Un hombre que fue secuestrado en Rosario durante la última dictadura y mantuvo en secreto su desaparición por 40 años declarará la semana próxima por primera vez en un juicio oral por delitos de lesa humanidad, convirtiéndose en el segundo sobreviviente del centro clandestino donde estuvo detenido, informaron hoy fuentes judiciales.
Se trata de Daniel Guibes, secuestrado de la casa de sus padres en Rosario la noche del 10 de octubre de 1976, cuando tenía 19 años, por una patota policial.
Con vendas en los ojos, fue trasladado en el piso de un automóvil a un chalet donde fue sometido a tormentos, para luego ser llevado a otro centro clandestino y finalmente puesto en libertad, según explicaron a Télam fuentes judiciales.
Su historia salió a la luz cuando se cruzó con la del antropólogo forense Bruno Rosignoli y el equipo del Centro de Estudios e Investigaciones en Arqueología y Memoria (CEAM), quienes en abril de 2016 se acercaron a la «Quinta Operacional de Fisherton», un centro clandestino de detenciones del oeste de Rosario.
«Llegamos ahí porque acababa de ser demolida la casa y queríamos ver en qué situación se encontraba, qué se podía hacer todavía», explicó Rosignoli a Télam.
«Se nos acerca una persona que trabajaba en la obra, nos pregunta si necesitábamos algo y nos dice: ‘Si ustedes quieren saber más de eso tienen que hablar con Daniel'», agregó sobre su encuentro con el desaparecido que nadie conocía.
Los antropólogos fueron en busca de la persona señalada y «cuando lo ubicamos a Daniel nos dice: ‘Justamente yo estuve secuestrado en ese lugar'», contó Rosignoli.
«Fue una sorpresa muy grande, no sólo por la casualidad, sino porque la versión que hasta entonces conocíamos era que había un solo sobreviviente», abundó.
Hasta ese momento, las investigaciones judiciales daban cuenta de que el único sobreviviente de la «Quinta Operación de Fisherton», por la que habían pasado 29 militantes del Partido Revolucionario del Pueblo (PRT) que se encuentran desaparecidos, era Fernando Brarda, quien declaró en varias ocasiones.
Lo ocurrido con las víctimas en ese lugar es ventilado en el juicio oral de la denominada causa «Klotzman», que desde el mes pasado lleva adelante el Tribunal Oral Federal 2 (TOF2) de esta ciudad.
El fiscal de causas de lesa humanidad, Adolfo Villate, recordó a esta agencia que el hallazgo de Guibes «fue un notición» porque «hasta entonces siempre creímos que había un solo sobreviviente».
Rosignoli dijo que tuvo «un par de encuentros en los cuales nos relató su historia, que no había compartido más allá de su familia más estrecha a lo largo de los años».
Explicó que «se trataba de una persona que después de haber pasado por esa experiencia, no había tenido la contención y el acompañamiento que quizá otros han tenido a través de la militancia o de la participación en un organismo de derechos humanos».
Según sospechan los investigadores, la patota policial buscaba a un vecino de Guibes que más tarde, cuando él ya había sido liberado, fue secuestrado del terreno lindero y cuya identidad la Justicia aún desconoce.
Sin muchas esperanzas de que aceptara tanto tiempo después, los miembros del CEAM le plantearon a Guibes la posibilidad de acercarse a la Unidad fiscal de delitos de lesa humanidad «para que supiera que le podían dar un acompañamiento en su proceso, con o sin la posibilidad de que él testimoniara».
«¿Por qué meterse en eso después de tantos años, a esa altura, revivir todo, exponerse, hacer público su nombre? Era algo bastante improbable», reflexionó Rosignoli, para agregar que entonces «no considerábamos muy probable que quisiera declarar».
Sin embargo, el hombre aceptó dar su testimonio en sede judicial.
Según declaró en 2016 durante la instrucción de la causa, la escuela donde trabajaba adquirió el predio en el que funcionó la «Quinta Operacional de Fisherton» para hacer un campo de deportes.
