La radio argentina cumplió cien años y hubo homenajes desde todos los rincones del dial. También un programa emitido en cadena por varias emisoras, desde el Teatro Coliseo, el mismo sitio en el que se hizo la primera transmisión, un 27 de agosto de 1920. Allí estuvieron Dolina, Bravo, Larrea, el presidente de la Nación y varias voces más. Entre ellas, la del rosarino Quique Pesoa, el preferido de varias generaciones y con un recorrido inmenso por los medios. «Entré en la radio hace cincuenta años y medio que de manera circunstancial. Y nunca me fui», cuenta hoy con su vozarrón inconfundible, desde San Marcos Sierra.
Pesoa empezó su carrera en LT2 hace medio siglo, estuvo en varias emisoras locales y porteñas, también anduvo por la tele y ahora sigue haciendo radio para todo el país por Nacional, aunque radicado hace años en una tranquila localidad cordobesa. “Acá tengo todo lo que necesito, no me hace falta el ritmo de la gran ciudad”, suele decir a quien le pregunta por la “locura” de haber dejado Buenos Aires para irse a vivir a las sierras y poner una hostería con la mujer que ama, Leda Berlusconi.
Ha decidido hace tiempo cuidar su tiempo y tener momentos para cosas que le gustan, como reparar el motor de un viejo Ford, tocar y escuchar música, o mirar el paisaje. Hace radio, entre semana desde su página de Facebook y tiene un programa los sábados en Nacional. A la medianoche también se emiten cuentos leídos por él, todo un clásico para los que lo escuchaban en los mediodías de los años 70 acá en Rosario.
Y a tal punto ha llevado esa militancia del tiempo, que no usa celular. Entonces la entrevista se hace al teléfono fijo, como en los viejos tiempos. Sin apuro, entonces, fabricamos un rato de radio, hablando sobre la radio, en entrevista emitida por Vale Doble, programa en Radio UNR 103.3.
-Quique, se me ocurre pensar en este siglo de la radio, que le estamos celebrando a una señora que cumplió cien años y que está muy vigente. ¿Vos qué le dirías a esa señora en su cumpleaños?
-Lo primero que se me ocurre es hablar de lo que pasó el otro día en el Teatro Coliseo, adonde la Radio Nacional hizo el homenaje en vivo, desde el mismo lugar en el que se había hecho aquella primera transmisión en 1920, que fue en realidad un hecho cultural. Porque no es que ‘inventaron la radio’ ese día. La radio ya existía de antes. La pregunta es, si la hubiesen inventado en ese momento, no habrían tenido oyentes. La verdad es que había un puñado de personas en Buenos Aires que tenían ese aparatito a Galena, que se empezaban a fabricar en Alemania y en Estados Unidos. Y si existía ese aparato, es que ya alguien había transmitido algo. Lo que hicieron esos cuatro locos de la azotea, esos próceres, fue inicia la radiodifusión en Argentina. Y en este programa que se hizo el jueves nadie se acordó de la audiencia. ¡¡Y yo digo que esos 50 que escucharon Parsifal, esa ópera de Wagner, también fueron próceres!!
-Difícil ponerse en el lugar de ellos, como primeros oyentes de la radio…
-Sí!!! ¿Te imaginás lo que debe haber sido? Más que ciencia ficción fue eso. Ni siquiera nos podemos imaginar la impresión de una persona poniéndose unos auriculares para escuchar la voz de una persona que estaba en otra parte. Pensar en eso es darme cuenta de lo trascendente de ese momento. Después, lógicamente, en cien años se fueron perfeccionando los sistemas para la recepción y transmisión. Pero yo todavía pienso en esos cincuenta tipitos escuchando con una piedra galena en un “bigote de gato”, que era un alambrecito que tocaba la piedra y detectaba alguna frecuencia, para que a través de una bobina se amplificara un poco y eso llegara a dos chapitas que vibraban en la oreja. No tengo ninguna duda, eso sí, de que habrán escuchado como el culo. Pero eso no importaba. La clave era que escuchaban algo que pasaba adonde ellos no estaban. Y punto.
-Y cien años después, cuando hacemos radio y quienes nos escuchan, intentamos recrear algo de esa esencia. ¿Se logra?
-A ver, cuando la humanidad desaparezca, cuando no quede nada, cuando haya tierra rasa en todo el planeta, cuando el cielo se oscurezca casi para siempre, habrá cinco personas que habrán quedado vivas alrededor de un fuego. Y una de esas personas, estará contando una historia. Esta sensación de no finitud que tengo al relatar hechos, a contar historias, a revivir hechos y relatarlos, es algo propio del ser humano. Y encontramos una manera, que es la radio, como antes habían sido los libros, que en esencia es lo mismo que haría ese tipito que al lado de un fuego le cuente a los otros que sobrevivieron cuando el planeta se termine. Esto es la esencia de la radio. Pero no porque lo diga yo, sino porque la esencia de la radio es contar historias. Que pueden ser ficción o que pueden ser cosa sucedida, porque en un punto yo ahí me pregunto: ¿Quién te cuenta la verdad? ¿Y cuál es la verdad? ¿Quién te cuenta lo que sucedió? ¿Cómo saber si eso que sucedió es un solo hecho o hay tantos hechos como individuos para observarlo? Y el oyente, en definitiva, es alguien que se deja acompañar en esa búsqueda, en la historia que estás contando.
