Por Evangelina Codoni – Miembro del Foro por la Recuperación del Paraná
Según la mayoría de las fuentes Lucio Norberto Mansilla nació el 4 de marzo de 1792. A 230 años de su nacimiento, la primera pregunta que nos atraviesa es: ¿conocemos a Lucio N Mansilla? Seguramente algunos responderán afirmativamente; muchos dirán no conocerlo; y otros quizás lo confundan con su hijo Lucio V. Mansilla (autor del libro Una excursión a los indios ranqueles)…
Entonces, nos repreguntamos: ¿quién fue Lucio N. Mansilla?, ¿vale la pena conocerlo? Inmediatamente cabe interrogarnos sobre “¿por qué?” a lo largo de nuestra historia él y tantos otros y otras han sido la mayoría de las veces borrados, o solo tomados muy superficialmente, ninguneados, invisibilizados.
Borrados de nuestras aulas, de nuestros actos escolares, de los manuales de estudio… ¿Por qué es tan necesario desterrar deliberadamente a hombres y mujeres que, como Mansilla, entregaron su vida a la lucha por la liberación y la soberanía nacional?
En la ciudad de Ramallo, no hace mucho tiempo, han colocado un busto de nuestro héroe, el “Guardián del Paraná”. Gente de la localidad nos contó que en realidad eso no fue más que una utilización de su silueta para correr el sitio histórico de “El tonelero”, lugar donde Mansilla combatió, y que intentaban entregarlo al PTP Group, grupo que operaba junto al Gazprombank de Rusia para la instalación de un puerto multipropósito. Esto no sucedió gracias a la lucha de la comunidad de Ramallo. Hoy, ese busto se pierde en los yuyales y en la desidia a la que lo someten los mismos oportunistas que lo utilizaron.
En nuestra provincia de Santa Fe tuvimos una lamentable experiencia similar, pero con un final a favor de la empresa Cargill (EE.UU), que nos robó y trasladó dos kilómetros el sitio histórico de Punta Quebracho, otra de las batallas en la Guerra del Paraná que también tuvo como protagonista a Lucio Mansilla. Este lugar, trasladado a dos kilómetros del original, fue abandonado por el Estado largo tiempo y hoy, gracias a la lucha del pueblo, se encuentra en mejores condiciones y nos recibe desde hace muchos años cada 20 de noviembre para “plantar bandera”.
Entonces, vale volver a cuestionarse… ¿Por qué quieren enterrar y ocultarle al pueblo argentino figuras como la de Lucio Norberto Mansilla? ¿Cuál es el objetivo de ese ocultamiento?
Quienes amamos a nuestra patria y la queremos libre y soberana tenemos que correr el velo de la historia que las clases dominantes han tratado de imponernos por más de 200 años. Y es por eso, porque amamos a nuestra patria y la queremos defender del colonialismo y la entrega, por lo que se hace más necesario que nunca que podamos conocer el legado, esa tarea inconclusa que nos deja Lucio Norberto Mansilla.
Tan solo una pequeña recorrida por los distintos momentos que marcaron su vida alumbrará la nuestra, y nos llevará a pensar que ¡sí vale la pena luchar por la felicidad de nuestro pueblo! Esa recorrida nos guiará tanto a nuevos interrogantes como a certezas, a entender que para que nuestro pueblo sea feliz necesita ser dueño de su libertad, necesita controlar sus ríos y defenderlos de la rapiña de los imperialistas, necesita controlar sus puertos, su producción y su comercio. Y necesita que florezcan nuevos sueños que nos hablen de trabajo y prosperidad para las grandes mayorías argentinas.
Recordarlo y recorrer la vida del aguerrido “Guardián del Paraná” es dar un paseo por los principales hechos del siglo XIX que marcaron nuestras luchas heroicas por la independencia y la soberanía nacional.
Nació en Buenos Aires en 1792. Su padre Andrés Ximénez de Mansilla, de origen español, fue uno de los más valerosos defensores de Buenos Aires durante las invasiones inglesas, perdiendo la vida en 1807 durante la segunda incursión.
Lucio también marcado a fuego frente a la invasión imperial y con tan solo 14 años fue partícipe, como muchos otros, de la gesta de la Defensa de la ciudad contra el colonialismo inglés. Formó parte del Tercio de Gallegos. Luchó en Miserere y en los combates callejeros del 5 y 6 de julio en 1807. Un dato interesante, a tener en cuenta, Mansilla fue el ingresante más joven y graduado de la escuela de Náutica creada por Belgrano.