«Este chalet limita con el colegio en el que yo trabajo, que compró el terreno en 2015. Así tuve la posibilidad de ingresar y fue donde tuve una sensación fea, porque recuerdo esos tres días: estaba en una habitación chica en el piso y podía ver una ventana que volví a ver cuando ingresé nuevamente a dicho lugar», declaró.
También dijo que revivió «la misma sensación al encontrarme en el mismo ambiente que cuando me secuestraron», para agregar que «el trayecto de la habitación al baño era el mismo que realicé cuando estuve secuestrado, el baño tenía unos azulejos verdes, todo tipo vidriado antiguo, que pude ver en el 76 al estar secuestrado y que volví a ver en 2015».
Por una afección de salud, la declaración de Guibes en el juicio oral se postergó y finalmente lo hará el próximo miércoles a las 9.30 en el TOF2 de Rosario, cuando por primera vez en un proceso oral haga pública su historia guardada por más de 40 años.
Los archivos de la Policía
El titular de la Unidad fiscal de causas de lesa humanidad de Rosario, Adolfo Villate, dijo que en esos casos hay que ser «muy cauteloso», pero al confirmar el testimonio con una denuncia policial de entonces «no tuvimos ninguna duda».
En abril de 2016 Villate se enteró de la existencia de un segundo sobreviviente del centro clandestino de detención (CCD) de Rosario conocido como «Quinta Operacional de Fisherton».
Hasta entonces, el exdetenido-desaparecido Fernando Brarda era el único sobreviviente que había dado cuenta de la existencia del CCD por donde pasaron 29 víctimas del terrorismo de Estado, todas desaparecidas.
Un grupo de antropólogos que realizaba tareas en el lugar dio con el testimonio de Daniel Guibes, que trabaja en la escuela que había comprado el predio donde funcionó el CCD, quien les reveló que había estado secuestrado en ese lugar en octubre de 1976.
Cuando el dato llegó a la Fiscalía «tuvimos mucho cuidado al principio, porque en esos casos hay que ser muy cauteloso», dijo Villate a Télam.
«Pero cuando aparece el registro en la comisaría dando cuenta del secuestro, no tuvimos ninguna duda», completó.
Para confirmar la veracidad del relato del hombre que había guardado su historia de víctima del terrorismo de Estado por 40 años, la Fiscalía hurgó en los libros de guardia de la comisaría del barrio donde vivía Guibes cuando fue secuestrado por una patota policial.
«Su familia había hecho una denuncia cuando lo secuestran, en la comisaría de su barrio. Fuimos a buscar los libros y allí consta la denuncia de su madre», relató Villate.
Con ese elemento, el relato del hombre quedó corroborado con una prueba objetiva.
El fiscal señaló que la declaración de Guibes en la instrucción del caso –que ahora está en instancia de juicio oral- «fue buena en el sentido de que describió bien el lugar» donde estuvo secuestrado.
“Hay un registro limitado”
El antropólogo forense del Centro de Estudios e Investigaciones en Arqueología y Memoria (CEAM), Bruno Rosignoli, afirmó que «hay un registro de víctimas del terrorismo de Estado que es limitado».
«Hay un registro de víctimas del terrorismo de Estado que es limitado por la misma naturaleza del delito, que es tan esquivo, y porque muchas veces los propios sobrevivientes optan, por diferentes razones, no denunciarlo», sostuvo.
Ante una consulta sobre el impacto que le causó el encuentro con Daniel Guibes, el hombre que durante cuatro décadas «guardó» la historia de su secuestro en dictadura, Rosignoli dijo «no es algo demasiado frecuente pero tampoco imposible».
«Sabemos muy bien que hay muchísimas gente que no ha denunciado sus casos o el de sus familiares ante la Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas (Conadep) en su momento ni a lo largo de los años tampoco», señaló el antropólogo a Télam.
Además, afirmó que «no era la primera vez que en nuestro trabajo nos topamos con una víctima del terrorismo de Estado de la cual no se conocía su existencia. No es algo tampoco tan infrecuente».
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