La verdad es que nunca vi (cuando digo vi, digo mirar de verdad) un partido ni un Mundial y, generalmente, las mejores jugadas me las pierdo destapando algo, cortando alguna cosa para la picada o (más actual) revisando Instagram. Pero estoy ahí. Por la mortadela en cuadraditos, el queso, la aceituna, sobre todo, el rato, la reunión de amigos o con la familia.
La única vez que podría haber mirado un Mundial no pasó. Con los buzos de Bariloche 2002 puestos el día entero y la secundaria que se iba, todo era ilusión, sobre todo esas cosas que se podían gritar, saltar y festejar como un Mundial. La Argentina de Bielsa venía con mucho empuje, en la calle éramos campeones antes del primer partido.
Pero mientras nuestros viejos pensaban cómo iban a pagar el contrato del viaje a Bariloche, que en junio del 2001 habían firmado en dólares cuando una devaluación parecía imposible y mientras sus ahorros estaban en el banco y se los entregaban en cuenta gotas, nosotros veíamos como Argentina quedaba afuera en primera ronda del único Mundial que, al menos yo, podría haber recordado.
Nos hicimos la chupina para ver Argentina-Inglaterra, me recordó el otro día uno mis compañeros. “El partido estaba arreglado”, dijeron después, pero a nosotros el “1” en química nos lo pusieron igual. Las noticias hablan de corrupción, partidos comprados, de renuncias. Con 17 años veníamos de cinco presidentes en una semana, de padres gritándose entre sí porque no iban a poder pagar los 750 dólares que salía el viaje, consiguiendo liberados para los que se la veían más negra. Y Argentina quedó eliminada.
Estábamos en el “grupo de la muerte”. Los ingleses nos ganaron 1 a 0. Y después Suecia nos terminó de sacar. Fuimos a Bariloche, hicimos la mitad de las excursiones… y no nevó nada. Igual nos divertimos y aprendimos a disfrazarnos con lo que teníamos a mano porque no había plata para contratar nada extra. Y seguimos haciéndonos la chupina por otras cosas, porque la Brujita, Bati y Crespo se habían tenido que volver temprano. Y yo me perdí la chance de prestar atención al menos una vez a un Mundial.
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