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Quiénes son y cómo operan los barones del dólar blue

En una semana en la que el dólar blue tocó otro récord, la actividad de las cuevas se tornó febril.

En una semana en la que el dólar blue tocó otro récord, la actividad de las cuevas se tornó febril, mientras el gobierno está al acecho para tratar de reprimir, sin mucha eficacia, esa actividad a la que responsabiliza por buena parte de las penurias económicas de los últimos tiempos.

En el mercado es un secreto a voces cuáles son los principales puntos de concentración de esas oscuras oficinas donde se mueve el dólar que la gente está impedida de comprar en forma legal, como una especie de Ley Seca pero para acceder al codiciado billete verde, que ya celebró su “fiesta de $15”.

Incluso, algunos referentes del mercado cambiario se animan a insinuar cierta connivencia entre el poder político y el económico para que este mercado marginal –concentrado en el microcentro porteño y algunas zonas clave, como el Once–, cobre cada vez más fuerza.

El gobierno machaca con razón en que el mercado negro del dólar es ínfimo en comparación con el de las grandes operaciones vinculadas con el comercio exterior, pero no llega a dimensionar el efecto nocivo que genera sobre las expectativas económicas de ahorristas e inversores, en una economía en recesión y con un gobierno que se ha visto desbordado para ponerle coto a la fuga de divisas y a la inflación.

Si bien operar en ese mercado es un crimen, vastos sectores económicos y pequeños inversores encuentran allí la única salida para cubrir deudas contraídas en moneda extranjera antes del oficial cepo cambiario o, simplemente, ahorrar para acercarse al valor de una vivienda digna cotizada más que nunca en verdes.

El blue –que en Venezuela se llama lechuga– se instaló como una variable económica a la que están atentos los empresarios para utilizarla de referencia a la hora de calcular sus costos futuros: ocurrió lo mismo que con el índice de inflación oficial, al que nadie hace caso, y el de las consultoras, más cercano a la tasa real de suba de precios en la economía.

La brecha del 78% entre el dólar blue (14,98) y el valor oficial del billete verde (8,43) está enriqueciendo a una híbrida fauna con elevado poder económico: banqueros, sociedades anónimas, agencias de turismo, narcos, dirigentes de fútbol y hasta barrabravas manejan el mercado.

Las cuevas están ahí, donde retumba el coro de los arbolitos, en la porteña calle Florida (entre el 200 y el 900), una especie de vivero al que no ingresan dirigentes políticos ni jueces ni fiscales ni policías para reprimir la ilegal actividad; las fuerzas de seguridad y la Afip hicieron sólo cuatro allanamientos en los últimos once años.

Al menos un centenar de arbolitos y trece cuevas mueven un mercado de entre 10 y 50 millones de dólares diarios (depende de la altura del mes) en 700 metros de los 202 kilómetros cuadrados que tiene la Capital; y hasta se consiguen dólares en los puestos de flores y quioscos, mientras que el blue también está en Palermo, Las Cañitas, Belgrano, Caballito, Once y Liniers.

Y allí está la llamada Cueva del Bicho, un operador que desde 2005 compra y vende dólares en el mercado negro, quien sin revelar más identidad que su apodo contó a NA cómo desarrolla su trabajo diario y vaticinó que este circuito “no tiene techo ni fecha de vencimiento”.

En un local de 32 metros cuadrados dividido al medio por una pared de madera terciada con una puerta placa desvencijada, un televisor, una radio y un par de tasas de café del bar de la esquina, el Bicho vende entre 50.000 y 200.000 dólares por día y emplea sin registrar a dos personas a las que les paga 7.500 pesos por mes.

El Bicho tiene un celular colgado en la cintura y dos mochilas escolares al costado del escritorio con las que uno de sus dos empleados va a una sucursal bancaria de la city porteña una o dos veces al día: retira dólares y deja pesos.

“No importa quién me facilita los dólares, lo único que te digo es que yo los saco del banco. No soy un delincuente que roba (camiones) blindados”, asombra el operador.

Venezuela comenzó por la misma vía una década atrás y ahora el dólar lechuga, que es el que se consigue, cotiza en 95,52 bolívares, mientras que en el oficial e inaccesible Sistema Cambiario Alternativo de Divisas (Sicad 1 y 2) el billete verde se ubica entre los 11 y los 49,98 bolívares.

A sus 58 años, el Bicho sólo se dedica a controlar a sus empleados y a recibir en su celular un mensaje de texto corto como éste: “C/14,78-V/15”. El SMS responde a la temperatura del mercado y le confirma cuál es el precio de cambio del momento.

“A veces veo el precio en la pantalla de la televisión (en la que sintoniza canales de noticias) antes que me llegue el mensaje. Pero no toco nada hasta el mensaje. El periodismo tiene gran poder de primicia. A veces, se anticipan al jefe”, expresa, entre risas, el operador.

A la ingenua pregunta sobre quién es el dueño de la cueva, el hombre larga una carcajada, tira la cabeza para atrás y responde: “¡Si fuera mía yo no estaría acá o al menos tendría un LED de 40 pulgadas en la oficina y una secretaria joven y de curvas prominentes!”.

Sólo basta recorrer la Avenida de Mayo en Ramos Mejía, en la zona de los bancos, entre zapaterías y verdulerías, y algunos shoppings del norte del Gran Buenos Aires donde los arbolitos comercializan billetes verdes como si fueran estampitas de San Expedito, para tener una dimensión del mercado.

Las casas ilegales de cambio operan como los búnkers de droga: el gobierno sabe dónde están y quiénes son sus dueños, las desbarata cada tanto y les arma causas judiciales a las mulitas que compran y venden tras una ventanilla; y a las 48 horas reabren con más pilas de dólares en el mismo lugar o en el local contiguo.

Un caso es el ocurrido el 5 de septiembre último cuando unas 29 cuevas financieras fueron allanadas tras una investigación de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac); abrieron 48 horas después sin ningún reparo.

Al mercado negro del dólar lo sostienen los dueños de algunos bancos con libre disponibilidad de dólares, arbitrajistas bursátiles que realizan negocios para clientes y para sí, y dirigentes de fútbol que venden jugadores a Europa, Asia o países árabes y “blanquean” sólo el 70 por ciento de esas transacciones.

El sector inmobiliario también hace su aporte: construye en pesos y vende en dólares, pero subvalúa las propiedades y declara un precio menor al cobrado, por lo que el porcentaje en negro lo vuelca al mercado de cambios: obtiene una ganancia instantánea del 78% y vuelve a reinvertir en pesos.

También existen sociedades anónimas fantasmas que triangulan operaciones y contrabandean soja a Brasil y Paraguay: en 2013 facturaron 600 millones de dólares, según datos de la ONG La Alameda; y se estima que para 2018 el 25 por ciento de toda la soja que produce la Argentina se moverá por fuera del circuito legal.

Lo concreto es que las cuevas aprovechan el libre juego para atender a sus clientes: turistas extranjeros, argentinos viajeros o simples ahorristas que buscan un refugio ante la incesante pérdida de poder adquisitivo que sufre la moneda nacional por la inflación del 40 por ciento anual.

Allí también van los pesos que los frigoríficos obtienen al realizar en negro el 20% de sus ventas a las carnicerías, las ganancias de los desarmaderos de autos y las del narcomenudeo en Capital, Gran Buenos Aires, Rosario, Mendoza, Córdoba y otras capitales provinciales.

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