-En la radio preguntamos a la audiencia qué voces recordaban de su historia como oyentes y muchos nombran a Quique Pesoa. ¿Y vos como oyente a quién recordás?
-¿Sabés que nunca fui un gran oyente? Suelen preguntarme qué programa recomendar y yo digo que jamás fui demasiado “escuchador” de radio. Entré a trabajar circunstancialmente a los 20 años y ni me di cuenta. No tenía la magia de la radio en el melón. Recuerdo sí que a la tarde cuando tomábamos la leche, en mi casa escuchábamos a “Tarzán, Rey de la Selva”, que ni siquiera sé por qué radio de Rosario lo pasaban. Pero era un tal Oscar Rovito el que hablaba. Y a nosotros nos parecía que tomábamos la leche en medio de la selva. Era así. Y los domingos “La revista dislocada” que se escuchaba en lo de mi tía al almuerzo. Que nos teníamos que reír todos juntos y parar para seguir escuchando. ¡No te ibas a reír fuera de lugar, eh!
-¿Y empezaste en qué radio acá en Rosario?
–En la vieja LT2, que se llamaba Radio Splendid. Quedaba en la esquina de Corrientes y Santa Fe, arriba del entonces Bar Imperial. Ahí empecé en el año 70, con Hugo de Cruz, con Marian, con Héctor De Arancibia. Yo tenía 20 años y fue mi primer laburo rentado. Y no me salí nunca más de la radio. Pasaron 50 años.
-¿Qué habías hecho hasta ese momento?
-Había estudiado medicina. Y hacía iluminación y sonido en un teatro independiente. Y era curioso por todo. Esa curiosidad de pibe es la misma que conservo hoy y la cuido más que cualquier otra cosa.
–A esa curiosidad, además le sumás algo que es maravilloso, que es lo de lograr climas. No es sólo indagar, sino saber cómo decirlo. ¿Cómo lograste ese oficio de crear climas desde el micrófono?
-No podría especificar un tiempo en el que me empecé a dar cuenta. Fue una cosa muy progresiva, como si hubiera sido una rampa, más que escalones. Siempre guiado por una curiosidad monumental. Y para eso fue clave escuchar a otros. Ahí sí escuché radio. Pero no para escuchar, sino para afanarle a otros. Ahí fui elaborando mi propio estilo. Del Negro Guerrero Martinheitz aprendí a hacer pausas. Hasta que momento nadie lo hacía, porque parecía un bache. El Negro nos enseñó pausas, articulación y también sobre la importancia del lenguaje a utilizar. Que no tiene que ser erudito. No tenés por qué “hablar bien”, como se decía antes. Me refiero a la capacidad, en un momento dado, de asir el vocablo adecuado en el momento oportuno. Eso no es ser erudito. La palabra esa que estás buscando pasa delante de tuyo en el tempo justo. Es algo como musical. Cuando estás contando algo, cuando estás improvisando, hay un tempo que es musical.
-Casi que me invitás a hablarte de esa otra pasión tuya que es la música y no puedo dejar de nombrar a Marcelo Stenta, ese gran guitarrista rosarino que trabajó con vos. Las veces que enganché por la tele esos programas que grabaron, que también se lo puede buscar por YouTube, los vi tocar juntos y disfrutar mucho.
-Yo digo que Marcelo es como el dulce de leche, un genio. Hemos compuesto juntos cosas muy lindas y nos mandamos una versión de la marcha de Rosario Central en tiempo de bossa que es una dulzura.
-La pasó Sietecase en Radio Con Vos hace poco esa versión y contó Reynaldo que se tentó para hacer radio una vez que te visitó a vos en un estudio acá en Rosairo, que te llevó un poema para que leas.
-El otro día sí hicimos un duplex con Rey. Y en mitad de la charla yo le dije que más que duplex, me estaba haciendo una nota él a mí. Me pidió disculpas. Es un tipo maravilloso.
Su rol en Semana Santa del ‘87
Gustavo Martínez, Secretario General de la CTA Autónoma, tiene un gran respeto militante por Pesoa desde siempre. La voz de Quique le aportó, por ejemplo, la calidez que le hacía falta al documental “Pochohormiga”, que recordó la figura del militante popular Claudio Lepratti, asesinado el 19 de diciembre de 2001. “Su sobrina le mandó oportunamente un texto sobre Pocho para que lo grabe. Y lo hizo al aire, contando y charlando con los oyentes sobre cómo le había llegado a sus manos, con una humildad notable”, dice el dirigente social. Además, Martínez se sumó con un mensaje a la radio UNR, mientras se transmitía la nota con Pesoa: “Su rol en la movilización popular durante el levantamiento militar de Semana Santa del ‘87 fue notable. Recuerdo mucho ese momento y lo que le costó después su actitud ética, democrática. Creo que Rosario y la democracia le deben un reconocimiento a esa radio con oyentes protagonistas”.