El Ñato tenía 30 años y una hija de siete. Vivía en barrio Stella Maris, en el extremo noroeste de la ciudad, donde lo conocían por su laburo de fletero, aunque en los últimos días había empezado a ayudar a su papá Mario, jardinero de toda la vida y aquejado ahora por una lumbalgia que no lo dejaba en paz. Ese dolor se trasladó hasta el alma en la madrugada de ayer cuando asesinaron a su hijo Gabriel Gerardo Acebal en una sangrienta secuencia en la que nada tenía que ver pero cuya lógica resume cómo actúa la violencia en los barrios vulnerables. Porque un adolescente que intentaba escapar de los golpes que le propinaban otros chicos de su edad se metió en su casa en busca de refugio, hasta donde llegaron sus agresores. Cuando el Ñato los quiso sacar de su vivienda se ligó una paliza que duró hasta que un pibe le descargó unos seis plomos de una 22. Horas después fueron detenidos dos hermanos de 17 y 20 años imputados por el crimen, en tanto que la Policía buscaba a otros dos sospechosos.
Anoche, el Ñato Acebal era velado en su casa y llorado por decenas de familiares, amigos y vecinos que se agruparon en la esquina de José Ingenieros y Maradona, donde reinaba un silencio triste. Horas antes, la misma esquina había sido escenario de gritos y disparos que para los vecinos son moneda corriente.
“Estos son los que trajeron la droga al barrio con la ayuda de la Policía. Andan todos los días a los tiros. Apurando a la gente, quemando los ranchos, vendiendo. Y aunque ahora se calmó un poco con la Gendarmería, eso (por la droga) no va a faltar nunca. Eso ya se instaló. Y viene de arriba”, dijo una de las personas que acudió al funeral.
“Acá se metió la droga con la Policía. Y estos pibes se criaron así. Por ahí se escuchan tiros y al rato los ves pasar con el arma en la mano, como si nada. Ahora que no hay búnkers la llevan en el bolsillo y la reparten en bicicleta”, dijo un joven que intentaba explicar la injustificable muerte de su amigo, a quien, dice, quería como a un hermano mayor.
“Hace una semana había empezado jardinería conmigo. Yo hace 20 años que me dedico a eso pero tengo lumbalgia y se estaba haciendo cargo él”, dijo Mario, su padre, profundamente angustiado.
“Ni una semana alcanzó a trabajar”, repitió al tiempo que señalaba la chata que su hijo utilizaba para hacer fletes.
“Estos pibes tienen un montón de hechos, se criaron así”, explicó en relación con los homicidas de su hijo el hombre que esta semana cumple 60 años y que ya perdió a una hija de 11 a causa de leucemia. “Qué te puedo decir, que se haga justicia. Aunque la veo difícil. Esto no se termina más”, concluyó.
Fuentes policiales dijeron que el problema arrancó cuando una pareja de adolescentes discutió con un ex cuñado en la puerta de un quiosco ubicado a metros de la casa del Ñato. Según ese relato, el novio de Cintia H. comenzó a correr y se refugió en una vivienda de Maradona al 900 bis, hasta donde lo siguieron y continuó la riña. Alertado, Acebal los sacó de su vivienda, donde el dueño de casa fue agredido a golpes de puño. Momentos después, uno de los pibes volvió acompañado de otro pero esta vez la discusión siguió a los tiros. Los vecinos dicen que se escucharon cerca de ocho detonaciones. La Policía secuestró cuatro casquillos.
Acebal recibió al menos seis impactos de bala y también presentaba golpes y heridas cortantes, dijo una fuente judicial para agregar que cuando llegó al hospital ya estaba sin vida.
Detenciones en Cristalería
Luego de la violenta saga que terminó con la vida de un vecino, los nombres de dos hermanos que viven en el mismo barrio Stella Maris comenzaron a circular. También que se habían escondido en un domicilio de barrio Cristalería, jurisdicción de la subcomisaría 2ª. Ayer por la tarde la Policía los detuvo y los identificó como Marcelo C., de 17 años, quien quedó a disposición del juzgado de Menores, y Gastón Leandro C., de 19.
El hecho es investigado por el fiscal de Homicidios Dolosos, Damián Cimino, la sección Homicidios de la UR II y la seccional 17ª, que tiene jurisdicción en la zona.