Por Miguel Passarini, enviado especial
Luego de tres jornadas marcadas por la presencia de un público que masivamente volvió a apostar y a decir sí a la propuesta, el Festival de Teatro de Rafaela (FTR2013), confirmado como el gran fenómeno de la escena argentina de cada año, se apresta a vivir sus tres últimos días con una programación profusa y ecléctica, que está en sintonía con los gustos y las elecciones de los rafaelinos que desde el festivo comienzo del martes, con la performance callejera de Electroarte Light Performers (espectáculo de zanquistas y malabaristas lumínicos que recorrieron el céntrico bulevar Santa Fe acompañados por un DJ en vivo), abarrotó cada una de las funciones, muchas de ellas agotadas el mismo día en que se pusieron a la venta.
La arriesgada y maravillosa Greek, del inglés Steven Berkoff, con dirección de la porteña Analía Fedra García, fue el dato más destacado del martes, luego de una inauguración en el Cine Teatro Belgrano, marcada por el contundente discurso del secretario de Cultura local, Marcelo Allasino (ver aparte), que contó con la presencia de autoridades nacionales, provinciales y locales, y de la presentación de la obra Raro concierto, de la compañía porteña Desconchertados, dirigida por Walter Velázquez, con Luis Sticco y Andrés de la Cruz.
En Greek, con las descomunales actuaciones de Ingrid Pellicori, Horacio Roca, Martín Urbaneja y Roxana Berco, Berkoff (Decadencia, Hundan al Belgrano) ironiza sobre la era Tatcher apelando a una lapidaria relectura del clásico Edipo Rey, de Sófocles, a la que sabiamente le cambia el final, desestimando la tragedia y apostando a ese amor “insano” entre madre e hijo por encima de la muerte y el horror. En el texto resuenan los años 90 en la Argentina del neoliberalismo de cara a la pudrición y la suciedad de la Inglaterra de los 80, como referencias a ese momento trágico, con el thatcherismo en primer plano. Para semejante desafío, el actor y dramaturgo inglés utiliza un lenguaje marcado por la procacidad y la aberración al que somete a una estructura de impronta poética, dando como resultado, gracias a la valiosa versión que asume Analía Fedra García junto a sus actores, una especie de nuevo registro trágico que, de todos modos, no reniega de algunos recursos o procedimientos tradicionales como los monólogos o la presencia del coro.
Clásico en tono de clown
De la segunda jornada, aparecen como referenciales dos propuestas: la versión del clásico Othelo, de Gabriel Chamé Buendía, y Dijeron de mí, unipersonal teatral-musical de la actriz y cantante Virginia Innocenti, un homenaje a la recordada Tita Merello. La de Innocenti es una puesta que por momentos sobrevuela y en algunos pasajes se sumerge en las profundidades de la vida de la actriz y cantante, de la mano de otra actriz y cantante, quien además tuvo a su cargo la investigación y escritura de la dramaturgia de una propuesta en la que, como pasa pocas veces, acción dramática, parlamentos, canciones, música y dispositivo escénico hablan un mismo idioma y regalan al espectador la posibilidad de redescubrir la esencia de una artista única.
“Siempre Shakespeare. Lo cómico es trágico y tan trágico que es cómico, o de lo que se es capaz de hacer por odio y por celos”, escribe Chamé Buendía para dar, al menos, una pista de lo que el público verá en escena en su versión de Othelo.
Y es así como cuatro actores clowns, de un abanico de recursos verdaderamente inusitado, se apropia del clásico y lo revisita en tono humorístico pero apelando a una resignificación de la estética, dejando de lado las narices rojas y no renegando, en algunos pasajes, de lo que lo trágico puede generar en un contexto humorístico.
Con una apuesta por lo despojado y la utilización de recursos conocidos pero puestos con sentido al servicio del relato, la obra se vale de intervenciones en el texto que le dan un clima de realismo cotidiano sin dejar de lado la payasada y el absurdo que marcan la estética, aunque respetando, en gran parte, el texto original en el contexto de un trabajo de cien minutos de duración.
Un teatro físico que no reniega de los lugares comunes a los que vuelve para buscar algo más que eso ya visto, en el que lo sublime y lo banal parecieran estar separados por una delgada línea, es el gran condimento de esta versión plagada de guiños a Shakespeare que, en dos funciones, se llevó los más fervorosos aplausos de la presente edición del FTR.
Polémico y provocador
Los extremos de la violencia cotidiana han marcado a fuego la obra del dramaturgo y director argentino Rodrigo García (Buenos Aires, 1964), quien en los años 80 emigró a España y edificó allí una carrera que lo posicionó entre los grandes nombres de la escena europea. Apelando en cierta forma al homenaje, el prolífico creador argentino Emilio García Wehbi, también su contemporáneo, se dispuso hace un tiempo a montar una trilogía de la obra de García que comenzó con Prefiero que me quite el sueño Goya a que lo haga cualquier hijo de puta; siguió con Agamenón. Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo, presente en Rafaela en la jornada del miércoles, y que culminará con la versión de Rey Lear que escribió García y que antes de fin de año Wehbi estrenará en Buenos Aires.
Tragedia patética del mundo contemporáneo, marcada por la sociedad de consumo y el resquebrajamiento de los vínculos filiales, la versión de García Wehbi apela a un procedimiento que hace foco en un modo particular de mirar al mundo dejando de lado el teatro de representación y descentrando el concepto de personaje. “La provocación es inherente a estos trabajos, apelo a las subjetividades, no me interesa hacer un teatro de masas que guste”, expresó Wehbi en el marco de las mesas de devoluciones diarias que lleva adelante, en el marco del FTR2013, el Círculo de Críticos de Teatro (Critea). “La anécdota es banal y lo que importa es el procedimiento formal que, como artistas, asumimos frente a estos temas”, completó el director, quien deja claro su postura a la hora de transgredir lo que dicta el sistema, montando en escena los desencuentros de un padre con su hijo, la violencia a la que éste es sometido, y cómo el mundo capitalista puede verse como un gran pelotero montado con desechos, para lo cual, literalmente, atiborra el espacio escénico de una enorme montaña de basura.
Grandes actuaciones, en particular de Pablo Seijo, y una catarata de discursos que se superponen con una gran pantalla en la que, editados, se ven escenas violentas de dibujos animados clásicos, completan este montaje polémico, provocador y para nada ortodoxo, que se vale de una poética del desencanto para romper con cuestiones ligadas a un teatro más burgués que, según Wehbi, nada tendría que ver con las manifestaciones del arte contemporáneo.
Por las escuelas de teatro
En el marco de la inauguración de la 9ª edición del FTR2013, el actual secretario de Cultura municipal, Marcelo Allasino, creador y director del evento desde sus inicios, hizo alusión a cuestiones inherentes a la formación artística en la ciudad, un espacio que se revela como el gran desafío de su gestión, de cara a lo que será la primera década del encuentro en su versión del año próximo. Entendiendo al FTR como “un espacio de transformación social y cultural, y modelo de gestión”, que parte de la idea de “inclusión” en sus diversas formas, el también creador de los grupos Punto T y La Máscara pidió “que Rafaela tenga su propia Escuela de Teatro”, un espacio que, seguramente, servirá de cimiento para la consolidación de la producción teatral rafaelina que, más allá de grupos emblemáticos y de la participación de algunos de ellos en la programación del encuentro, aún carece del sustento necesario para ingresar contundentemente a la programación, entendiendo al festival como el gran motivador para que eso suceda.