Sin rivales a la vista en la oposición, los contratiempos que Cristina Kirchner sufrió en los últimos días a partir de las nuevas derivaciones del caso Schoklender y la hostilidad de Estados Unidos repercuten más en las internas por el recambio del gabinete presidencial que en amenazas para su reelección.
Ambas situaciones pusieron en el centro de la escena al ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, encargado de lidiar con el escándalo que salpica a la Fundación Madres de Plaza de Mayo, y al canciller Héctor Timerman, señalado como responsable de la diplomacia de hielo estadounidense.
Ninguno aparece en la nómina de inamovibles para el próximo elenco presidencial, más aún en medio de estas tensiones, pero tampoco hay quien se anime a darlos afuera.
El caso del ministro De Vido es especial. Dejó de ser el hombre fuerte del gobierno, figura que en algún momento debió compartir con un ascendente Aníbal Fernández y que ahora está reservada para el polifuncional y multifacético Amado Boudou, pero sería raro que la presidenta lo desplace de un chasquido.
El pingüino de mayor experiencia en la estructura de poder K avisó que está cansado, pero “a disposición” de la presidenta. La cuestión sería ver qué pasa con “su” ministerio. Si se divide en dos o en tres –Obras Públicas, Energía y Transporte– nadie lo imagina alambrado en alguna de ellas. Quienes lo valoran dicen que puede ser promovido a jefe de Gabinete.
Por lo pronto, el escándalo por los dineros destinados a la Fundación de las Madres posiblemente recorte las ambiciones de su segundo, José López, el hombre al que apuntó directamente Sergio Schoklender con sus denuncias y que en algún momento emergió como reemplazante natural o nombre puesto para obras públicas.
Timerman tiene demasiados enemigos dentro del gobierno y también en la Cancillería. Se los ganó en su ascendente carrera al gabinete y en su corta gestión desde la salida de Jorge Taiana.
Sus detractores lo responsabilizan por la decisión de Washington de votar en contra de créditos del BID y el Banco Mundial para la Argentina, como derivación de su ampulosa intervención en el caso del avión militar retenido en la Aduana.
También le achacan haber manejado sin diplomacia el exhorto pedido por la Justicia suiza sobre la empresa Covelia y el líder gremial Hugo Moyano por supuesto lavado de dinero.
Timerman no deja entrever ansiedad por lo que viene. Dice que las operaciones lo fortalecen, aunque cada vez más voces nombran a Luis María Kreckler, secretario de Relaciones Económicas Internacionales –hombre de De Vido– y a Jorge Argüello, embajador ante Naciones Unidas, como posibles reemplazantes.
Con el elegido quedará definido el rumbo de la política exterior. Kreckler daría un impulso económico, Argüello tiene un marcado perfil político y si sigue Timerman difícilmente la relación con la Casa Blanca y el Departamento de Estado mejoren, de acuerdo con fuentes diplomáticas estadounidenses.
No obstante, el ex cónsul en Nueva York y ex embajador en Washington se jacta de que no hay otro con más llegada a los despachos importantes del país del norte.
Continuidad
En verdad, el nuevo elenco ministerial podría empalmar con un intento de la jefa del Estado de dar una pátina aperturista a su administración. Cristina viene de hacer nuevos llamados a la unidad nacional, aunque también había prometido descompresión en 2007 y diálogo político en 2009 y cumplió a cuentagotas.
Dentro de ese esquema hay fusibles e inamovibles. Será señal de la nueva estética la suerte que corra Guillermo Moreno. El rudo secretario de Comercio Interior blanqueó que tiene pensado irse porque ocho años de servicio es suficiente. ¿Lo dejarán?
Por asesoría y lealtad, los secretarios de Legal y Técnica, Carlos Zannini, y de la Presidencia, Oscar Parrilli, parecen tener todas las fichas del tablero para continuar en sus cargos.
Nilda Garré acaba de iniciar en el Ministerio de Seguridad una tarea larga y profunda, como la que llevó adelante en Defensa, que Cristina no discontinuará.
Lino Barañao está predestinado a seguir. De hecho, el jueves próximo –luego de dos años de trabajos– se inaugurará el edificio del Ministerio de Ciencia y Tecnología en las ex bodegas Giol del barrio porteño de Palermo, donde además la sociedad Max Planck, uno los institutos de investigación científica más prestigiosos de Alemania y del mundo, abrirá una dependencia asociada.
Débora Giorgi, con apoyo de la Unión Industrial Argentina a la que Cristina quiere mantenerse cerca, también tiene su futuro prácticamente asegurado, mientras que Florencio Randazzo continuará en el elenco, aunque aspira a escalar a la Jefatura de Gabinete en reemplazo de Aníbal Fernández, que va a la vicepresidencia del Senado. El ministro del Interior pulsea por ese puesto con el secretario de Comunicación Pública, Juan Manuel Abal Medina, quien también es uno de los preferidos de la presidenta.
En el Ministerio de Educación no se escucharon quejas contra Alberto Sileoni como para pensar en su relevo. Arturo Puricelli está convencido de que continuará al frente de la defensa nacional, tanto como que Julio Alak cesará en Justicia.
El senador Nicolás Fernández blande un acuerdo de palabra para quedarse con Justicia –también suena para ir a Interior si se va Randazzo– pero tiene competencia en Julián Álvarez, crédito de la organización juvenil La Cámpora y actual número dos del ministerio, y en León Arslanian.
Juan Manzur dejará Salud para asumir la vicegobernación tucumana. Alejandro Collia, ministro bonaerense del área, es mencionado para la sucesión.
Julián Domínguez ya acordó quedarse con la presidencia de la Cámara de Diputados y aspira a controlar a distancia Agricultura. Se menciona a Roberto Domenech, presidente del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (Cepa), pero también aparecen en carpeta algunos de los secretarios que llegaron con Domínguez para dar una idea de continuidad en un área sensible.
Una de los grandes interrogantes del nuevo gabinete será el nombre del ministro de Economía. Boudou presiona por imponer al secretario de Finanzas, Hernán Lorenzino, o al titular del Ansés, Diego Bossio, pero otro sector de la Casa Rosada apuesta sus ahorros por Mercedes Marcó del Pont o Juan Fábrega.
El actual titular del Banco Nación podría ir al Banco Central en reemplazo de Marcó del Pont, o directamente a Economía. Fábrega fue compañero de escuela de Néstor Kirchner, condujo el Banco Nación de Río Gallegos y se lo vio muy activo últimamente.