Maurito Barraza era el crack del barrio. Dominaba la pelota como él solo, era carismático y tenía facha. Las chicas se peleaban por él y se lo disputaban como la última pelota de una final. Pero la fama del muchacho generaba mucha envidia en los jóvenes que intentaban hacerle sombra y el Chuky hacía rato que se la quería dar. Por eso, en octubre del año pasado, lo fue a buscar y le tiró por una pelea por giladas, por cosas menores.
Pero ni siquiera pudo ser más antes de rematarlo en el piso: “¡Pedime perdón!”, le dijo el Chuky; Maurito, irreverente como Maradona, le respondió: “¿Por qué?, ¿Quién sos, Dios?”, y recibió el último tiro. Así relataron los familiares de Mauro las circunstancias que lo llevaron a la muerte. Y a la noche se juntaron para pedir Justicia, para que el joven al que acusan de matar a Maurito, que está preso desde hace 4 meses, sea condenado.
Para que la familia tenga un poco de calma, para que su mamá pueda dormir y deje de fumar dolor con cada pucho que se prende.
Andrea, la mamá de Mauro Andrés Barraza, lo recuerda como un chico que no se podía quedar quieto. Tenía 18 años cuando lo mataron y una energía que aplastaba y la usaba en la cancha. De chiquito lo vino a buscar el Barcelona para que sea una de las promesas del Camp Nou, el estadio del equipo de Catalunya, pero él se quedó en su casa de la zona sudoeste a cuidar a su vieja y sus hermanos, a robarle el corazón de sus vecinas. De todas maneras siguió corriendo atrás de la pelota todas las tardes en las canchitas de su barrio. Sus amigos lo llevaban a jugar por plata, pero él no ponía un peso, porque era el crack. De enganche o de delantero desequilibraba y todos lo querían en su equipo.
Trabajo
Como los potreros no le daban de comer, Maurito también laburaba. Un tiempo atendió la verdulería de su papá y luego entró como bachero en un bar de la Terminal de Ómnibus; pero unos meses antes de su homicidio dejó el trabajo para cuidar a Rodrigo, su mejor amigo, que había tenido un accidente en moto y estaba muy delicado.
Según contaron a El Ciudadano allegados al muchacho, Jonatan G., conocido en el barrio como Chuky, le tenía bronca a Maurito desde hacía mucho. Su novia estaba enamorada del crack del barrio y el chico vivía buscando excusas para pelear con él. “Dos meses antes de que lo mate, Maurito se cruzó con el Chuky en Gitana (un boliche del centro) y lo amenazó. También le baleó el frente de la casa de la novia unos días después”, contó Andrea.
La muerte
La pelea entre ellos explotó la tarde del 20 de octubre del año pasado, a eso de las 17.30.
Maurito estaba en Curupaytí al 5900, arreglando una moto con dos amigos para ir al Heca a visitar a Rodrigo, el chico que había tenido el accidente. En ese momento apareció el Chuky y su novia. “Cuando pasaron se putearon y Chuky le dijo a Mauro que iba a volver y lo iba a matar; pero los chicos no le dieron bola, porque siempre decía lo mismo”, contó una chica que estuvo al momento de la pelea. Pero esta vez el muchacho cumplió. Unos minutos más tarde volvió a pasar; paró su moto en la esquina de Curupaytí y Magallanes y lo fue a buscar. Sin decir muchas palabras le apuntó con su arma y le metió un tiro en la espalda. Mauro, rebelde como en la cancha, intentó escaparle a su matador, como esquivando un defensor en el área. Pero el Chuky lo siguió de atrás, sin dudar de lo que estaba haciendo. “Pedime perdón”, le dijo; pero el crack no le iba a correr el pié a la pelota: “¿Por qué?, ¿Qué sos, Dios?”, lo desafió Maurito. Envuelto en ira, el matador volvió a gatillar, le metió un proyectil en la pierna y se fue caminando tranquilo.
Los amigos cargaron a Maurito en un vehículo particular y lo llevaron al Heca, donde también estaba Rodrigo. Maurito falleció un rato después de entrar al hospital. Rodrigo, cuando se enteró de lo que le había pasado a Maurito, tuvo un paro cardíaco y entró en un coma profundo, del que nunca se despertó. También murió, unos meses después.
Con varios testigos y todo, el Chuky estuvo prófugo de la Justicia 8 meses. “Fue muy fuerte, porque nosotros dimos el nombre y la dirección del que mató a mi hijo, pero no lo fueron a buscar nunca. Estuvo siempre en su casa”, contó Andrea a El Ciudadano.
Pero el viernes 10 de junio, Jonatan Oscar G., de 19 años, se entregó en la sede de la Fiscalía de Homicidios Dolosos. Desde entonces está preso en el pabellón evangélico de Alcaidía.
Ayer a la noche amigos y vecinos de Maurito se juntaron en Curupaytí al 5900 para exigir que el Chuky sea condenado; para que Andrea, la mamá del chico asesinado pueda dormir. “Yo hoy cumplo una condena, en mi casa. Casi no puedo comer, ni descansar. Estoy desnutrida y no puedo parar de fumar; quiero que el homicida de mi hijo pague por lo que hizo”, cerró la mujer.
El caso de Maurito está a cargo del fiscal Florentino Malaponte.