En 1810, al calor de los sucesos de la Revolución de Mayo, no dudó en escuchar el llamado de la patria naciente: «…al grito de Libertad, ceñí la espada, abandonando el halagüeño porvenir, y la posición social obtenida, y me puse al servicio de mi patria.»
En 1812 luchó como teniente junto a Artigas contra los portugueses. Participó del sitio de Montevideo bajo órdenes de Rondeau. En 1813, durante el ataque a la fortaleza de «El Quilombo» a orillas del río Yaguarón, una bala de fusil lo atravesó hiriéndolo de gravedad. Fue recomendado por el Gobierno por su valor y publicado en la Gazeta su heroísmo. Por sus acciones durante el sitio fue reconocido por el gobierno con un escudo de plata y la condición de «Benemérito a la Patria en grado heroico».
Más adelante, un nuevo desafío determinaría los días de Mansilla. No alcanzaba solo con la liberación de nuestra patria chica, había que ir por la “patria grande”. Para resguardar lo conseguido, la lucha por la emancipación debía ser continental, por lo que se sumó al llamamiento del General San Martín: fue constructor del Ejercito de los Andes y cruzó la cordillera, combatió en Chacabuco y Maipú, obteniendo honores y la «Legión de Chile».
Desde el año 1845 hasta 1851 inclusive, año de la última batalla de El Tonelero, su territorio de combate será a partir de ahora el río Paraná. El 20 de noviembre 1845, frente a la invasión de la flota anglo-francesa de nuestro querido río, en lo que conocemos como la batalla de la Vuelta de Obligado, Mansilla vuelve a demostrar en combate su incondicional compromiso con la patria:«¡Vedlos, camaradas, allí los tenéis! Considerad el tamaño del insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra Patria, al navegar las aguas de un río que corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos. ¡Pero se engañan esos miserables, aquí no lo serán! Tremole el pabellón azul y blanco y muramos todos antes que verlo bajar de donde flamea».
A pesar de las graves heridas sufridas, sigue firme en el combate. El 4 de junio de 1846, en Punta Quebracho, bajo la arenga “Viva la soberana independencia argentina” el fuego se abrió y luego de algunas horas la derrota alcanzaba al enemigo: la flota imperial más poderosa del mundo. Esta es una de nuestras grandes glorias que nos ocultan, porque parece que está “prohibido” conocerlas en un país como el nuestro, dependiente, oprimido por los imperialismos y terratenientes, con la pretensión de enterrar sus enseñanzas: que el pueblo unido y dispuesto a luchar, puede enfrentar y ganarle a los imperialismos más poderosos. Que vale la pena pelear por nuestra soberanía y que se puede ganar.
Hasta aquí, algunas pinceladas de la vida de uno de los imprescindibles.
Este patriota, “Guardián del Paraná”, no es para nosotros una figura muerta y enterrada. Entendemos que sin dudas Mansilla ha sido ocultado con el claro propósito de que no conozcamos su historia, que es conocer la nuestra, la de un pueblo que a lo largo de ella ha luchado contra la dependencia. Hoy más que nunca es necesario apropiarnos de su historia y su legado, como de todos y todas los que lucharon por nuestra soberanía en este suelo.
En el marco actual, después de 25 años de entrega de nuestro río, asistimos a una oportunidad histórica que no podemos desaprovechar. Hoy, diversos imperialismos vuelven por nuestro Paraná. Luchamos porque no se lo apropie, nuevamente, ninguna potencia extranjera: ni belgas, ni chinos, ni yanquis, ni daneses… ¡Queremos recuperarlo y tenemos con qué! ¡Queremos nuestro río Paraná en manos de los argentinos y para los argentinos, así como lo quería Lucio Mansilla!
Hoy, su herencia late más viva que nunca, a veces hasta sin conocerlo… Nos llama a ser parte de su tarea, y nos llama a concluirla. Frente a quienes nos dicen que “no podemos”, ¡él nos dice que sí! Nos invita a mirar nuestra costa para ver que frente a la entrega descarada, un sueño de dignidad es posible y es necesario para el conjunto de nuestro pueblo.