Rubén López, uno de los hijos de Jorge Julio López, el albañil sobreviviente de la dictadura que desapareció en 2006 durante el juicio en el que testificó contra el ex represor Miguel Etchecolatz, aseguró que la de su padre fue una «desaparición perfecta», debido a que, a 15 años de ese hecho, la causa «tiene 50 cuerpos, 48 anexos y ninguna pista firme».
«Esta segunda desaparición les salió bárbaro, es perfecta, nadie sabe nada, nadie habla», expresó a Télam Rubén López, quien contó que aún tiene esperanzas de «que alguien hable» y le diga «qué pasó» con su «viejo».
Recientemente, el testimonio del 2006 de Julio López contra Etchecolatz fue escuchado e incorporado a otro proceso, el denominado Juicio Garachico, algo que para su hijo resultó «paradójico», porque coincide con el hecho de que «se cumplen los 15 años de esa segunda desaparición».
«Fue muy fuerte ver su testimonio, verlo a él de frente, ese día fuimos con mi hermano y mi primo, estábamos sentados atrás y sólo veíamos su nuca», detalló uno de los hijos del testigo desaparecido.
Admitió que «fue raro verlo cuando se emociona y el presidente del tribunal, Carlos Rozanski, le pregunta ´está bien López?´ y él le contesta que sí, que está bien y agrega «dígale a los chicos que estoy bien´, por nosotros que estábamos ahí. Se preocupaba por nosotros mientras revivía todo lo que vivió».
«Él estaba muy ansioso por ir a declarar. Mi vieja no quería saber nada, es como que intuía que algo iba a pasar. Y tenía razón», expresó López, en alusión a la segunda desaparición del albañil y militante peronista.
Remarcó que el testimonio que brindó su padre en la audiencia del 28 de junio de 2006, en el juicio que se le siguió a Etchecolatz, fue clave para condenar al ex policía por genocidio: López pudo identificar al represor como quien participó del operativo en el que fue secuestrado a fines de octubre de 1976 y como uno de los que le aplicaba tortura a él y a otros detenidos en el centro clandestino Arana.
“Él tenía un profundo compromiso con aquellos que no habían podido sobrevivir, con las familias de los que vio asesinar, por eso tenía muchas ganas de declarar», contó el hijo de López.
Uno de los crímenes que presenció López durante su cautiverio fue el de Patricia Dell Orto. Y aquel 28 de junio no pudo evitar emocionarse hasta las lágrimas recordando el pedido de la mujer: que si era liberado fuera a ver a sus padres y le diera a su hija Mariana el beso que ella ya no podría darle.
«La sacan a Patricia. Patricia gritaba ‘No me maten, no me maten. Llévenme a una cárcel, pero no me maten. Quiero criar a mi nenita, a mi hija'», recordó el albañil en el 2006.
Con total seguridad, el albañil dijo entonces al Tribunal: «Si un día encuentran el cadáver o la cabeza, tiene el tiro metido de acá (señalándose el centro de la frente), y sale por acá (la nuca). Después sacaron al marido, Ambrosio De Marco. Él no se levantaba, entonces lo agarraron entre dos o tres y lo sacaron a la rastra y otro tiro».
Rubén López relató que, tras la desaparición de su padre, recibió la visita de Mariana, la hija de Patricia y Ambrosio, y recordó emocionado: «El abrazo que no le había dado mi viejo se lo pude dar yo».
El 18 de septiembre de 2006 fue el día en el que debían leerse los alegatos del juicio a Etchecolatz -que se seguía en el Salón Dorado del Palacio Municipal de La Plata- y estaba previsto que el albañil estuviera presente. Pero nunca llegó.
«Ya la noche anterior había dejado la ropa lista que iba a ponerse, había acordado quién lo iba a pasar a buscar, pero cuando mi primo llegó a la casa ya no estaba. Al igual que mi hermano creyó que se había ido antes, solo, así que se fueron a la municipalidad pensando que lo encontrarían ahí, pero no estaba. Nunca supimos qué pasó», dijo.
Recordó que «cinco personas dijeron haberlo visto caminando a dos cuadras de casa, por la 137, entre 65 y 66 de Los Hornos, entre las 9.15 y las 10.30, lo que es raro porque a esa hora ya debía ir para el municipio y cuando mi hermano se levanta, a las 7.30, mi viejo ya no estaba».
«No sabemos qué paso. Alguien engañó a mi viejo para que saliera de la casa. La ropa que se iba a poner para el juicio quedó en la casa, salió con un jogging de entrecasa, un pulovercito verde», recordó.
En aquel momento, para la familia era «impensado» que López hubiera sido secuestrado por segunda vez. Incluso, según reconoció el hijo, una de las hipótesis que analizaron fue que López hubiera sufrido algún colapso mental.
«Pensábamos que esas cosas, las desapariciones, ya no pasaban, pero pasó y esta segunda desaparición les salió bien, nadie sabe nada», insistió el Rubén López y cuestionó la falta de avances en la causa que ya lleva «50 cuerpos, 48 anexos y ni una foja con una pista firme».
«Cada vez que se acerca el aniversario de la desaparición nos informan de millones de entrecruzamientos de llamadas telefónicas, pero después de 15 años eso es casi medio al cuete (sic). Además los teléfonos en esa época no tenían identificado el propietario, así que es imposible», lamentó.
El expediente quedó a cargo del juez federal número 3 de La Plata, Ernesto Kreplak, ya que el juez federal Alejo Ramos Padilla debió excusarse por haber sido parte de la querella en aquel juicio a Miguel Etchecolatz.