorge Alberto era el dueño del Xolos de Tijuana y su papá era el zar de las apuestas deportivas y dueño de casinos.
En 2004 regresó a la Argentina para intentar ser el hombre fuerte del fútbol local. Después de ser uno más durante cuatro años, el salto de calidad lo pegó cuando llevó a Colón como entrenador a Antonio Mohamed, durante la gestión de Germán Lerche. Con el Turco entraron a Colón diez jugadores de la empresa de Bragarnik, con lo que inauguraba una operatoria que aún hoy le sigue rindiendo frutos: pone entrenadores, esos técnicos piden como refuerzo a los jugadores que él representa, Bragarnik lo cede a las instituciones con facilidades y a cambio consigue el pase para captar a los mejores prospectos de las inferiores. El éxito llama al éxito y billetera mata galán. Por lo que pocos jugadores se resisten a la tentación de ingresar a la red Bragarnik, la que les garantiza contratos y, por qué no, alguna jugosa transferencia al exterior.
En 2008-2009 ubicó a Diego Cocca en Godoy Cruz, quien al poco tiempo se fue a Gimnasia. El reemplazante en el Tomba fue el Turco Asad, quien luego pasó al Atlas de México. La maquinaria se seguía aceitando.
Pero el gran golpe llegó un año después, en 2009, cuando desembarcó en Defensa y Justicia como el líder de “un grupo inversor” que deseaba desinteresadamente poner dinero en el fútbol del club. El presidente de Defensa, José Lemme, era además tesorero de la AFA.
“No hay nada extraño. No hay nada raro ni nada para esconder”, decía Lemme por aquellos años cuando se lo consultaba por la conexión mejicana de Bragarnik con el Xolos de Tijuana. La pregunta no era inocente: apuntaba a la supuesta presencia de dinero del narcotráfico en Defensa y Justicia.
¿Cómo se llegó a la sospecha de lavado del dinero proveniente de la venta de drogas? Volvamos a los viejos contactos mexicanos. Jorge Hank Rhon, a quien ya mencionamos como amigo de la casa, había sido Alcalde de Tijuana por el PRI y titular del Grupo Caliente, que manejaba una cadena de casinos sospechada de lavar el dinero del cartel de Tijuana. El creador de la dinastía, Carlos Hank González, había fundado el llamado Grupo Atlacomulco, una logia política de la que surgió quien fuera presidente mexicano, don Enrique Peña Nieto. Peña Nieto es recordado por la frase “un político pobre es un pobre político”.
Un cable del consulado de EEUU de 2009, filtrado en los Wikileaks, afirmaba que el Hipódromo de Tijuana era un “refugio seguro” para el narcotráfico. No hay que imaginarse demasiado sobre el nombre y apellido de quien administraba ese hipódromo.
En 2011, Jorge Hank Rhon fue detenido en su casa acusado de complicidad en seis asesinatos y le secuestraron un arsenal de 88 armas largas, 9 mil cartuchos dispuestos para ser usados y pieles de animales exóticos. Estuvo preso durante diez días. No se le pudo probar nada y fue liberado. “Me sirvió para bajar ocho kilos”, dijo al salir de prisión. Esto sólo se consigna para que se entienda con qué nenes trataba Bragarnik en su búsqueda del “ascenso social”.
La cosa para Bragarnik siguió mejorando día a día. En 2013/4 acercó a Diego Cocca a Racing y ya tenía bajo su órbita a Asad, Almirón, Coudet y otros entrenadores. Mientras tanto Defensa y Justicia dejaba claro para el mundo del fútbol que lo mejor era aliarse con Bragarnik. El ascenso del equipo a Primera, por aquellos años, se festejó en los casinos de Las Vegas y luego realizó una pretemporada de diez días en las instalaciones de Tijuana. Un dato más: jugó amistosos contra Xolos y contra Dorados de Sinaloa. Tampoco era cuestión de olvidar a los amigos mejicanos que le habían abierto la puerta de una caja fuerte sin fondo.
Bragarnik es un hombre de perfil bajo. Hay pocas imágenes suyas. Si no fuera por la fugaz participación televisiva cuando fue a reclamar que la camioneta robada en la que detuvieron a Leonardo Fariña (¿se acuerdan?) era suya, casi no habría registros de su rostro.
De acuerdo a los datos de su empresa, Score Fútbol, representa entrenadores o jugadores en San Lorenzo, Vélez, Lanús, Independiente, Arsenal, Quilmes, Banfield, Boca, Racing, Estudiantes, Gimnasia, Godoy Cruz, Ferro y, por supuesto, de Defensa y Justicia. Y durante la gestión de Daniel Angelici en Boca, muchos jugadores de Score Fútbol llegaron al club. Recuerden este dato, por favor.
En agosto de 2019, Bragarnik desembarcó en Alicante, España, y se hizo cargo del Elche. Hoy posee más del 90 por ciento de las acciones del club que, desde entonces, consiguió el ascenso a primera. Esta temporada terminó 13º en La Liga.
Su última gestión nació hace unas horas, con la renuncia de Leandro Somoza a la dirección técnica de Central. El presidente Rodolfo Di Pollina tiene el rancho rodeado por la oposición. Y eso llevó a su vice, Ricardo Carloni, a ir a ver con el caballo cansado a Bragarnik. El pedido de ayuda llegó con un pliego de condiciones: te doy jugadores para reforzar el equipo pero el entrenador tiene que ser Carlos Tevez con Carlos Retegui como ayudante de campo. Sí: el Apache y el técnico de Las Leonas y Los Leones. Una apuesta de riesgo para Central. Pero como tiene el sello de Bragarnik, no sería de extrañar que Carlitos termine sentado en el banco de suplentes canalla dentro de un par de fechas. Son los remezones de aquella amistad forjada entre el bueno de Christian y el ex presidente de Boca y gran amigo de Tevez.
La historia de quién será el entrenador de Central sigue abierta. Lo que no está en duda es quién es el dueño de la pelota.